Disoluci¨®n
Dec¨ªa Antonio Ortega en sus recientes comparecencias p¨²blicas sobre Marbella que ante una situaci¨®n como la que viene d¨¢ndose en la ciudad costasole?a s¨®lo cabe estar junto a los partidos democr¨¢ticos. El Partido Andalucista sostiene esta posici¨®n porque considera Marbella una cuesti¨®n de Estado y, teniendo en cuenta la gravedad de todo lo que all¨ª acontece, desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, no encuentra otra salida, salvo ganar las elecciones, que no proceda del acuerdo y consenso entre los partidos democr¨¢ticos all¨ª presentes como resultado de la voluntad popular expresada en las elecciones. ?sta es la raz¨®n por la que no apoyamos la moci¨®n de censura, aunque ¨¦sta sea un instrumento legal y leg¨ªtimo.
La ley contempla la posibilidad de disoluci¨®n de las corporaciones locales cuando se den circunstancias de especial gravedad y parece que, ahora, el PSOE las ha detectado y el PP cree que podr¨ªan detectarse. Ya dijimos que fruto del consenso estar¨ªamos donde acordemos los partidos democr¨¢ticos. Pero, ?puede el PSOE explicar ahora cu¨¢les son esas circunstancias excepcionalmente graves que determinan su petici¨®n? Si las hay, no ser¨¢n nuevas porque, nos guste o no, la compartamos o no, una moci¨®n de censura es un acto pol¨ªtico que en s¨ª no puede determinar dicha gravedad; y si las circunstancias son viejas por qu¨¦ no lo dijo antes, mucho antes del d¨ªa 13 de agosto, las explic¨®, si las conoce, e inici¨® a trav¨¦s de su presencia en el Consejo de Gobierno de la Junta de Andaluc¨ªa, a quien corresponde, entre otros, la petici¨®n de la iniciaci¨®n del complicado, por otra parte, procedimiento.
Si las hay, las hubo, y permanecen en el tiempo, lo cual sit¨²a al PSOE en la dif¨ªcil tesitura de explicar el por qu¨¦ pudiendo haber denunciado la disoluci¨®n no lo hizo, incurriendo en una muy grave irresponsabilidad.
La presencia de gilistas o ex gilistas en el gobierno municipal de Marbella no puede ser la causa porque, en ese caso, deber¨ªan de ir proponiendo ya la disoluci¨®n de Estepona y Manilva, en el primer caso, con la incomprensible presencia en el gobierno municipal del PSOE y en los dos de la camale¨®nica Izquierda Unida.
Por tanto, las grav¨ªsimas circunstancias deben ser jur¨ªdicas y guardar relaci¨®n con desviaciones de poder extraordinariamente graves para el orden constitucional y democr¨¢tico. Pero, ?cu¨¢les?, ?tienen que ver con el urbanismo? Si son as¨ª esperamos impacientes, no ya los partidos sino los desconcertados ciudadanos, conocer cu¨¢les son los extremos de tama?os desafueros.
Los andalucistas estamos dispuestos a sentarnos con los partidos democr¨¢ticos, al m¨¢ximo nivel, para llevar a cabo la regeneraci¨®n democr¨¢tica de Marbella. Esto, hasta el presente, no ha sido posible a pesar de los constantes llamados del Partido Andalucista. La disoluci¨®n es una medida suficientemente grave como para concitar el acuerdo inmediato entre los dem¨®cratas. Pero, es necesaria la autocr¨ªtica: esta medida supone el fracaso del sistema, apenas tres meses despu¨¦s de que los marbell¨ªes hayan apoyado al GIL por mayor¨ªa absoluta. Es, adem¨¢s, un esfuerzo desesperado del PSOE por lavar su imagen que, creemos sinceramente, tiene pocas posibilidades de prosperar; en todo caso, requerir¨¢ que el PP renuncie a la confrontaci¨®n como instrumento de hacer pol¨ªtica en Andaluc¨ªa y no se empe?e en buscar espejos que reflejen los esc¨¢ndalos de la corte madrile?a.
Muchos nos tememos que esto sea un nuevo mareo de la perdiz por parte del PSOE y PP. Porque el PSOE sabe a ciencia cierta que esta opci¨®n es muy dif¨ªcil y espera con ansiedad que sea el propio PP el que lo diga para tener as¨ª un culpable del fracaso de su tard¨ªa propuesta. El PP, que deber¨ªa actuar como principal agente disolvente por gobernar en Espa?a y tener la mayor¨ªa en el Senado, se lo pensar¨¢ aunque cabe la posibilidad de que sucumba ante la tentaci¨®n de convertir el Senado en una plaza de los Naranjos marbell¨ª y, al final, los dos a escobazos con la mirada perdida pero fija en La Moncloa.
Pasan los meses y los d¨ªas y Andaluc¨ªa, como antes La B¨¦tica era escogida como escenario de las luchas romanas por el poder, sigue siendo el lugar id¨®neo para las peleas infantiles e irresponsables entre los que se consideran, porque as¨ª lo quiere el pueblo, los dos partidos m¨¢s grandes. Pero como la grandeza debe ser medida tambi¨¦n por la responsabilidad, ellos son, por muchos que sean sus defensores y m¨¢s sus gabinetes de est¨¦tica, los verdaderos culpables de la crisis de Marbella. Disoluci¨®n s¨ª, si hace falta, pero cuidado con el peligro de las voces que aprovechan todo para afirmar que lo que hay que disolver son los partidos est¨¢ a la vuelta de la esquina.
Javier Aroca Alonso es secretario nacional de Comunicaci¨®n del Partido.
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