Ser padres
A nosotros nos encantar¨ªa ser reaccionarios pero los ni?os no nos dejan. Los ni?os nos han obligado a ser hipermajos, pero vaya, no es una cosa que nos salga espont¨¢neamente, somos hipermajos porque nos hemos visto abocados. Yo de peque?a so?aba con hacerme mayor para ser padre. Madre no, porque las madres hac¨ªan la cena aunque estuvieran de vacaciones y en la playa, y ten¨ªan que fre¨ªr pesca¨ªto porque era t¨ªpico y encima recoger la cocina. Y aunque se lavaran mucho siempre ol¨ªan un poco a pesca¨ªto y a Mister Proper. Y a m¨ª eso me daba una pena imponente. En cambio, los padres se espanzurraban en los sofases y ped¨ªan deseos: cerveza, zapatillas, cortau?as, y los peque?os esclavos obedec¨ªamos presurosos al Amo. As¨ª que cuando me preguntaban, ni?a, qu¨¦ quieres ser de mayor, yo dec¨ªa: padre. Eso me dio un poco de fama de bollo en mi propio seno familiar. Fue duro. Pero no tanto como para hacerme asesina m¨²ltiple como otros, que est¨¢ una harta de leer que se hicieron asesinos porque la ten¨ªan peque?a. Pues que se operen. Pero no perdamos el hilo narrativo. El otro d¨ªa uno de los ni?os entr¨® en nuestro cuarto. Llam¨® antes de abrir, cosa rara, porque en esta casa (no me hagan entrar en detalles dolorosos) han ocurrido cosas muy embarazosas. Luego dicen los expertos que el sexo en el matrimonio flaquea. Lo que yo digo, que vengan los expertos a mi casa a ver si les resulta f¨¢cil concentrarse. El ni?o lo que quer¨ªa era un despertador y a m¨ª eso me toc¨® la fibra, porque que un hijo en verano te pida un despertador es un hito. Bien es verdad que al d¨ªa siguiente vi que se lo hab¨ªa puesto a las doce menos cuarto. Qu¨¦ hora tan espec¨ªfica. "Por algo se empieza", dijo mi santo. Pero en mi interior sigue vivo aquel deseo de ser padre. Ser padre y llevar a los ni?os a un restaurante y pedirles los platos que a m¨ª me apetecieran, como hac¨ªa mi padre, no que estos ni?os antes de decir mam¨¢ y pap¨¢ ya dec¨ªan solomillo; en cambio, mi padre te dec¨ªa, t¨², ni?a (a veces olvidaba nuestros nombres), te vas a pedir rabo de toro, y entonces t¨² te echabas a llorar del asco que te daba pensar en un toro y en su rabo, pero te callabas enseguida porque mi padre no nos dejaba llorar mucho rato seguido en los restaurantes, y entonces mi padre se echaba comida de todos nuestros platos y se lo com¨ªa todo. De alguna forma mi padre fue un pionero del buffet en Espa?a. No quiero idealizar esa ¨¦poca (no caigamos en Cu¨¦ntame) pero ¨¦ramos la mar de felices. Luego me hice mujer, dej¨¦ mi infantil etapa bollo, empec¨¦ a salir con unos, con otros, y un d¨ªa, en una universidad de verano, encontr¨¦ a mi santo. Est¨¢ documentado en hemerotecas. Tuvimos peque?uelos que crecieron desproporcionadamente. Y diles t¨² ahora a esos mastuerzos que se pidan lo que t¨² mandes en un restaurante. El ¨²nico consuelo que me quedaba en mi actual conflictiva madurez, para poder mangonear siquiera un poquito, era mi santo, y di que ayer salimos a un restaurante y le digo p¨ªdete el at¨²n marinado y yo me pido la pasta y repartimos, y va y me suelta que no. Y que no y que no y que ya son muchos a?os pidi¨¦ndose el at¨²n marinado. Y yo: pero oyes. Y ¨¦l, que no. Y fue que no. Yo que so?aba con ser padre con Franco. Si llego a saber esto, a m¨ª no me pillan.
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