El catecismo

El ministro de Defensa, Federico Trillo, admiti¨® ayer que su departamento "orient¨®" a los militares seleccionados para hablar en los medios de comunicaci¨®n sobre la participaci¨®n espa?ola en la guerra de Irak, pero rest¨® trascendencia a la iniciativa y neg¨® cualquier intenci¨®n de adoctrinamiento en el argumentario con formato de catecismo -preguntas/respuestas- elaborado al respecto y cuya existencia ha sido revelada por EL PA?S. Sin embargo, la iniciativa de Defensa no puede separarse de la actitud general del Gobierno respecto a la crisis iraqu¨ª, presidida por una ambig¨¹edad calculada respecto al significado del compromiso b¨¦lico espa?ol y por la b¨²squeda de avales externos a impopulares decisiones pol¨ªticas propias.

Ambig¨¹edad: Aznar quiso fotografiarse en las Azores entre los futuros vencedores y a la vez disfrazar de ayuda humanitaria la participaci¨®n -modesta - en el conflicto. Siempre ha sostenido que esa presencia estaba avalada por resoluciones de Naciones Unidas, cuando en realidad se trataba de asumir la interpretaci¨®n interesada que el presidente Bush estaba haciendo de tales resoluciones como cobertura de la decisi¨®n, firme desde el verano de 2002, de invadir Irak en cualquier caso: con independencia de que se probase o no que Sadam pose¨ªa armas de destrucci¨®n masiva con las que se propon¨ªa atacar a Occidente. Hoy sabemos que algunas de las acusaciones eran falsas, como la supuesta compra de uranio enriquecido en N¨ªger, y otras, exageradas o basadas en pruebas manipuladas como las que obligar¨¢n al primer ministro brit¨¢nico a declarar ante el juez que investiga las circunstancias del suicido del experto en armas biol¨®gicas David Kelly.

No habr¨ªa nada malo en que el Gobierno informara a los mandos del Ej¨¦rcito de sus razones para involucrarse en el conflicto si no fuera porque tales razones se apoyaron en esas pruebas exageradas o manipuladas y porque result¨® evidente el intento de ampararse en opiniones aparentemente neutras, de expertos militares, para justificar una toma de posici¨®n netamente pol¨ªtica. ?se es el reproche que merece la actitud del departamento que dirige Trillo.

La ambig¨¹edad del Gobierno se ha manifestado tambi¨¦n en el terreno institucional. Mediante el expediente de evitar t¨¦rminos como guerra, antes, y ocupaci¨®n, ahora, Aznar ha dado por supuesto que no eran de aplicaci¨®n las disposiciones constitucionales sobre la declaraci¨®n de conflicto b¨¦lico. En consecuencia, el Parlamento es informado, pero no requerido para aprobar decisiones como el env¨ªo de tropas en apoyo de la potencia ocupante. A diferencia de Bush, que nunca ocult¨® sus intenciones, aunque fuera variando la justificaci¨®n invocada, Aznar s¨ª trat¨® de hacerlo y desde el primer d¨ªa centr¨® su argumentaci¨®n en la amenaza para Espa?a derivada de la posesi¨®n por Sadam de armas de destrucci¨®n masiva y de su intenci¨®n de ponerlas en manos de terroristas. Como la idea de guerra preventiva era rechazada por la opini¨®n espa?ola, present¨® como hechos probados lo que no eran sino hip¨®tesis. Y recurri¨® para ello a la autorizada opini¨®n de expertos militares previamente aleccionados.