El coraz¨®n contento o c¨®mo ligar con gafas
Las personas que trabajan en el cine llaman al resto, o sea, a los que se ganan la vida con otros empleos, gente normal. Cuenta la leyenda que una vida de pareja feliz s¨®lo puede alcanzarse con una persona normal y que las relaciones con los compa?eros de far¨¢ndula terminan demasiado mal y demasiado pronto. Un gran actor es todav¨ªa mejor si en lugar de compartir su vida con una actriz, maquilladora o script, comparte su vida con una enfermera, por ejemplo. La gente del cine piensa que en un hospital no hay tantas ocasiones para los devaneos y distracciones que hacen fracasar sus matrimonios. Est¨¢n muy equivocados. Pero ¨¦sa es otra historia.
Mercedes era guionista. Acababa de separarse de su ¨²ltima pareja normal. Visto que era la cuarta relaci¨®n de convivencia que encadenaba y que, pese a limitarse a arquitectos, procuradores y maestros, aquello nunca terminaba de cuajar, tom¨® una firme decisi¨®n: "Se acab¨® la gente normal. Quiz¨¢ el mito de su estabilidad no sea cierto. Quiz¨¢ no nos entiendan a los titiriteros porque no compartimos el mismo mundo. El pr¨®ximo ser¨¢ un anormal".
Quiz¨¢ se estaba excediendo en el trato cordial y a la vez respetuoso para con sus colaboradores. Si de verdad quer¨ªa ligar con un anormal, tendr¨ªa que ser m¨¢s efectiva
Una de las cosas peores de dirigir cine es que uno est¨¢ castigado a ver la pel¨ªcula que ha hecho, o sea, las consecuencias de sus actos, una, cien y mil veces
El guionista trabaja solo en su casa y s¨®lo tiene contacto con tres tipos de personas: el de la tienda de las fotocopias, el cajero del banco y el asesor fiscal
Dicho y hecho.
Se levant¨® de buena ma?ana y, en lugar de escribir, se dispuso a ligar. Sin embargo, la cosa no era tan sencilla porque la de guionista no es la posici¨®n ideal para ligar en el mundo del espect¨¢culo. El guionista trabaja solo en su casa frente a un ordenador y s¨®lo tiene contacto con tres tipos de personas: el de la tienda de las fotocopias donde encuaderna los guiones, el cajero del banco donde ingresa sus escasos cheques y, por ¨²ltimo, el asesor fiscal que pone orden a sus facturas y recibos. Mercedes hab¨ªa trillado ya los tres ramos. Ahora se deb¨ªa a los de su propio gremio, pero aqu¨ª radicaba la segunda y m¨¢s grave dificultad: Mercedes, como el 90% de los guionistas de este planeta, llevaba gafas, y las mujeres con gafas, es cosa bien sabida, no ligan.
No obstante, una ma?ana en que Mercedes hojeaba una revista femenina y constataba con pena que todav¨ªa no hab¨ªa nacido una modelo con gafas, su tel¨¦fono son¨®. Era un productor y no la invitaba a cenar en plan rom¨¢ntico, pero le propon¨ªa dirigir una pel¨ªcula.
"Menos da una piedra", pens¨® Mercedes, a lo cual sigui¨® el pensamiento que tantos hombres desde los hermanos Lumi¨¨re han confundido con la vocaci¨®n de dirigir: "Si dirijo, seguro que ligo".
Con esta motivaci¨®n tan profunda en mente, Mercedes emprendi¨® su carrera de directora.
Llam¨® a sus amigas directoras para asesorarse. En realidad, esto no le llev¨® ni mucho tiempo ni mucho dinero, puesto que las mujeres directoras se cuentan con los dedos de las manos. De una mano, en concreto. Primero habl¨® con Dominique e Isabel, que le aconsejaron centrarse en el equipo t¨¦cnico y evitar a toda costa el equipo art¨ªstico. Despu¨¦s habl¨® con Rosa, que le dio una acertad¨ªsima clase sobre protocolo y moda para rodajes. Y al fin llam¨® a Marisol, que estaba dando de mamar y no pudo ponerse.
Se inici¨® la preproducci¨®n.
Mantenerse alejada de los actores no fue tarea f¨¢cil. Ahora que era directora, los mismos tipejos que antes no la miraban a la cara eran tan incre¨ªblemente amables que hasta parec¨ªa que no les importaba que llevara gafas. Encima era muy dif¨ªcil no enamorarse de ellos cuando interpretaban el papel de hombre ideal descrito en el gui¨®n. Sorprendentemente, siempre ten¨ªan las palabras adecuadas en los labios (las que ella misma hab¨ªa escrito). ?Y eran tan apuestos!
