Los grafiteros destrozan la estaci¨®n de Chamber¨ª, cerrada hace 37 a?os
El alcalde prometi¨® convertir la parada subterr¨¢nea en un nuevo museo
La historia se repite cada d¨ªa en la l¨ªnea 1 del metro. Cuando el tren recorre el tramo entre las estaciones de Iglesia y Bilbao, distantes apenas medio kil¨®metro, muchos viajeros se pegan a las ventanillas y plantan la cara en el cristal con las manos abiertas junto a la cabeza para evitar los reflejos. Y all¨ª est¨¢: la estaci¨®n fantasma de Chamber¨ª. Testigo de los primeros a?os del suburbano madrile?o, cerrada en 1966 y condenada desde entonces al olvido. La pel¨ªcula dura s¨®lo unos segundos y pronto se llega a la siguiente parada, aunque la imagen permanece en la retina.
Pero hay algo de presente en esta m¨¢quina del tiempo. Desde hace un par de a?os, y con m¨¢s virulencia en los ¨²ltimos meses, los grafiteros han dejado su huella en esta fotograf¨ªa que parec¨ªa intacta al paso del tiempo. Los mosaicos y las cer¨¢micas que luc¨ªa el subsuelo de Chamber¨ª en los a?os veinte, sus ingenuos anuncios y el mobiliario de ¨¦poca han sucumbido a las visitas nocturnas de estos j¨®venes que se cuelan, burlando la vigilancia, por los t¨²neles del metro y que han destrozado por completo una de las joyas del suburbano. "Yo ni siquiera los llamar¨ªa grafiteros, y mucho menos artistas. Son unos chapuzas y unos v¨¢ndalos que lo ¨²nico que han conseguido es cargarse la estaci¨®n", suspira Hilario Tirado, uno de los responsables de la l¨ªnea 1.
El apeadero lleva as¨ª meses: mosaicos rotos, anuncios quemados y muebles pintarrajeados
Al estar demasiado cercana a las de Iglesia y Bilbao, la estaci¨®n fue clausurada en 1966
Chamber¨ª lleva as¨ª muchos meses: con los mosaicos rotos, los carteles publicitarios de los andenes arrancados o quemados y los muebles pintarrajeados. Pero el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, no hizo ninguna referencia a eso cuando prometi¨®, en la pasada campa?a electoral, que rehabilitar¨ªa la estaci¨®n para convertirla en un museo que recreara el ambiente de la ¨¦poca. "Es necesario recuperar el patrimonio arquitect¨®nico", dijo el entonces candidato. Un patrimonio que ahora ya s¨®lo consiste en pintadas, basuras y las cenizas de los incendios causados por los v¨¢ndalos en el interior, que ha ennegrecido el recubrimiento original de cer¨¢mica policromada.
La estaci¨®n de Chamber¨ª, obra del arquitecto Antonio Palacios, lleva 37 a?os cerrada. Este apeadero formaba parte de la primera l¨ªnea de metro, que se inaugur¨® el 17 de octubre de 1919 y que, con 3,48 kil¨®metros, recorr¨ªa la distancia entre Sol y Cuatro Caminos pasando por R¨ªos Rosas, Mart¨ªnez Campos, Chamber¨ª, Bilbao, Hospicio y Red de San Luis.
Pero la estaci¨®n se qued¨® pronto inservible. El d¨ªa de la inauguraci¨®n, Alfonso XIII hizo el recorrido de la l¨ªnea en s¨®lo ocho minutos, y con el paso de los a?os se comprob¨® que una parada en ese punto de la l¨ªnea no era rentable. Su ubicaci¨®n, a s¨®lo 223 metros de Iglesia y a 310 metros de Bilbao, obligaba a los trenes a mantener una velocidad muy reducida.
El 21 de mayo de 1966, las autoridades la clausuraron sin m¨¢s. Se tapiaron los accesos desde el exterior y todo se dej¨® tal y como estaba: no se recogieron las papeleras ni se quitaron los anuncios publicitarios, y los muebles, taquillas y tornos -hoy cubiertos por una gruesa y oscura capa de polvo- se abandonaron a su suerte. Para no perjudicar a los viajeros que utilizaban habitualmente la estaci¨®n, Metro habilit¨® nuevos accesos a la parada de Iglesia, en la calle de Sagunto, y a la de Bilbao, en la calle de Luchana, que daban servicio a los usuarios de Chamber¨ª.
