La amarga derrota
El 25 de julio de 1945, el primer ministro brit¨¢nico, Winston Churchill, descendiente del duque de Marlborough, hab¨ªa regresado a Londres desde Postdam. All¨ª se hab¨ªa reunido con Truman y Stalin. El 26 de julio se conocieron los resultados de las elecciones que ¨¦l mismo hab¨ªa convocado y que estaba seguro de ganar. Su partido, el conservador, perdi¨® 210 esca?os de los 387 que ten¨ªa en el Parlamento reci¨¦n disuelto. Los laboristas obtuvieron 240 esca?os m¨¢s de los que ya ten¨ªan en los Comunes, llegando a 394, una c¨®moda mayor¨ªa absoluta. Muchos a?os atr¨¢s, en un libro que titul¨® Mi
juventud, Churchill hab¨ªa escrito: "Aquellos que ganan una guerra raramente consiguen mantener una buena paz".
"Aquellos que ganan una guerra raramente consiguen mantener una buena paz"
"No preocuparos por las declaraciones que har¨¦ ante los buitres que ya me est¨¢n esperando a la puerta de esta casa disfrazados de periodistas"
Ganar una guerra, que ¨¦l hab¨ªa dirigido tan personalmente y, de inmediato, perder las elecciones, fue algo ins¨®lito y aquella tarde del caluroso julio londinense, el hombre, curtido en mil batallas pol¨ªticas, vivi¨® la m¨¢s profunda de las decepciones. En su casa de Downing Street, en el saloncito familiar, acompa?ado de su esposa, Clementine, y de su fiel colaborador Anthony Eden, Churchill se expres¨® con amargura: "En mayo de 1940 ofrec¨ª a mis compatriotas sangre, dolor, sudor y l¨¢grimas y ahora, otra vez victoriosos -y algo he tenido que ver en esa victoria-, los ingleses votan y me devuelven el recado. Nunca pens¨¦ que pudiera ocurrir tal cosa. Jam¨¢s imagin¨¦ tanto desprecio, semejante doblez. Un abandono as¨ª no me entra en la cabeza y, sobre todo, me amarga el coraz¨®n. Me encuentro en peor trance que el moro de Venecia, al fin y al cabo, a ¨¦l nadie lo hab¨ªa enga?ado, pero yo s¨ª que soy un cornudo expuesto en plaza p¨²blica. ?Qu¨¦ se hizo de tanto aplauso, del desbordamiento popular tan s¨®lo dos meses atr¨¢s, el d¨ªa en que se rindi¨® Alemania? ?C¨®mo he podido dedicar mi vida a un oficio y a un pueblo tan enga?osos, tan infieles, tan ingratos? ?Acaso la vileza, la insidia y la traici¨®n son ahora las que mueven al pueblo brit¨¢nico? Han sido casi seis a?os sin apenas dormir, trabajando m¨¢s horas que un forzado, sufriendo cada paso atr¨¢s, cada bombardeo, cada muerte de nuestros soldados. Y la angustia, esa compa?era inseparable de mi est¨®mago, que, si Dios no lo remedia, se va a quedar ah¨ª para siempre".
Anthony Eden, que no hab¨ªa perdido la sonrisa durante el desahogo de su amigo, sin retirarla de su rostro, se decidi¨® a contradecirlo: "Conviene que no te dejes arrastrar por la ira -comenz¨®-. Hemos perdido las elecciones. Nada menos, pero nada m¨¢s. Si quieres escucharme un momento, y dejamos en paz al viejo Shakespeare y sus tragedias, quiz¨¢ pueda darte una explicaci¨®n razonable. Durante la guerra, por razones que no necesito explicarte, has hecho por la colectivizaci¨®n del esfuerzo nacional m¨¢s que cualquier plan quinquenal de Stalin, y la gente lo ha encontrado l¨®gico y necesario. Cuando lo que est¨¢ en juego es la supervivencia de la naci¨®n, el ego¨ªsmo y los motivos personales se dejan a un lado. Tu gobierno ha creado, en plena guerra, el Servicio Nacional de Salud, el reparto de los alimentos y sus correspondientes cartillas de racionamiento. Las f¨¢bricas han funcionado, no en busca del beneficio empresarial, sino a impulso de las necesidades b¨¦licas. Cuando ha sido preciso retirar escombros, ayudar a los heridos o cuidar de las familias que perd¨ªan a sus hijos en el frente nadie ha escurrido el bulto, desde el lord m¨¢s encopetado al barrendero. Todos se han sentido ¨²tiles y a gusto en esa tarea colectiva... Pero, amigo m¨ªo, si eso no es el socialismo, se le parece mucho. No es extra?o que a la hora de elegir nuevo Gobierno no hayan querido cambiar esa pol¨ªtica y hayan preferido a los laboristas. Ya se despertar¨¢n de este sue?o que no ser¨¢ largo".
