Gran Highsmith
Entre lo delicioso y lo feroz se mueven las dos novelas y el volumen de cuentos, en su mayor¨ªa in¨¦ditos, de la corrosiva Patricia Highsmith. La autora crea un progresivo y alucinado clima de desquiciamiento al enfrentar a sus personajes con la mentira, el delirio o el fracaso.
La mentira huele a muerte, o as¨ª lo sinti¨® una vez Joseph Conrad, y de la mentira tratan estas dos estupendas y tristes novelas de Patricia Highsmith, Ese dulce mal (This Sweet Sickness, 1960) y El diario de Edith (Edith's Diary, 1977): de la mentira o del delirio, que quiz¨¢ no sea exactamente una falsificaci¨®n, sino s¨®lo una creencia personal y err¨®nea basada en inferencias incorrectas, como dicen los cat¨¢logos de psicopatolog¨ªa.
El dulce malestar que imagin¨® Highsmith es un enamoramiento equivocado, en una ciudad del Estado de Nueva York, a finales de los a?os cincuenta: el enamorado tiene celos (como si llevara una piedra de dos kilos en el pecho) porque una antigua novia, o casi novia, se ha casado con un repugnante, idiota y arruinado eunuco vendedor de electrodom¨¦sticos, o as¨ª lo ve el enamorado delirante, David Kelsey, joven cient¨ªfico con un magn¨ªfico expediente de becas y premios, ahora ingeniero jefe en una f¨¢brica de pl¨¢sticos.
EL DIARIO DE EDITH. ESE DULCE MAL
Patricia Highsmith
Traducciones de Jos¨¦ Luis L¨®pez Mu?oz
Anagrama. Barcelona, 2003
358 y 300 p¨¢ginas. 16,50 y 16 euros
UNA AFICI?N PELIGROSA
Patricia Highsmith
Traducci¨®n de Isabel Mu?oz
Anagrama. Barcelona, 2003
309 p¨¢ginas. 16 euros
Pero no se gusta el magn¨ªfico Kelsey, e inventa que es otro, con otro nombre, otra casa, otra vida, lejos de su ¨ªntimo fracaso absoluto (se parece en esto al asesino triunfador Tom Ripley, la memorable creaci¨®n de Highsmith, y, seg¨²n Isak Dinesen, en la naturaleza de un hombre un secreto es algo feo, como un defecto f¨ªsico escondido). El otro yo de Kelsey, William Neumeister, sabe que su enamorada Annabelle no quiere a su marido: ?lo va a dejar para casarse por fin con su primer y verdadero novio, Kelsey! Patricia Highsmith posey¨® el don de presentar los pensamientos perturbados con la misma ecuanimidad que merecen los m¨¢s razonables, y as¨ª sus historias adquieren un progresivo y alucinado clima de desquiciamiento.
Edith apenas registraba en su diario alg¨²n pensamiento sobre la pl¨¢cida existencia en un pueblo de Pensilvania, pero la desilusi¨®n que le produce un hijo desastroso la lleva a anotar, como si fueran ciertos, acontecimientos menos torcidos que la vida aut¨¦ntica: el hijo, estudiante p¨¦simo, impotente borracho veintea?ero, en el diario ser¨¢ ingeniero y padre de dos ni?os, triunfante en la Universidad de Princeton y en los campos petrol¨ªferos de Kuwait, aunque probablemente su principal haza?a real s¨®lo merezca la calificaci¨®n de asesinato. Son los a?os de los Kennedy, los Beatles, Vietnam, Nixon, Allende y Kissinger, un tiempo de esperanzas estropeadas, como el matrimonio de Edith. No hay mucho crimen en estas novelas, si es que el aut¨¦ntico crimen, seg¨²n lo ve Patricia Highsmith, no est¨¢ en la casi voluntaria vida infeliz, origen de todo mal, una especie de maldad inconsciente y activa.
En Una afici¨®n peligrosa, cuentos escritos por Highsmith entre sus 30 y 50 a?os, en su mayor¨ªa archivados hasta ahora, in¨¦ditos, uno de los personajes terminales de Highsmith dice: "La vida es un largo fracaso de comprensi¨®n". El fracaso aparece aqu¨ª como una fijaci¨®n, incluso como forma de plena y dichosa realizaci¨®n personal. De la felicidad Highsmith tuvo una visi¨®n corrosivamente divertida, y, entre lo delicioso y lo feroz, lo demuestra en estas p¨¢ginas: hay un perro perfectamente educado que hace sentirse inferior a su amo, y lo mejora, movi¨¦ndolo a aprender franc¨¦s y gastronom¨ªa mientras oye a Mozart, y tambi¨¦n hay un asesino imaginario que sufre c¨¢rcel por los imaginarios actos que, como Edith, anot¨® en su diario, y piensa que al menos ha logrado lo que pocos logran: aniquilar a los que desprecia. Otros logran menos, como ese que encuentra a su feo doble y, al matarlo, se mata a s¨ª mismo, tal como le ocurr¨ªa a cierto personaje de Edgar Allan Poe. La gente de Highsmith suele estamparse contra la pared o contra el suelo, como si cayera bajo el peso de una vida que le gusta poco, y literalmente se destroza a s¨ª misma, casi humor¨ªsticamente.
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