Makelele y la lucha de clases
No entiendo de f¨²tbol, pero reconozco un episodio de lucha de clases con los ojos cerrados, y creo que Makelele est¨¢ dando un ejemplo de resistencia obrera ejemplar. Aunque ¨¦l no lo sepa, todos los parias de la Tierra tenemos puesta nuestra mirada en ¨¦l. En ese sentido, me parece que ha hecho mal viajando a Francia, porque eso debilita la coartada del estado de ansiedad. Tengo un amigo psiquiatra, muy interesado en que por fin ganen la lucha de clases quienes se lo merecen, que firmar¨ªa con gusto todas las recomendaciones necesarias para que el m¨¦dico de cabecera del ambulatorio de su barrio le expidiera la baja laboral. Adem¨¢s, conozco t¨¦cnicas para lograr cuadros de angustia que conmover¨ªan al mismo Gil y Gil, y tambi¨¦n s¨¦ c¨®mo transformar una crisis de angustia en una ¨²lcera de est¨®mago. Lo digo para cuando llegue el momento hist¨®rico de somatizar, que est¨¢ al caer.
Le est¨¢ dando a su jefe el corte de mangas que nadie
S¨¦ que Makelele tiene con el Real Madrid un contrato que le obliga a jugar por cuatro duros (en comparaci¨®n al menos con lo que ganan los se?oritos a los que ¨¦l coloca el bal¨®n en la punta de la bota para que salgan en el telediario), y s¨¦ que los contratos est¨¢n para cumplirse. Pero, si los terrenos se recalifican llegada la ocasi¨®n (y de eso sabe un huevo Florentino), por qu¨¦ no se va a recalificar a una persona cuando las condiciones de su entorno cambian como han cambiado las de Makelele. El jugador franc¨¦s es en estos momentos como una de esas casitas bajas que se quedan aisladas en medio de rascacielos de cien pisos ocupados por corporaciones financieras. ?Qu¨¦ har¨ªa Florentino con esa casita baja? Pues ponerla a la altura de las otras. El presidente del Real Madrid s¨®lo tiene que aplicar a Makelele las normas de la construcci¨®n. Si no lo entiende desde el punto de vista de la lucha de clases, que le d¨¦ una vuelta desde el pensamiento inmobiliario.
Aunque quiz¨¢ ya lo ha hecho y no le preocupe tanto el problema econ¨®mico como el mantenimiento del principio de autoridad, o sea, el "a ver qui¨¦n manda aqu¨ª". Y manda usted, don Florentino. No hay m¨¢s que verle el yate (o el contingente, que dir¨ªa el general Cardona) para darse cuenta. Pero hay que gobernar el barco en funci¨®n de las condiciones de la mar del mismo modo que hay que conducir el club de acuerdo a la situaci¨®n atmosf¨¦rica. El viento indica que deber¨ªa usted negociar con Makelele una subida o dejarle libre para que se vaya donde quiera. No digo que eso no le cueste a usted unas pesetillas, pero las va a ganar en tranquilidad e imagen. Yo no hab¨ªa visto un solo partido de f¨²tbol hasta que usted se invent¨® el Real Madrid, en serio, pero al final va a conseguir que siga con m¨¢s inter¨¦s los problemas sindicales del club que los avatares (qu¨¦ rayos querr¨¢ decir avatares) de la Liga. Y eso es como si la ministra de Cultura consiguiera que la gente hablara m¨¢s de Dios que de Cervantes (en ello est¨¢, por cierto).
Otra cosa que nos disgusta mucho a quienes acabamos de llegar al espect¨¢culo es que utilice usted a Valdano, que es un poeta, como jefe de personal. El otro d¨ªa com¨ª con un jefe de personal que en el segundo plato, debilitado por los efectos del vino, me confes¨® que ten¨ªa un lado oscuro. A m¨ª no me cab¨ªa en la cabeza que tuviera un lado m¨¢s l¨®brego del que presentaba a simple vista, pero, despu¨¦s de hacerse de rogar, me asegur¨® que era poeta como Luis Alberto de Cuenca. No pude continuar comiendo. Soy capaz de aguantar durante un rato a un poeta que s¨®lo sea poeta y a un jefe de personal que s¨®lo sea jefe de personal, pero la mezcla me estremece. As¨ª que devu¨¦lvanos usted al Valdano poeta, que ya fue bastante duro verle despedir a Del Bosque con aquellas maneras m¨¢s propias de un jefe de personal de Correos y Tel¨¦grafos de los a?os cincuenta que de un deportista ilustrado del siglo XXI.
En cuanto a ti, Makelele, resiste, por favor. Piensa que le est¨¢s dando a tu jefe el corte de mangas que nadie nos hemos atrevido a darle al nuestro. Una vez que hasta la propia izquierda decidiera subcontratar el movimiento obrero (parece que le sale ideol¨®gicamente m¨¢s barato que tenerlo en n¨®mina), s¨®lo nos quedan h¨¦roes millonarios como t¨² en los que mirarnos. Gracias, gracias, gracias. Por ¨²ltimo, si combinas los ansiol¨ªticos con los somn¨ªferos, los s¨ªntomas de la depresi¨®n se agravan de forma espectacular. Y si te pones una tiza debajo de la lengua media hora antes de ir al m¨¦dico, te sube la temperatura dos o tres grados. Lo dicho: Arriba, parias de la Tierra. En pie, fam¨¦lica legi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.