Pasear hoy por la estaci¨®n fantasma es como aterrizar en el paisaje de una cat¨¢strofe. No se oye ni el zumbido de una mosca. S¨®lo el ruido de las pisadas en los cristales rotos y, de vez en cuando, el sonido de un tren lejano que atraviesa la estaci¨®n sin detenerse alteran un silencio casi sepulcral. Las linternas de los vigilantes de seguridad enfocan los recuerdos del pasado de la estaci¨®n, una memoria que los actos vand¨¢licos se han encargado de destrozar.
Cada cierto tiempo, j¨®venes grafiteros arriesgan sus vidas saltando en las estaciones cercanas y cruzando las v¨ªas para llegar a la de Chamber¨ª. S¨®lo para acabar con ella. Han quemado los anuncios pegados en las paredes de los andenes, en los que s¨®lo se puede entrever alg¨²n resto del lenguaje publicitario de la ¨¦poca: "Todo va mejor con Coca-Cola", "nuevo envase de medio litro". Las pintadas cubren los muros manch¨¢ndolo todo con mensajes tan originales como "Rob, te amo" y algunos m¨¢s sofisticados, obra de alg¨²n artista que ha decidido jugarse el pellejo para dejar indeleble su firma. "Alguna vez hemos tenido que perseguir a los grafiteros por las galer¨ªas", comenta un vigilante mientras sostiene su linterna. "A pesar de que, desde hace un a?o, se ha reforzado la seguridad, los chavales siguen entrando todav¨ªa".
El tiempo no se para en Chamber¨ª. En la entrada, las cabinas de los taquilleros y los revisores est¨¢n oxidadas por el aire encerrado all¨ª durante casi cuatro d¨¦cadas. Los pasillos que bajan hacia los andenes muestran planos del antiguo metropolitano y carteles de prohibido el paso. Tambi¨¦n ¨¦stos han sufrido los efectos del humo y los hongos, y han quedado cubiertos por una especie de costra rojiza que se deshace en los dedos.
Una sorpresa: no hay ratas. "Nunca las hay donde no hay alimento", bromea Luciano Pampanas, jefe de la l¨ªnea 1. "Lo verdaderamente extra?o es que ni siquiera hemos visto nunca una telara?a aqu¨ª abajo".
La parada podr¨ªa ser el decorado de una pel¨ªcula de misterio, un lugar perfecto para persecuciones como la de El tercer hombre o para el viaje inici¨¢tico de los tres j¨®venes protagonistas de la pel¨ªcula Barrio (1998). En aquella ocasi¨®n, el director Fernando Le¨®n de Aranoa convirti¨® la estaci¨®n en un ficticio refugio de indigentes. Y lo ha sido. Aunque nunca ha habido tantos como mostraba la pel¨ªcula, los responsables de la estaci¨®n reconocen que muchos mendigos han aprovechado su aislamiento para pernoctar y guarecerse del fr¨ªo. Un par de zapatos olvidados en uno de los pasillos dan prueba de ello.
Internet est¨¢ lleno de testimonios que recuerdan los a?os en los que el apeadero de Chamber¨ª estaba abierto. Para algunos, la estaci¨®n se ha convertido casi en un lugar de culto. "La estaci¨®n fantasma sigue conservando el sabor de la ¨¦poca de mi ni?ez. Me gustar¨ªa que hicieran el museo del metro en Chamber¨ª, aunque con ello desaparecieran los sue?os de ni?o, que en el fondo hoy siguen siendo los mismos", dej¨® escrito alguien en la red hace dos a?os.
Si Alberto Ruiz-Gallard¨®n cumple ahora su promesa y construye un museo sobre esta monta?a de polvo y escombros, la estaci¨®n fantasma volver¨¢ pronto al mundo de los vivos disfrazada de pieza decorativa. Puede que sea la ¨²nica manera de que los v¨¢ndalos la dejen descansar en paz.
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