Una cuesti¨®n de Estado
Fue un d¨ªa largo, demasiado para los hastiados ciudadanos de Marbella; Jos¨¦ Luis Guti¨¦rrez, Alfonso Oca?a, Francisco Parra, los sucesivos alcaldes socialistas no eran capaces de dar gobernabilidad a la capital de la Costa del Sol. Seguramente aquel d¨ªa alguien, ?qui¨¦n?, le sugerir¨ªa a Jes¨²s Gil que hab¨ªa llegado el momento de sentar sus reales en Marbella. ?Por qu¨¦ no en Sitges o Zarauz?. Las circunstancias eran id¨®neas: un pueblo que hab¨ªa confiado en una formaci¨®n pol¨ªtica que hab¨ªa dado al traste con las esperanzas e ilusiones de la capital andaluza del turismo e iniciado el camino de los primeros casos de urbanismo bajo sospecha.
Desde entonces es una historia de fracasos: fracaso de los partidos pol¨ªticos, de la Justicia, de la Administraci¨®n, del Estado, en suma, el fracaso del sistema democr¨¢tico. El discurso del gilismo emergente era tan sencillo como falso. Se trataba de acabar con la inseguridad ciudadana y la prostituci¨®n; a cambio, inseguridad jur¨ªdica y corrupci¨®n, salsa y cutrer¨ªo, mucha salsa hasta acabar con la propia imagen de Marbella.
Es un fracaso de los partidos, de la Justicia, del Estado, de la Administraci¨®n, en suma, del sistema democr¨¢tico
Y, el r¨¦gimen dura y dura. Hace pocos meses hubo elecciones municipales y confiados, porque cre¨ªamos que lo hab¨ªamos hecho bien, todos los partidos democr¨¢ticos perdimos y Gil gan¨®, de nuevo, por mayor¨ªa absoluta. Pero, realmente no lo hab¨ªamos hecho tan bien. El urbanismo, el n¨²cleo inspirador, y leiv motiv del inter¨¦s y codicia ajena, segu¨ªa sin resolverse a pesar de la potencia de las competencias auton¨®micas en la materia y la justicia segu¨ªa sin imperar mostrando constantemente sus verg¨¹enzas en Marbella.
Pero, hay remedio. La clave est¨¢ en los partidos pol¨ªticos. Son la base constitucional de la democracia y a ellos, a nosotros, nos corresponde dar una soluci¨®n dialogada a algo que deber¨ªa de ser una "cuesti¨®n de Estado" para Andaluc¨ªa. Sin embargo, nuevamente estamos bajo, no ya la sombra sino la penumbra y caspa de las pelucas rubias y morenas del s¨ªndrome de La Moncloa.
Los partidos estatales renuncian, otra vez, a dar soluciones a Andaluc¨ªa. El PP prefiere trasladar la crisis de la Asamblea de Madrid a Andaluc¨ªa, el PSOE se defiende sabiendo que ah¨ª le duele y todo queda igual.
Sin embargo, tras el anuncio de la moci¨®n de censura, el GIL est¨¢ hoy dividido y formalmente disuelto aunque no ha desaparecido el gilismo como forma de hacer pol¨ªtica o como coartada a intereses especulativos.
La pregunta hoy es ?hay gilismo bueno y gilismo malo? ?Depende si est¨¢ en Marbella, Estepona o Manilva? ?Existe la figura del arrepentido? ?Se puede acabar con el gilismo apoy¨¢ndose en gilistas como el Duque de Su¨¢rez acab¨® con el franquismo apoy¨¢ndose en franquistas? ?Se puede negociar con un gilista, alcalde o no, el PGOU de Marbella?
La moci¨®n de censura, instrumento leg¨ªtimo para cambiar de alcalde, nos pone, otra vez, en evidencia. Que el PSOE no la apoye, como antes el PP, la hacen inviable por in¨²til. Sin el PSOE no habr¨¢ soluci¨®n urban¨ªstica en Marbella, sin el PP no habr¨¢ paz y renuncia a la confrontaci¨®n como sistema b¨¢sico y diab¨®lico del bipartidismo irresponsable que antepone, incluso a la salud e higiene democr¨¢tica en Marbella, la lucha partidaria.
Un efecto s¨ª ha tenido ya la moci¨®n, la disoluci¨®n del GIL y la descomposici¨®n del PSOE. De lo primero queda un alcalde sin apenas apoyo social, salvo que lo vote el PP y lo que queda del PSOE, es decir, un alcalde gilista sin el sustento de la fuerza que se present¨® a las elecciones pasadas: un tr¨¢nsfuga de s¨ª mismo. De lo segundo, queda el partido que di¨® paso a Gil y que es incapaz, con todo lo que manda, de encontrar el camino para arreglar Marbella.
Javier Aroca Alonso es secretario nacional de Comunicaci¨®n e Imagen del PA.
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