La par¨¢bola del australopiteco pendenciero
Pese a todas las atrocidades hist¨®ricas cometidas en su nombre, la gen¨¦tica ofrece un n¨ªtido argumento contra el racismo: s¨®lo el 5% de la variabilidad gen¨¦tica humana se debe a la etnia a la que pertenezca una persona. El 95% restante no son diferencias entre etnias, sino entre individuos dentro de cualquier etnia. El citado 5% da cuenta de las adaptaciones al clima -piel clara u oscura, cuerpo estilizado o compacto, mayor o menor metabolismo basal-, pero no de los rasgos intelectuales que tanto preocupan a los racistas. Muchas cualidades mentales tienen componentes hereditarias, s¨ª, pero su variabilidad pertenece al 95% que depende del individuo y no de la etnia. Si usted es tonto y blanco, no culpe de lo primero a lo segundo.
Pero hay un corolario de lo anterior que no suele llamar la atenci¨®n, y es bien curioso. La especie humana surgi¨® en ?frica hace poco m¨¢s de 60.000 a?os, y desde all¨ª coloniz¨® el resto del planeta. Si en esos 60.000 a?os s¨®lo ha dado tiempo para que las poblaciones que migraron a uno u otro lugar difieran ahora en un 5%, ?de d¨®nde diablos procede el 95% restante de la variabilidad gen¨¦tica humana? S¨ª, esos genes variables que afectan entre otras cosas al intelecto. S¨®lo parece haber una soluci¨®n: esa variaci¨®n la llev¨¢bamos puesta de serie desde que naci¨® la especie. En cierto sentido no es nuestra, sino de los hom¨ªnidos, de los monos y qui¨¦n sabe de qu¨¦ otros animales que nos precedieron en los meandros de la evoluci¨®n biol¨®gica.
El neurocient¨ªfico del Massachusetts Institute of Technology (MIT) Steven Pinker afirma que la personalidad humana var¨ªa en cinco ejes principales (con todas las gradaciones en cada eje): introvertido o extravertido, estable o neur¨®tico, conformista o experimental, apaciguador o pendenciero y premeditado o improvisador. Si no tiene nada que hacer ahora mismo, puede asignar a cada uno de esos ejes una serie de valores del 1 al 6 (por ejemplo, muy introvertido es 1 y muy extravertido es 6) para encontrar la f¨®rmula num¨¦rica que le define. Si es usted un t¨ªpico 16251, estamos apa?ados. Les dir¨ªa mi f¨®rmula, pero soy demasiado introvertido.
La posici¨®n que usted ocupe en cada uno de los cinco ejes, por cierto, tiene una componente gen¨¦tica del 40% o el 50%, m¨¢s o menos. Eso quiere decir que, si uno es un pendenciero redomado, la mitad de la culpa es de sus genes, y la otra mitad es de la (p¨¦sima) educaci¨®n que ha recibido. Y a eso ¨ªbamos. Porque casi toda esa variabilidad gen¨¦tica en los cinco ejes de la personalidad deb¨ªa existir ya antes de que surgiera la especie humana, como demostramos antes. ?No es esto curioso?
La implicaci¨®n es que unos Homo erectus deb¨ªan ser introvertidos y otros extravertidos, unos australopitecos estables y otros neur¨®ticos, unos ardipitecos conformistas y otros experimentales, y tal vez habr¨¢ chimpanc¨¦s apaciguadores y pendencieros, acaso gorilas conformistas y experimentales. La especie humana es una de las m¨¢s homog¨¦neas gen¨¦ticamente de la Tierra, y nuestra escasa variaci¨®n la hemos heredado casi por completo de nuestros irracionales ancestros. El cient¨ªfico brit¨¢nico Robert Plomin cree que incluso las variaciones innatas en la inteligencia tienen un origen prehumano. Resulta incre¨ªble, pero no es f¨¢cil escapar de los datos. Mirando a nuestro vecino podemos ser testigos de la historia natural del planeta.
?Qu¨¦ nos hizo humanos, entonces? La respuesta tradicional sigue siendo la m¨¢s coherente: el lenguaje. Por supuesto, el lenguaje es mucho m¨¢s que un sistema de comunicaci¨®n. Es un sistema para organizar, archivar, consultar, manipular y combinar conceptos de infinitas formas, y todo ello dentro de una sola cabeza, antes de comunicarse con nadie. La tribu de la que venimos todos no era muy grande -tal vez s¨®lo unos miles de individuos-, y su repertorio de variaciones gen¨¦ticas estaba copiado de los monos. Pero esos tipos hab¨ªan inventado la sintaxis, y aqu¨ª estamos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.