DEL NUEVO AL NOV?SIMO BAYREUTH
El festival wagneriano se prepara para pasar del actual realismo historicista de la 'Tetralog¨ªa' de J¨¹rgen Flimm a la que prepara para 2006 el cineasta Lars von Trier.
El nuevo Bayreuth concluye. Del nov¨ªsimo, que irremisiblemente ha de sucederle, apenas brilla alg¨²n destello, que cabe leer s¨®lo en clave de indicio. Como en El ocaso de los dioses: Wagner nada dijo sobre el nuevo orden que se impondr¨ªa tras la desaparici¨®n de las divinidades. Aludi¨® vagamente a una edad de esplendor del hombre y el delirio nazi decret¨® que ese hombre era rubio y ten¨ªa los ojos azules. ?Estaba eso en la obra del compositor? No. Pero la mezcla posrom¨¢ntica de nacionalismo, irracionalismo de corte mitol¨®gico, idealismo, determinismo hist¨®rico y antisemitismo constitu¨ªa un c¨®ctel a punto de explotar en seg¨²n qu¨¦ manos cayera. Cay¨® en las peores y explot¨®. Luego hubo que limpiar las impurezas y surgi¨® el nuevo Bayreuth (1951).
En la versi¨®n de Flimm, Wotan se ha convertido en un especulador que edifica un rascacielos corporativo, la nueva residencia de los dioses
Flimm se arriesga a trasladar la historia de lucha por el poder del anillo a nuestros d¨ªas. Wotan, el "dios de los tiempos oscuros" como lo bautiz¨® Nietzsche, se ha convertido en su versi¨®n en un constructor ambicioso, un especulador que edifica un rascacielos corporativo, el Walhalla, la nueva residencia de los dioses. Para pagar a los gigantes, sus contratistas de obra, se ver¨¢ obligado, con la ayuda de Loge, convertido en un picapleitos sin escr¨²pulos, a robarle al nibelungo Alberich el oro del Rhin que ¨¦ste ha obtenido renunciando al amor y con el que ha forjado un anillo que otorga a quien lo posea el control del mundo. En el pr¨®logo de la obra, El oro del Rhin, Flimm se defiende bien: el Nibelheim, el mundo ¨ªnfero de Alberich, es una especie de despacho del doctor No al que se llega en ascensor, mientras que el mundo superior de Wotan es una lujosa oficina con sillones de Le Corbusier y m¨¢quina para triturar documentos. Pero en las dos jornadas intermedias, La Valquiria y Siegfried, el planteamiento pierde fuerza: el mundo de los h¨¦roes, cada vez m¨¢s alejado de la voluntad de los dioses, casa mal con la especulaci¨®n inmobiliaria. No deja de haber momentos de buen teatro, pero parece que a Flimm le estorban los elementos sobrenaturales, y para su desgracia ¨¦stos se suceden uno tras otro.
El montaje retoma el pulso en la tercera y ¨²ltima jornada, El ocaso de los dioses. La tribu de los Guibichungos es en la visi¨®n del director de escena una moderna compa?¨ªa europea en la que Gunther es el presidente y Hagen, hijo de Alberich, algo as¨ª como el consejero delegado. Esa corporaci¨®n dictar¨¢ el fin de los d¨ªas de Sieg-fried y con ¨¦l el hundimiento del Walhalla. Sin que venga demasiado a cuento, Flimm nos ahorra la muerte de la valquiria y concluye su propuesta en clave optimista: el mundo nuevo, tras la vuelta del anillo a las profundidades del r¨ªo, pertenece a la gente normal, vestida de calle. Sobre ese final cuenta Ernest Newman que August R?ckel, amigo de Wagner, le plante¨® una cuesti¨®n de pura l¨®gica tras leer el libreto de 1853: "?Por qu¨¦, visto que el oro ha vuelto al Rhin, es necesario que los dioses mueran?". Wagner no supo nunca justificar su elecci¨®n y confi¨® en que la m¨²sica hablar¨ªa por ¨¦l. Sin duda lo hace: es de los finales de obra m¨¢s sobrecogedores que puedan nunca concebirse. Pero cabe preguntarse c¨®mo hubieran ido las cosas de no haber podido Hitler descubrir ah¨ª al fat¨ªdico "hombre nuevo".
No gust¨® al p¨²blico el montaje de Flimm cuando se estren¨® hace tres a?os. Ahora, con numerosos cambios, se tolera. Para 2006 ya se ha anunciado una nueva Tetralog¨ªa, encargada al cineasta Lars von Trier. Junto con el estreno este verano de El holand¨¦s errante, de Claus Guth, y el lejano antecedente del Lohengrin dirigido por Werner Herzog, puede ser uno de los indicios de que el nov¨ªsimo Bayreuth, la era pos-Wolfgang Wagner, ya est¨¢ en marcha.
Si hay un arte en deuda con el legado de Wagner ¨¦se es sin duda el cine. La Tetralog¨ªa utiliza un lenguaje cinematogr¨¢fico ante litteram: las anticipaciones y los flash-back son constantes en esta magna obra. Wagner consigue las primeras por la v¨ªa del leitmotiv, la repetici¨®n de c¨¦lulas mel¨®dicas asociadas a estados de ¨¢nimo y a objetos de significado trascendente, y las segundas gracias a los numerosos racconti, machaconamente repetidos, de hechos pasados en boca de diversos personajes. Pues bien, ese reconocimiento pendiente, ese homenaje del cine parece que, t¨ªmidamente, empieza a abrirse camino.
Para los int¨¦rpretes, la Tetralog¨ªa es un tour de force. En la versi¨®n de Bayreuth actual hay que destacar en primer lugar el excelente trabajo del h¨²ngaro Adam Fischer desde el foso. En cuanto a las voces, se trata en general de un reparto bien compactado. En la parte alta de la clasificaci¨®n hay que colocar al potente Wotan de Alan Titus, el vibrante Alberich de Hartmut Welker y la completa Brunilda de Evelyn Herlitizius, la cual, sin poseer un chorro enorme, saca el mejor partido a sus posibilidades. Elogios notables merecen tambi¨¦n la Fricka de Mihoko Fujimura, la Erda de Simone Schr?der, el Mime del veterano Graham Clark, el Loge de Arnold Bezuyen y el poderoso Hunding de Philip Kang. Como era de esperar, por los tenores es por donde flaquea m¨¢s el reparto. Robert Dean Smith hizo sufrir al principio como Siegmund, aunque al final resolvi¨®. Lo contrario de Christian Franz en el brutal papel de Siegfried: se percibi¨® en seguida que no fallar¨ªa, pero su canto comunica poco. Competente, aunque un punto deslavazado, el Hagen de Peter Klaveness. En cualquier caso, "nivel Bayreuth". O sea, alto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.