Sin embargo, Mercedes no deseaba que la desearan s¨®lo para conseguir un papel. Deseaba que la desearan con deseo aut¨¦ntico, o sea, por su f¨ªsico, de modo que con voluntad de hierro consigui¨® no abusar de su posici¨®n para llevarse al catre a un anormal. Y no se lo llev¨®. A ninguno. Nadie la llam¨® nunca ni para salir, ni para entrar ni para nada. Fue muy triste.
Tras el casting lleg¨® una nueva oportunidad: las localizaciones. O sea, dar vueltas como un tonto en coche por toda la provincia buscando los decorados para la pel¨ªcula. Esta fase reforz¨® su autoestima porque vagar durante horas capitaneando un autocar lleno de hombres (el jefe de sonido, el director de arte, el jefe de el¨¦ctricos, el director de fotograf¨ªa, el ayudante de direcci¨®n, todos con sus segundos de a bordo, a cual m¨¢s varonil tambi¨¦n, y todos equipados con herramientas y artilugios. A Mercedes no le pod¨ªan parecer m¨¢s sexys) elevaba bastante el nivel ambiental de feromonas.
Mercedes calcul¨® que para el final de las localizaciones se habr¨ªa enamorado unas... diecisiete veces. Sin embargo, tampoco esta vez ocurri¨® nada.
Quiz¨¢ se estaba excediendo en el trato cordial y a la vez respetuoso para con sus colaboradores. Si de verdad quer¨ªa ligar con un anormal, tendr¨ªa que ser m¨¢s efectiva.
Y al fin lleg¨® el rodaje. Temido y deseado, el primer d¨ªa su preocupaci¨®n no fue d¨®nde poner la c¨¢mara, ni siquiera si el equipo se dar¨ªa cuenta de que carec¨ªa de toda formaci¨®n cinematogr¨¢fica. No. Su ¨²nica preocupaci¨®n era si le quedaban bien los pantalones ajustados que hab¨ªa elegido y si estar¨ªa feo pedirle a la maquilladora que le depilara las cejas.
Visto que ni con los actores ni con los t¨¦cnicos hab¨ªa nada que hacer, la joven promesa con gafas del cine espa?ol se dedic¨® por completo a los meritorios. Ella quer¨ªa su anormal, aunque fuera un anormal aprendiz, incipiente y, por tanto, poco anormal todav¨ªa.
Fue simpatiqu¨ªsima con el combista, o sea, el chico que maneja el v¨ªdeo en el que se registra todo lo que se rueda; encantadora con el meritorio de direcci¨®n, que cortaba las calles y que ten¨ªa un lejano e irresistible parecido con su primer amor del colegio, y adorable con el meritorio de producci¨®n, alias 19 A?os, pues ¨¦sa era su edad. Ser deliciosamente accesible con un meritorio tiene m¨¢s m¨¦rito de lo que parece, puesto que los meritorios tienden a ser desterrados por sus jefes lejos del set, o sea, de donde est¨¢ la c¨¢mara y donde tiene que estar la directora todo el rato.
Mercedes sembr¨® y sembr¨®, pensando que cosechar¨ªa en la fiesta de fin de rodaje, momento en que cristalizan todas las tensiones er¨®ticas larvadas durante esa convivencia intensa que es un rodaje.
Pero nada cristaliz¨®.
Los meritorios se fueron con las meritorias y ella acab¨® la noche del fin de su rodaje sola.
Pero a¨²n hab¨ªa esperanza, a¨²n quedaba la posproducci¨®n.
Mercedes mir¨® a su alrededor y supo que el montaje era el segundo peor lugar del mundo para ligar despu¨¦s de su casa. De hecho, era muy parecido a su casa: una mesa, un ordenador, una silla. El montador, atractivo, de ojos claros, pero, qu¨¦ l¨¢stima, felizmente casado. El m¨²sico, el editor, el mezclador, todos pillados tambi¨¦n. Y algunos por mujeres normales, para m¨¢s inri. Otra desgracia.
La peli llegaba a su fin. El nivel de estr¨¦s de la pobre Mercedes se dispar¨®. M¨¢s que comer, devoraba. Una de las cosas peores de dirigir cine es que uno est¨¢ castigado a ver la pel¨ªcula que ha hecho, o sea, las consecuencias de sus actos, una, cien y mil veces. Y eso es m¨¢s de lo que mucha gente puede soportar.
"Lo de dirigir no estuvo mal, pero ligar, lo que se dice ligar, eso, fatal. Y ahora, gorda y con gafas, t¨² me dir¨¢s". El foie ca¨ªa por su es¨®fago inexorable con destino a sus caderas, pero nada le importaba ya una mierda. Mercedes engull¨ªa sin levantar la mirada del plato. Nacho la escuchaba con susto. ?l tambi¨¦n era guionista. ?l tambi¨¦n quer¨ªa dirigir. ?l tampoco ligaba. ?l tambi¨¦n llevaba gafas.
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