La liturgia taurina
La fiesta taurina es una liturgia normalizada de color y emoci¨®n, que da culto al toro bravo, horrenda reencarnaci¨®n de los colectivos temores tel¨²ricos. Derribado el t¨®tem ?a qui¨¦n rinde culto la fiesta? ?a santo de qu¨¦ esta liturgia?
Rompi¨® plaza un novillo colorado ojo de perdiz, reserv¨®n y asustado, que corri¨® el anillo tanteando la salida. Sobre la carrera, Juan Andr¨¦s Gonz¨¢lez le tir¨® una larga, y al cabo, varios lances discretitos, tanto como el comportamiento de la res en varas, meramente simb¨®lico, lo suficiente para claudicar dos veces.
Semejantes augurios dispon¨ªan todo para la celebraci¨®n de la liturgia gris, carente de fuerza, emoci¨®n y sentido: el novillo, en vez de embestir, trotaba a su aire, terminando unas veces de pie y otras no, acortando el viaje a cuyo remate el novillero corr¨ªa apresurado. Palmas fr¨ªas y vuelta a empezar en nombre de no se sabe qu¨¦, pues lidia y tauromaquia eran palabras huecas.
Escobar / Gonz¨¢lez, Bol¨ªvar, Contreras
Dos novillos de Herederos de Jos¨¦ Mar¨ªa Escobar, 2? y 4? y cuatro de Mauricio Soler Escobar, mansos y con poca fuerza, el 5?, sobrero de Gabriel Rojas. Juan Andr¨¦s Gonz¨¢lez: estocada trasera (ovaci¨®n); tres pinchazos, estocada (silencio). Luis Bol¨ªvar: dos pinchazos -aviso-, cuatro descabellos -segundo aviso-, dos descabellos (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (oreja). Jorge Contreras: tres pinchazos, media ca¨ªda ladeada, cuatro descabellos (silencio); pinchazo, estocada honda y descabello (silencio). Plaza de la Malagueta, 12 de agosto, 3? de abono. La plaza registr¨® menos de un cuarto de entrada.
La mansedumbre del cuarto se tradujo en salir suelto del caballo, tardear en la arrancada y acortar las embestidas, todo en un grado de m¨¢xima soser¨ªa que se agravaba al reba?ar por ambos lados. Hab¨ªa demasiada tela por cortar, desenga?ar y someter para unas tijeras manejadas por manos tan voluntariosas como inexpertas, lo que motiv¨® una premia por v¨ªa de urgencia.
Luis Bol¨ªvar abri¨® los p¨¦talos de su capote, pero su buena intenci¨®n se vio frenada por las fuerzas podridas de un novillo que no se ten¨ªa, condici¨®n que lo dispuso a defenserse y acortar el viaje, propinando sendas volteretas a matador y banderillero. Cada manso tiene su lidia, pero no se especifica nada acerca de los cojos, cuesti¨®n que Bol¨ªvar intent¨® resolver administrando el tragant¨®n, prolongando la embestida y tomando mucho aire. Pag¨® con sudores, posiblemente fr¨ªos, una labor t¨¦cnica y valiente, que alcanz¨® la mejor nota en una enjundiosa serie de naturales bien rematados por bajo. Ofici¨® la liturgia del valor y la pring¨® con el acero.
Volvi¨® a tomarse en serio y de manera solvente la lidia del sobrero, hilvanando las series en presencia del valor y la seguridad, que el arte puede esperar. La faena es continuidad y a ella se consagr¨® el novillero que, tras un pinchazo, entr¨® a matar o morir consiguiendo una espectacular estocada. Es de los pocos de su escalaf¨®n que ha retomado el abecedario, tiene condiciones para recitarlo y tiempo para ser el segundo Bol¨ªvar a quien levanten estatua. S¨®lo es cuesti¨®n suya y de la suerte el anhelado final feliz.
Hace un a?o que debut¨® con picadores Jorge Contreras sin que todav¨ªa se sepa para qu¨¦. Total, ni siquiera sabe colocarse a la cabeza del caballo en el tercio de varas, nombre antiguo y pretencioso con el que se designa el alanceamiento de semovientes sin fuerza ni bravura. El ayuno de sabidur¨ªa y habilidad le impidi¨® resolver las arrancadas cortas y vigorosas de su enemigo, dando la impresi¨®n de estar a su merced, con las fuerzas justas para el toque de retirada. Es complicado oficiar sin conocer el oficio y sin tener gana ni cualidades para aprenderlo, lo que lleva a la liturgia de la nada y del vac¨ªo.
En el sexto confirm¨® expectativas: con un giro de 180 grados puede ser un buen torero. No se vea en estas palabras una especial acidez, pero la verdad s¨®lo tiene un camino y no sirve de nada llamarse a enga?o.
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