Un Goya movedizo
El Museo Municipal expone la 'Alegor¨ªa de la Villa de Madrid', repintada hasta nueve veces por razones pol¨ªticas
De este modo el museo pal¨ªa los efectos de un cierre parcial impuesto por obras que van a transformar hondamente sus salas de exposiciones y los itinerarios de esta gran casona construida en 1721 y cuyo p¨®rtico, obra de Pedro de Ribera, es expresi¨®n del mejor arte ornamental espa?ol. Pero las obras de reforma van a durar al menos a?o y medio m¨¢s, y para ello nace esta muestra, visitable todos los d¨ªas de la semana, salvo el lunes, que los responsales del museo han titulado ?Hemos cambiado en cuatro siglos?
Las respuestas son m¨²ltiples, pero, desde luego, si quien la enunciara hubiera de ser Francisco de Goya, autor del m¨¢s se?ero de los cuadros que la exposici¨®n exhibe, ser¨ªa un¨ªvoca: s¨ª. En s¨®lo dos siglos, el lienzo de Francisco de Goya Alegor¨ªa de la Villa de Madrid, pintado en 1810, ha conseguido el palmar¨¦s de ser quiz¨¢ el cuadro que m¨¢s ha cambiado en la historia de la ciudad y probablemente de la de Europa. Veamos por qu¨¦.
En 1810, el alcalde de Madrid Tadeo Bravo del Rivero, amigo del pintor aragon¨¦s, le encarg¨® a Goya una alegor¨ªa sobre la ciudad. Ser¨ªa el primero de los lienzos que deber¨ªa incluir un retrato de Jos¨¦ Bonaparte (Corte, Corcega 1786-Florencia, 1844), hasta entonces rey de N¨¢poles, a la saz¨®n impuesto por su hermano, el corso Napole¨®n, como rey de Espa?a e Indias. Goya acept¨® el encargo por 15.000 reales.
Dispuso el pintor una composici¨®n singular, muy al gusto del neoclasicismo a¨²n imperante en la corte madrile?a. La figura central, con un perrillo a sus pies, surge flanqueada por ¨¢ngeles alados bajo la Fama y la Victoria; es una musa de facciones dulces y vaporoso atuendo que apoya su brazo derecho sobre un escudo de Madrid, mientras su mano izquierda se?ala un medall¨®n. Sobre tal ¨®valo, Goya dibuj¨® el perfil de Jos¨¦ I, para lo cual se inspir¨® en un grabado napolitano. A partir de aquella fecha, comenz¨® la zozobra en torno al contenido del medall¨®n, dictado por la moviente situaci¨®n pol¨ªtica en un Madrid ocupado por las tropas del corso, a la saz¨®n se?oras de Europa. As¨ª, tras el desenlace de la batalla de Arapiles, en julio de 1812, el rey intruso abandon¨® Madrid a u?a de caballo. De la alcald¨ªa se hizo cargo el general Carlos Espa?a, que dispuso velar el rostro de Bonaparte. Orden¨® que sobre el ¨®valo que ocupaba se impusiera la palabra Constituci¨®n, para honrar el reci¨¦n nacido texto constitucional alumbrado por las Cortes de C¨¢diz. Sin embargo, Jos¨¦ I regres¨® inopinadamente a Madrid el 2 de noviembre de aquel mismo a?o. Atemorizado, el Consistorio madrile?o dispuso que el cuadro fuera repintado con su efigie. El 2 de enero de 1813, Goya inform¨® de que su ayudante Francisco Abas acababa de descubrir el rostro del 'herman¨ªsimo' del emperador isle?o. Sin embargo, Pepe Botella no dur¨® mucho sobre el trono. Al finalizar la primavera de 1813 sali¨® de la ciudad junto con sus tropas de ocupaci¨®n y nunca regres¨®.
Entonces, el Ayuntamiento en pleno reencarg¨® a Francisco de Goya que restituyera la palabra Constituci¨®n sobre el infausto retrato. El temperamento del pintor aragon¨¦s deflagr¨® en una explosi¨®n similar a la que encendi¨® su ¨¢nimo cuando Arthur Wellesley, lord Wellington, aliado de los espa?oles en su lucha contra los franceses, se hizo retratar por Goya y, al ver el resultado de sus trazos, le espet¨® que le horrorizaba su obra. Goya, a la saz¨®n septuagenario, mont¨® en c¨®lera y ech¨® mano de un sable para escarmentar al arrogante duque. Fueron separados por parientes de Goya. Lord Arthur, a?os despu¨¦s, se excus¨® con ¨¦l y le pidi¨® en Burdeos de nuevo un retrato que, posteriormente, inmortalizar¨ªa a Wellesley.
En su lugar se colocaron las palabras Dos de Mayo, que hoy los madrile?os pueden contemplar gratuitamente, sobre el movedizo medall¨®n, en el espl¨¦ndido Museo Municipal de Fuencarral, 78; metro Tribunal.
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