El ¨²ltimo vuelo de Edwards
Canoso y lesionado, el fabuloso triplista ingl¨¦s cerr¨® ayer en silencio su magn¨ªfica carrera
Jonathan Edwards se despidi¨® en silencio del atletismo, ante la indiferencia del p¨²blico, que prestaba atenci¨®n a otras pruebas en el estadio. Hay un punto de crueldad en el deporte cuando olvida a sus h¨¦roes. Edwards es uno de ellos, el mejor saltador de triple del mundo, autor del r¨¦cord que ahora mismo se antoja inaccesible para los dem¨¢s especialistas. Hace ocho a?os, en Gotemburgo, este ingl¨¦s de aspecto fr¨¢gil salt¨® 18,29 metros, marca excepcional por su valor y por el hombre que la logr¨®. En un mundo donde se supone que un p¨¢lido atleta de Newcastle tiene poco que hacer, Edwards ha reunido durante casi 15 a?os las mejores cualidades t¨¦cnicas, una m¨¢s que apreciable velocidad y la capacidad para generar una atenci¨®n sin l¨ªmites alrededor de la prueba. Eso s¨®lo ocurre cuando el atletismo alumbra un genio. Y si ese genio se escapa al perfil vanidoso y egoc¨¦ntrico que comienza a extender entre los grandes atletas, el resultado es un atleta formidable y querido, uno de los m¨¢s admirados por los aficionados. Pero el Edwards final no convoc¨® al entusiasmo. Estaba viejo y lesionado. Aquejado por el esguince que se produjo en la reuni¨®n de Londres, s¨®lo pudo saltar 16,31, dos metros menos que su r¨¦cord mundial. Como estaba previsto, venci¨® su heredero, el sueco Christian Olson, un junco de dos metros que domin¨® la prueba desde el primer intento. Gan¨® con 17,72 metros, marca respetable en estos tiempos.
Edwards no estaba en condiciones de competir. Le infiltraron despu¨¦s de su lesi¨®n y desde entonces ha vivido entre pinchazos. Con una buena salud, hubiera sido capaz de amenazar a Olsson, que comienza a sentirse demasiado solo en una especialidad que no ser¨¢ la misma sin el brit¨¢nico. Ha saltado mucho, ha ganado todo y ha devuelto un punto de credibilidad que a veces falta al atletismo. Durante muchos a?os fue un excelente atleta casi an¨®nimo. Hijo de un predicador, su padre le prohibi¨® saltar en domingo para no ofender a Dios. No fueron pocas las veces en que Edwards se clasificaba in¨²tilmente para la final de una gran competici¨®n. Se clasificaba y no disputaba la final si se programaba en domingo. Edwards lleg¨® a la conclusi¨®n de que era mayor ofensa no honrar el don que ten¨ªa para los saltos que negarse a competir los domingos. Eso ocurri¨® en 1991 y desde entonces ha ofrecido un magisterio que se ha prolongado hasta esta temporada, con 37 a?os cumplidos, edad improbable para cualquier gran especialista en pruebas explosivas.
Era lastimoso verle dolorido en Par¨ªs. Intent¨® el primer salto, pero no pudo completarlo. Su tobillo no respond¨ªa. De repente pareci¨® definitivamente mayor. Canoso y lesionado, no pertenec¨ªa al mismo mundo del exultante Olsson, el chico que ha tomado su relevo. De alguna manera, Olsson es hijo del atleta ingl¨¦s. De la exhibici¨®n que dio Edwards en los Mundiales de Gotemburgo (1995) le viene su pasi¨®n por el triple salto. Como todos los aficionados al atletismo, se qued¨® fascinado por la t¨¦cnica de Edwards, el saltador perfecto. No parec¨ªa posible que su fr¨¢gil estampa permitiera vuelos tan largos, tan hermosos, de una factura delicada. Era un artista. Olsson, que hab¨ªa comenzado su carrera deportiva como saltador de altura, se inclin¨® definitivamente por el triple. No es tan pl¨¢stico como Edwards, pero su t¨¦cnica es casi irreprochable. No tiene rival en estos d¨ªas. Sac¨® 44 cent¨ªmetros al cubano Betanzos, una distancia sideral en un Mundial. Edwards se hab¨ªa ido mucho antes. Era el ¨²ltimo clasificado. La prueba sigui¨® sin ¨¦l. Cogi¨® su bolsa y se retir¨® del estadio sin que apenas nadie reparara en ¨¦l. Es el precio del deporte: uno de los grandes atletas de todos los tiempos no mereci¨® el aplauso en la ¨²ltima competici¨®n de su carrera deportiva. Pero los recuerdos permanecer¨¢n siempre.
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