Un infierno en tres segundos
Manolo Mart¨ªnez no logra ni siquiera clasificarse para la final en su peor actuaci¨®n de la temporada
El misterio guardaba un desenlace inesperado y triste. Durante toda la temporada, Manolo Mart¨ªnez no hab¨ªa alcanzado las marcas del pasado a?o. Se le resist¨ªan los 21 metros, despu¨¦s de ganar el Mundial de pista cubierta con una autoridad incontestable. Hab¨ªa preocupaci¨®n en su entorno, pero quedaba la posibilidad de un latigazo en Par¨ªs, un gran tiro para colocarse entre los mejores del mundo. No fue as¨ª. En la peor actuaci¨®n de la temporada, no logr¨® clasificarse para la final, algo inaudito para un hombre que siempre se ha movido con seguridad en esos m¨¢rgenes. Otra cosa son las medallas, que se le resisten de forma implacable en las grandes competiciones de verano. Con una tristeza infinita abandon¨® el estadio a primera hora de la ma?ana, sin lograr explicarse las causas de su rendimiento. En la grada, Carlos Bur¨®n, su entrenador, no pudo evitar el shock. Permaneci¨® solo y meditabundo, repasando mentalmente todos los detalles de la preparaci¨®n durante los ¨²ltimos meses, atorment¨¢ndose en la b¨²squeda de una respuesta que no encontr¨®. "No s¨¦ qu¨¦ ha ocurrido, no consigo explic¨¢rmelo", coment¨® horas despu¨¦s a este peri¨®dico.
Con una tristeza infinita abandon¨® el estadio sin lograr explicarse las causas de lo ocurrido
D¨ªas atr¨¢s se produjo una situaci¨®n que resulta reveladora de lo que ha sucedido en Par¨ªs. Sucedi¨® en el lugar de entrenamiento de Manolo Mart¨ªnez, en Le¨®n. El lanzador se dispuso a comenzar la sesi¨®n, le pidi¨® la bola a Bur¨®n y lanz¨® inmediatamente. "?Has visto?", le pregunt¨® a su entrenador. Bur¨®n, que estaba siguiendo las evoluciones de Mario Pestano, el lanzador de disco, se gir¨®. "No he podido verlo, ?qu¨¦ ha pasado?". La respuesta de Manolo fue de satisfacci¨®n por el tiro. "He lanzado 20,50 sin hacer nada". Lo coment¨® con el optimismo de quien se demuestra que est¨¢ en un buen estado de forma. Pero Bur¨®n le mir¨® con preocupaci¨®n. "Me asusta que consigas 20,50 sin esforzarte y 20,30 cuando te esfuerzas", le contest¨®. Manolo Mart¨ªnez sonr¨ªo. Fue el comentario de un hombre que conoce perfectamente a su atleta, al que dirige desde ni?o. No hay secretos entre los dos, pero esta temporada ofrec¨ªa datos de dif¨ªcil explicaci¨®n. No hab¨ªa lesiones, las pruebas f¨ªsicas eran excelentes, la t¨¦cnica parec¨ªa ajustada, nada separaba a Manolo Mart¨ªnez de las grandes marcas. Pero no llegaban. S¨®lo en una ocasi¨®n ha lanzado m¨¢s de 21 metros esta temporada, mal s¨ªntoma para un atleta que llevaba una consistente progresi¨®n en los ¨²ltimos a?os.
Bur¨®n no acertaba a explicarse la decepci¨®n. El atleta, tampoco. Se mostr¨® muy apesadumbrado despu¨¦s de la prueba, como si se sintiera invadido por una especie de maldici¨®n en las competiciones de verano. Sin embargo, la ma?ana hab¨ªa sido perfecta, fresca, con unas condiciones inmejorables para los lanzadores, y m¨¢s a¨²n para el campe¨®n espa?ol, siempre m¨¢s c¨®modo en el fr¨ªo que en el calor. Algo no funcion¨® desde el principio. Se ped¨ªa un lanzamiento superior a 20,45 metros para clasificarse. La distancia, por exigente que fuera, estaba al alcance de Manolo Mart¨ªnez en su versi¨®n m¨¢s discreta. No hubo caso. No alcanz¨® los 20 metros, como si le hubiera abandonado el swing, pues nada hay m¨¢s parecido a ese concepto del golf que el tiro de un lanzador. Algo fall¨® en esa cadena de movimientos que apenas dura un segundo. Debi¨® ser algo imperceptible pero decisivo. Tres lanzamientos, tres segundos. Una minucia de tiempo para una decepci¨®n tan enorme. Bastaba verla reflejada en el rostro del campe¨®n espa?ol.
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