Tarde para olvidar y volver a olvidar
Excepto el quinto de la tarde, que sirvi¨® para la muleta, los toros de Parlad¨¦ parec¨ªan ser hijos de varias vacas marinas. Un verdadero fiasco. Con ese material, tanto Enrique Ponce como Sebasti¨¢n Castella se estrellaron.
La faena de Enrique Ponce a su primero estuvo compuesta de medios pases por la izquierda, algo m¨¢s largos y suaves con la mano diestra. En su segundo valoramos la distancia que supo suministrar al toro; pero valoramos todav¨ªa m¨¢s el hecho de que el toro no tuviera un pase con la mano izquierda y ¨¦l le enjaret¨® cuatro series de naturales. Es verdad que eran medios pases; no obstante, tuvo m¨¦rito esa intenci¨®n de torear con la mano izquierda. Ante tanto aburrimiento, pongamos palabras a la sonrisa de Confucio: "El hombre valioso es aquel que sigue insistiendo aunque sabe que es imposible".
Parlad¨¦ / Ponce, Ferrera, Castella
Toros de Parlad¨¦, exasperadamente descastados, salvo el 5?, un buen toro. Enrique Ponce: pinchazo y estocada (ovaci¨®n); media estocada desprendida y descabello (silencio). Antonio Ferrera: pinchazo y estocada (ovaci¨®n); cuatro pinchazos -aviso- y cinco descabellos (silencio). Sebasti¨¢n Castella: estocada un pel¨ªn ca¨ªda -aviso- y descabello (ovaci¨®n); un pel¨ªn delantera (silencio). Plaza de Illumbe, 11 de agosto, 2? de feria. Tres cuartos de entrada largos.
Sebasti¨¢n Castella puso voluntad e inter¨¦s en sus dos toros. Recibi¨® a su primero a puerta gayola, de espaldas, muy valiente, pese a que despu¨¦s se embarull¨® al maltrazar una tafallera y dos chicuelinas. Anotamos un quite por chicuelinas, y una de esas chicuelinas fue ajustad¨ªsima. Inici¨® la faena con un pase cambiado, muy limpio y de espl¨¦ndida calidad. Despu¨¦s ya, tanto con la mano izquierda y la derecha, no acabaron de desarrollar la calidad debida, porque el toro no serv¨ªa. Estuvo valiente y mat¨® bien. Como mat¨® bien a su segundo, pero sin que su faena tuviera relieve. Volvi¨® a tener voluntad y bosquej¨® una especie de arrim¨®n.
Antonio Ferrera desaprovech¨® un buen toro, el quinto de la tarde. Cierto que despu¨¦s de tres pares de banderillas aceptables, lo mejor estuvo en su inicio. Cit¨® de lejos y lo aguant¨®. A partir de ah¨ª la faena fue todo un intento de quiero y no puedo. Trazaba pases largos, templados, algunos de cierta calidad, mas el toro era para haberle toreado por abajo, con profundidad y hondura, con el a?adido de haber podido sacar a relucir el toreo de aroma, que busca la grandiosidad de la tarde. Y no fue as¨ª. En muchos aspectos su actuaci¨®n no pas¨® de ser un hurac¨¢n de mediocridades. En su primer toro, segundo de la tarde, atesor¨® esa palabra tan poco bella, cual es la de vulgaridad. Estuvo con ese toro vulgar, sin fe, sin ganas. Es verdad que estuvo vulgar frente a un toro no menos vulgar.
Son varios toros de bandera (digamos) los que Antonio Ferrera ha dejado escapar sin cortar las orejas. Y eso en los tiempos que vivimos es imperdonable. Imaginamos que alguien cercano a ¨¦l le tiene que echar un rapapolvos de padre y muy se?or m¨ªo... No olvide el torero extreme?o que quien huye de la escarcha se encontrar¨¢ en alg¨²n momento con la dura nieve.
La falta de entrega verdadera hacia ese toro de triunfo le hace un flaco favor a la fiesta. En especial, porque no abundan dentro de la ganader¨ªa del bravo reses con la calidad suficiente para que den espect¨¢culo.
Lamentablemente, la mayor¨ªa de las veces los toros se comportan como los cinco hermanos de ese buen toro. Es decir, faltos de raza.
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