"Sigues siendo un buen ret¨®rico, Anthony -contest¨® Churchill-, pero tu racionalizaci¨®n de la derrota, tus esperanzas democr¨¢ticas, creo que est¨¢n fuera de lugar en este instante. Por una vez, tus razones no me convencen. En el coraz¨®n de mi coraz¨®n quedar¨¢ marcada a fuego la humillaci¨®n de hoy".
"Winnie -intervino la esposa-, quiz¨¢ esta derrota, que tanto te ha irritado, sea, al cabo, una bendici¨®n de Dios que nos permitir¨¢ descansar en Chartwell. Estoy deseando ver los cuadros que all¨ª vas a pintar".
"Mire usted, Clementine Hozier -contest¨® Churchill, sonriendo al fin-, le agradezco sus buenas intenciones a favor de las artes pl¨¢sticas y respecto a la bendici¨®n a la que usted alude, pienso que bien podr¨ªa Dios haberla dejado para mejor ocasi¨®n. En cualquier caso -continu¨®-, no deb¨¦is preocuparos por las declaraciones que har¨¦ ante los buitres que ya me est¨¢n esperando a la puerta de esta casa disfrazados de periodistas. Pondr¨¦ la mejor cara de la que soy capaz y frustrar¨¦ sus intenciones funerarias. Os adelanto las primeras palabras de mi declaraci¨®n: "La decisi¨®n del pueblo brit¨¢nico ha quedado registrada en los votos que se han escrutado. En consecuencia, abandono el cargo que se me confi¨® en tiempos m¨¢s oscuros". Luego ir¨¦ a ver al Rey para comunic¨¢rselo personalmente".
Un gran pol¨ªtico
En 1951, el primer ministro, el l¨ªder laborista Clement Atlee, disolvi¨® el Parlamento y convoc¨® nuevas elecciones para el 25 de octubre. A los 77 a?os, Churchill volvi¨® a ganarlas.
Winston Churchill falleci¨® el 24 de enero de 1965. Ten¨ªa 91 a?os y sobre su mesilla de noche hab¨ªa un despertador y una elevada pila de libros. Tiempo atr¨¢s hab¨ªa escrito: "La muerte es el mayor don que Dios nos ha dado".
Winston Churchill, pol¨ªtico ingl¨¦s, naci¨® en Woodstock, condado de Oxford, el 30 de noviembre de 1874. Se afilia al Partido Conservador en 1898. En 1904 se uni¨® a los liberales. Considerado el ¨²ltimo de los grandes estadistas, logra su primer cargo de gobierno en 1906.
En 1924 se reconcilia con los conservadores. Entre 1929 y 1939, per¨ªodo conocido de su vida como "los a?os perdidos", Churchill se apart¨® voluntariamente de la pol¨ªtica y se dedic¨® principalmente a escribir y a cultivar su afici¨®n por la pintura bajo el seud¨®nimo de Charles Morin. En 1939 retorna al Gobierno como primer lord del almirantazgo (1939-1940) y primer ministro (1940-1945). En 1945 participa en las conferencias de Yalta y Potsdam.
En 1951 gana las elecciones y vuelve a ocupar el cargo de primer ministro hasta 1955, cuando se retira de la pol¨ªtica. En 1953 recibe el Premio Nobel de Literatura. Muere en Londres en enero de 1965.
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