Un irreflexivo baile de m¨¢scaras
De tanto torear con la mentira por delante, nos han hecho creer que es la verdad. Y no lo es. En la actuaci¨®n del sexto de la tarde, el presidente dio una oreja a C¨¦sar Jim¨¦nez. Ese presidente, Francisco Tuduri, que tan bien llevaba su cargo, ayer debi¨® estar m¨¢s riguroso. Porque la faena de C¨¦sar Jim¨¦nez estuvo plagada de una est¨¦tica mentirosa, como lo de citar al toro de rodillas en el centro de la plaza y despu¨¦s torear muy vertical, con mucho aparato esc¨¦nico, no exento de folcl¨®rica superficialidad. Le falt¨® la hondura y el cargar la suerte como mandan los c¨¢nones. Pero los p¨²blicos se quedan boquiabiertos cuando el torero les llena de arte circunvalatorio y perif¨¦rico. Es el toreo de circunloquios; es decir, torear de manera epid¨¦rmica aparentando que se est¨¢ toreando como los ¨¢ngeles. Y vuelta a decirlo: a ese toreo le faltan la magia y la verdad. Uno se acuerda de Jos¨¦ Bergam¨ªn cuando dec¨ªa: "En el toreo, todo lo que no es misterio es trampa". El diestro madrile?o imprimi¨® a su primer toro, segundo de la tarde, mucha m¨¢s enjundia que todo lo que le hiciera al sexto. Ese toro no pasaba; cuando pasaba, lo hac¨ªa a rega?adientes. Entonces, el torero, con voluntad, met¨ªa la mano abajo para llevarle toreado. Cierto que no lo consigui¨® la mayor¨ªa de las veces, pero no es menos cierto que con su actitud estaba justificando lo cobrado. Ah¨ª s¨ª le damos el m¨¦rito que merece.
Torrealta / El Califa, El Juli, Jim¨¦nez
Toros de Torrealta, en general con poca fuerza, manejables, salvo el 3? (de Esteban Isidro, que sustituy¨® a uno devuelto) y el 5?. El Califa: pinchazo y media estocada -aviso-, cae el toro (vuelta); estocada un pel¨ªn desprendida (petici¨®n y vuelta). El Juli: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo hondo y descabello (silencio). C¨¦sar Jim¨¦nez: un gran espadazo (ovaci¨®n); -aviso antes de entrar a matar- pinchazo y estocada ca¨ªda (oreja). Plaza de Illumbe, 12 de agosto, 3? de feria. Casi lleno.
El Califa, en su primero, lo tore¨® demasiado r¨¢pido. Hab¨ªa momentos en que llevaba al toro toreado, mas se notaba que algo le faltaba a esta faena. Y era lo que siempre sale a relucir cuando se practica el arte del toreo. Le faltaba magia, duende y hondura. Otra cosa fue que en la faena de su segundo toro a los pases con la mano diestra les faltaba arte; sin embargo, acredit¨® valor y vibraci¨®n porque se ajustaba al toro, y entre toro y torero exist¨ªa esa delgadez del hilo del manantial que brota de las minas. Y, ya que entra en este texto la palabra manantial, recordemos como referencia que, cuando se bajan las manos de verdad, se toca el manantial del toreo grande.
Lo de El Juli va para consultarlo con la pitonisa de turno. Con los rehiletes estuvo pesado como un saco de cemento. Con la franela, en un toro y otro, sus dos faenas abundaban en la falta de calidad. Su actuaci¨®n nos invitaba al puro sue?o. Los pases que instrument¨® a sus dos toros eran insulsos como los parches de un tambor. Vi¨¦ndole torear cab¨ªa pensar que alg¨²n d¨ªa los capotes y muletas se le van a rebelar pidi¨¦ndole cuenta por el poco lustre y dignidad que les est¨¢ dando ¨²ltimamente, enti¨¦ndase, no dando. Obviamente, su mano no parece alcanzar a verse muleteando al toro, sino para alargarse hasta cobrar el ¨²ltimo euro estipulado.
Ante tal abstinencia angustiosa de ver suertes buenas, queremos recordar que los dos pares de F¨¦lix Jes¨²s Rodr¨ªguez, en el primero, y los de Poli Romero, en el sexto, estuvieron a la altura de las grandes verdades. Las vueltas al ruedo y el trofeo cortado no hacen justicia a cuanto pas¨® en el coso donostiarra. La consecuencia de todo esto es que asistimos a un irreflexivo baile de m¨¢scaras.
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