El verano en Babia
No estamos en Babia. Estamos en el jard¨ªn de Eduardo Arroyo. Esto es el valle de Laciana, de larga tradici¨®n librepensadora; por estos valles, montes y bra?as se paseaban los Azc¨¢rate, los Giner de los R¨ªos. Ahora, y desde hace ya seis a?os, nos acercamos al pueblo de Robles de Laciana gentes de distintas tribus madrile?as, muchos lugare?os y algunos avisados que veranean por la zona. Tocando y cantando al viento, en torno a la pianista Rosa Torres Pardo. En relajada compa?¨ªa, entre m¨²sicas y voces como la de Enrique Viana, entre refinado y maligno, el delicado belcantista de afilada lengua. Una cosa es gozar con Mozart y otra ser votante, revotante y rebotado residente en la Comunidad madrile?a. El cantante cont¨® este a?o con un escudero de lujo, el periodista Jes¨²s Ruiz Mantilla, que disfrazado de "pobre chica la que tiene que servir" y masona, fue capaz de hacer re¨ªr y sonre¨ªr al sobrio Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Adem¨¢s de este d¨²o calaveras, cantaron al viento Marina Pardo, Mar¨ªa Lasarte, Carmen Serrano y Pablo Pardo. Tambi¨¦n acompa?aron con sus m¨²sicas Antonio L¨®pez y el Cuarteto Assai. Todo parec¨ªa placentero, lejos de operaciones triunfo; lejos, muy lejos del otro tr¨ªo calaveras de Balb¨¢s, Tamayo y S¨¢ez. Casi me daban ganas de cantar esa joya popular del verano: I have de t¨®. Cachondeo feliz de los creadores del boom veraniego del cuponazo.
Todo parec¨ªa placentero, lejos de operaciones triunfo, muy lejos del otro tr¨ªo calaveras de Balb¨¢s, Tamayo y S¨¢ez
Las horas en el jard¨ªn de Arroyo eran como un espejismo de verano culto, de gran m¨²sica tan del gusto de Sonsoles, la hermosa mujer de Rodr¨ªguez Zapatero que se encontraba relajada entre cecinas, vino de pitarra y conversaci¨®n de altura con Crist¨®bal Halffter. No era perfecto, porque faltaban la galerista Carmen Gamarra y el pintor Eduardo ?rculo. Ya no podr¨¢n venir a esa mezcla de alcoholes, cecinas y Bach; no podr¨¢n o¨ªr las gaitas entrando en la cena del pintor Lolo Zapico, un seductor lazaniego capaz de enamorar este a?o a la mism¨ªsima Carolina de M¨®naco. Los amigos segu¨ªamos sinti¨¦ndolos presentes entre truchas, calderetas y la Iberia de Rosa Torres Pardo. Todo se puede mezclar. Siempre me recuerda mi admirado Rafael Azcona que Bach despu¨¦s de acercarse a los cielos con su m¨²sica se met¨ªa entre pecho y espalda una buena raci¨®n de codillo.
A Zapatero se le ve¨ªa relajado, aunque un tanto acorralado por alcaldes de la zona, pol¨ªticos a la espera, mineros subvencionados, psic¨®logos argentinos y otros habitantes del jard¨ªn. Arroyo hubiera querido hablar con ¨¦l algo m¨¢s de Borges, por ejemplo de la renovada Historia de la infamia. No pudo ser. Amenazaban sombras del "no a todo", y lo que fue peor, llegaron las voces y las disonancias desde su propia orquesta. Desafinada, discordante, relativamente imprevista, arrasando como una tonadillera vestida de Loewe, la voz de la nueva Pepita Grillo de los laterales del partido, la voz de Alberdi, la Ca¨ªn de las hermanas. Demasiado para Zapatero. Nos dej¨® solos con nuestros queridos demonios en el jard¨ªn, madrug¨® y fuese. Dicen que controla sus nervios con el arte del perfecto pescador de ca?a, con ese placer de algunos y algunas, -?seamos pol¨ªticamente correctos!- hombres y mujeres que aman ese recreo contemplativo, ese aburrimiento fresquito para algunas inmensas minor¨ªas. Le hac¨ªa falta ese refugio que tanto practicaba el hombre de negocios, gran escritor y mejor pescador ingl¨¦s del siglo XVII, Izaak Walton. Dej¨® un delicioso tratado de pesca y algunos versos como ¨¦ste: "No hay aqu¨ª odiosas miradas, ni inquietudes palaciegas. No hay desva¨ªdos temores; no hay incumplidas promesas...". Y su vida fue placentera, pescando, escribiendo, conversando al lado de un tranquilo y apacible r¨ªo de verano.
Seguramente eso quiso hacer Zapatero cuando dej¨® el bullicioso y musical valle de Laciana. No se march¨® muy lejos. Se fue a Babia. Creo que ya est¨¢ en Madrid, seguramente pensando en Babia.
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