Noches de ardiente charol
Cuadrillas de operarios, a 50 grados cent¨ªgrados, pavimentan 26 calles de ocho distritos con 19.000 toneladas de asfalto
La can¨ªcula retuerce la noche madrile?a. Un calor aplastante permanece fijado a los muros de las casas durante el d¨ªa para salir a la hora del crep¨²sculo hasta adue?arse de las calles. Confundidos, muchos madrile?os salen en busca de un frescor casi imposible mientras, en ese momento, unos pocos grupos de hombres, s¨®lo hombres, de las compa?¨ªas Trabit, Licuas y Asfaltos Vic¨¢lvaro, en cuadrillas de una decena de miembros, vestidos con atuendos naranjas reflectantes, se enfundan guantes y botas. Eso s¨ª, sus chalecos llevan grandes sisas por donde asoman b¨ªceps musculosos. Han de ser fuertes -y resistentes a temperaturas de 50 grados- para encarar la tarea que acometen.
La iniciaron el 28 de julio y no la culminar¨¢n hasta fines de agosto. Tienen ante s¨ª la Operaci¨®n Asfalto, hoy llamada Madrid Pavimenta Madrid: van a embrear con 19.000 toneladas de asfalto 160.000 metros cuadrados de 26 v¨ªas p¨²blicas, en ocho distritos de la ciudad, cuyo firme se ve hondamente cuarteado. La erosi¨®n procede de un tr¨¢fico fren¨¦tico, de inn¨²meras obras en el subsuelo, rigores invernales y hervores veraniegos, los mismos que ahora atenazan a los asfaltadores. Semanas antes, calles y avenidas elegidas han sido marcadas con se?ales de Prohibido aparcar estampadas con carteles que rezan: "Se va a pavimentar". Al poco, unas m¨¢quinas al modo de rastrilladoras han ra¨ªdo las deterioradas calles por asfaltar y a su paso han dejado roeles paralelos que las dejan sentenciadas, entre avisos que anuncian los riesgos que supone circular por ellas.
A la ca¨ªda de la noche, la v¨ªa p¨²blica elegida se transforma. Un cami¨®n provisto de una cubeta avanza calle arriba. Es una betunadora de la que parte un conducto rematado por una especie de ducha que un operario, con acharoladas botas, vierte en zigzag encima del firme que va a ser pavimentado. Por la ducha sale un bet¨²n l¨ªquido que llueve sobre el suelo, impregn¨¢ndolo. Al poco, un gigantesco cami¨®n con el volquete empinado comienza su avance por la v¨ªa elegida. Lleva detr¨¢s un peque?o monstruo iluminado, al que Pedro, operario veterano natural de ?vila, llama extendedora. "Est¨¢ pensada para varios tama?os, de tres a seis metros de anchura de calle".
Su artefacto expande horizontalmente el asfalto de grano discontinuo, insonoro y drenante, que cae en diagonal desde el volquete. Las m¨¢quinas avanzan entre un estruendo envolvente. "Hay que joderse con el ruido que meten", se queja Alfonso, un vecino que dorm¨ªa con la ventana abierta y que, reci¨¦n despierto, asoma a ver qu¨¦ sucede. "Luego querr¨¢s que la calle no tenga baches", replica su vecina Mayte desde la terraza contigua, que contempla con inter¨¦s el paso de la comitiva asfaltadora. Frente a sus ojos seis operarios de la empresa Trabit corrigen con palas de mano los esparcimientos del asfalto A-4 vertido por la extendedora, con cuidado para no ser arrollados por un rulo de 18 toneladas y una compactadora que vienen detr¨¢s. Una joven en chanclas ha quedado presa sobre el asfalto reci¨¦n vertido. S¨®lo un susto. Horas despu¨¦s, la calzada, se?alizada de nuevo, queda lista para soportar otros a?os.
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