El dedo gordo
Hay familias que son como una pi?a. Hay familias que da gloria verlas. Hay familias que hablan mucho de sus apellidos y, cuando les nace un nuevo cachorro, le analizan las partes del cuerpo: "La nariz es P¨¦rez P¨¦rez (repiten el apellido por si cabe alguna duda), y la barbilla, S¨¢nchez S¨¢nchez". Hay familias que, despu¨¦s de zamparse una paella y varias botellas de vino, se ense?an los pies los unos a los otros para demostrarse que todos tienen el mismo dedo gordo del pie, chato y hacia dentro, y al comprobarlo una vez m¨¢s, se mean de la risa y sienten un orgullo ¨ªntimo de tener esa marca de f¨¢brica. Podr¨¢n ir las cosas mal en la vida, piensan, pero ese dedo gordo les hace sentir parte de una estirpe. Hay familias que presumen de ser todos estre?idos o de padecer todos flatulencias, y as¨ª lo sueltan: en esta casa somos todos muy flatulentos; a nosotros nos cuesta mucho obrar. Y se enorgullecen de ello, porque no es lo mismo ser un estre?ido y estar solo como un perro que ser un estre?ido porque tu familia lo es desde tiempos inmemoriales. Hay familias en las que son todos feos de asustar, pero presumen de aquella abuela de belleza sin par. Hay familias que repiten todo el rato los dichos idiotas que dec¨ªa el abuelo. Hay familias as¨ª. Lo respeto, pero no es el caso de la m¨ªa. Tal vez nuestro desapego venga de que mi padre no se acordaba bien de nuestros nombres cuando ¨¦ramos peque?os y crecimos sin identidad. Ahora confunde a los nietos. Ellos lloran al principio, pero luego pierden la identidad y son inmensamente felices. Me acuerdo de una vez que el EPS sacaba en portada a presentadoras de televisi¨®n y mi padre me llam¨® para decirme: "Esta vez s¨ª que has salido guapa, hija m¨ªa". Me cost¨® mucho convencerle de que no era yo y a¨²n, a d¨ªa de hoy, dice: "Aquella s¨ª que era una buena foto". En mi casa cada hermano tenemos el dedo gordo de una manera. En mi casa, no s¨¦ por qu¨¦, las tradiciones no cuajan. Por eso, me inquiet¨¦ tanto cuando uno de mis hermanos me avis¨® de que vendr¨ªa con los ni?os a vernos porque dice que es una tradici¨®n de todos los veranos. Yo me pregunto: ?d¨®nde est¨¢ escrita semejante cosa? M¨¢s me alert¨¦ cuando los vi aparecer con un coche enorme del que sal¨ªan una cantidad de ni?os y perros que, de verdad, cuando lees que en Espa?a cae el ¨ªndice de natalidad y sube el ¨ªndice de perros abandonados, me digo a m¨ª misma si mi hermano se habr¨¢ planteado ¨¦l solito subir un ¨ªndice y bajar el otro. Yo le digo: "No tienes por qu¨¦ asumir t¨² solo esa carga". Mi santo y yo pensamos que si supi¨¦ramos cu¨¢ntas mudas hab¨ªan tra¨ªdo en esa maleta, podr¨ªamos hacernos una idea de cu¨¢ntos d¨ªas van a quedarse. Ayer planeamos que ¨¦l se los llevar¨ªa a tomar un helado y mientras yo registrar¨ªa la dichosa maleta. As¨ª lo hicimos, y estaba yo, contando calzoncillos y bragas diminutos, cuando oigo la voz de mi cu?ada a mis espaldas. Se me sali¨® el coraz¨®n de la ¨®rbita. Me dijo fijamente a los ojos: "Lo bueno del verano es que con los ba?adores, los ni?os casi no necesitan mudarse, ?no crees?". Y aqu¨ª siguen, ?no los oyen? Est¨¢n en la piscina y cantan: "Tengo chopitos, tengo ensal¨¢ y unas huevas muy bien ali?¨¢s". Es la manera en que la manada exige que les vayamos preparando la comida.
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