En la c¨¢rcel de Sal¨¦
"En nombre de Su Majestad el Rey, el tribunal le condena a cuatro a?os de c¨¢rcel [que fueron reducidos a tres tras el recurso] y ordena que se le confine en la c¨¢rcel de Sal¨¦. Demain magazine y Doumane quedan prohibidos". El presidente del tribunal de primera instancia de Rabat, un tal Alau¨ª, estaba de color verde al pronunciar esta sentencia, seguramente la m¨¢s importante de su carrera. Era la primera vez en 33 a?os que el r¨¦gimen marroqu¨ª enviaba a un periodista a la c¨¢rcel por un hecho de prensa y la primera vez en 13 a?os que aplicaba a un acusado, que se hab¨ªa presentado por libre a la audiencia, el art¨ªculo 400 del C¨®digo Penal, que permite el arresto inmediato. En aquella ¨¦poca, la izquierda socialista conden¨® la aplicaci¨®n del art¨ªculo 400. Hoy, esta misma izquierda ha aplaudido ruidosamente en sus peri¨®dicos. Uno de los abogados de Amau¨ª, Mohamed Buzuba¨¢, que atac¨® con vehemencia la encarcelaci¨®n del sindicalista, es hoy el ministro socialista de Justicia y dirige la fiscal¨ªa. Y es precisamente la fiscal¨ªa quien ha exigido el encarcelamiento.
En realidad, lo esperaba. Cuando me present¨¦ al tribunal, aquel mi¨¦rcoles 21 de mayo, sab¨ªa que me iban a meter en la c¨¢rcel. Unos meses antes, fui el objetivo de una violenta campa?a de prensa realizada por los diarios pr¨®ximos al Ministerio del Interior. El 17 de abril, dos agentes de la DST (Direcci¨®n de Vigilancia del Territorio) me impidieron abandonar Marruecos en el aeropuerto de Rabat. Sin ninguna explicaci¨®n ni justificaci¨®n. Y, finalmente, la enormidad de las acusaciones -"ultraje al rey", "atentar contra la integridad territorial" y "atentar contra el r¨¦gimen mon¨¢rquico"- anunciaban una muerte brutal. Por eso, aquel d¨ªa tuve el cuidado de llevar un bolso de viaje con una muda y un neceser para el aseo. Tambi¨¦n cog¨ª 1.000 dirhams, que me fueron confiscados al entrar en la prisi¨®n. En la sala de la audiencia, los periodistas, estupefactos por la dureza de la sentencia, militantes de derechos humanos, abogados y lectores de las reci¨¦n desaparecidas publicaciones empezaron a protestar y a corear consignas. Un periodista extranjero se acerc¨® a m¨ª para decirme, l¨ªvido: "Afortunadamente no apost¨¦ contigo, si no, hubiese perdido". Antes del veredicto, este reportero me hab¨ªa jurado por lo m¨¢s sagrado que "las autoridades marroqu¨ªes no eran tan est¨²pidas como para tomarla con un periodista independiente precisamente cuando Marruecos necesitaba unidad tras los atentados terroristas del 16 de mayo". "Como si pensasen", le respond¨ª.
Cuando la polic¨ªa me llevaba hacia el furg¨®n celular, uno de mis defensores, el decano del Colegio de Abogados, Abderrahim Jamal, me puso una mano sobre el hombro forzando una sonrisa. El otro abogado, Ahmed Benjelloun, ten¨ªa el rostro turbado. "Nunca he visto algo as¨ª", mascullaba. El Marruecos de la "nueva era", como cantan los aduladores del r¨¦gimen, acababa de regalarse su primer periodista preso pol¨ªtico. Un "acontecimiento" hist¨®rico, seguro. He sido condenado por el art¨ªculo 41 del C¨®digo de la Prensa. Un texto legal extra?o que no prev¨¦ ning¨²n atenuante, una rareza en el sistema judicial marroqu¨ª. En realidad, en toda la historia de Marruecos, este art¨ªculo nunca hab¨ªa sido utilizado. Lo que viene a significar la potencia de fuego que ha decidido utilizar el poder para abatir dos publicaciones sat¨ªricas. El r¨¦gimen me quer¨ªa en chirona y, en efecto, ese mi¨¦rcoles 21 de mayo estaba en la c¨¢rcel de Sal¨¦, la mayor de Marruecos.
Mientras que por lo general, incluso durante los llamados "a?os de plomo", los presos pol¨ªticos son confinados en el ala reservada a los extranjeros, en esta ocasi¨®n "los de arriba" han decidido romper esta tradici¨®n. En el ala donde me han colocado s¨®lo hay presos de derecho com¨²n. As¨ª pues, para hacerme sentir el peso de una prisi¨®n marroqu¨ª, fui recibido por tres presos comunes en la min¨²scula celda de dos metros por tres que deber¨¢ servirme de domicilio durante los tres pr¨®ximos a?os. Hubiese podido decir que estos tres presos tienen un rostro amenazador y que me recibieron con gru?idos, pero no es cierto. Tienen aspecto de personas normales que un d¨ªa cometieron un acto anormal. Todos ellos tienen unos 50 a?os. El primero cojea tras una ca¨ªda en la c¨¢rcel y se pasa el tiempo maldiciendo a la administraci¨®n penitenciaria, que se niega a pagarle la operaci¨®n quir¨²rgica que necesita. ?Su crimen? No quiere hablar de ello y simplemente dice: "No se puede contar", antes de a?adir r¨¢pidamente, "pero soy inocente". El segundo es una verdadera m¨¢quina de hablar. Est¨¢ implicado en un homicidio, pero tambi¨¦n asegura ser inocente. El tercero no quiere decir nada. Por la forma en que se ha negado a abordar el tema, imagino que debe ser un asunto complicado. Cuando expliqu¨¦ el motivo por el que me hab¨ªan metido en la c¨¢rcel, el cojo me lanz¨®: "T¨², entonces, eres m¨¢s inocente que nosotros". Cada d¨ªa, las puertas de las celdas se abren entre las 9 y las 12 horas y entre las 14 y las 17. Esto permite a los detenidos estirar las piernas. Al d¨ªa siguiente de mi encarcelaci¨®n, mientras estaba acostado, recib¨ª la visita de un tal Al¨ª Salem Tamek, un preso pol¨ªtico saharaui, condenado a dos a?os de c¨¢rcel por reclamar p¨²blicamente la independencia de este territorio. Escrib¨ª a menudo sobre su historia. No estaba de acuerdo con lo que dec¨ªa, pero siempre defend¨ª su derecho a expresarse libremente. Vino para agradecerme todos los art¨ªculos que escribimos sobre ¨¦l y darme agua porque sab¨ªa que hac¨ªa una huelga de hambre. Tal vez no debi¨® haber venido. Dos d¨ªas despu¨¦s fue trasladado manu militari a la c¨¢rcel de Ait Melul, en el centro del pa¨ªs.
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