Recuperar la confianza
La autora defiende la necesidad de que los partidos muestren en los pr¨®ximos procesos electorales una "decidida actitud de estar al servicio de los intereses generales".
En los pr¨®ximos meses, los ciudadanos espa?oles vamos a tener la oportunidad de acudir a varias citas electorales y participar, de esta forma, en la conformaci¨®n de distintos gobiernos. Este hecho -expresi¨®n de la normalidad democr¨¢tica- pondr¨¢ a prueba no s¨®lo la resistencia de la ciudadan¨ªa a la permanente presencia pol¨ªtica, sino la capacidad de cada partido para recuperar la confianza de los electores en el ejercicio de sus derechos pol¨ªticos. Doy por descontado que los partidos presentaremos programas de gobierno, equipos, iniciativas de futuro, modelos econ¨®micos y sociales; en definitiva, lo que podemos denominar un proyecto de pa¨ªs. Y ese proyecto de pa¨ªs deber¨ªa constituir el elemento fundamental de nuestro debate, pues a trav¨¦s de ¨¦l podemos ir definiendo los ejes sobre los que queremos basar nuestra convivencia.
Debemos hacer un esfuerzo para que los ciudadanos recuperen la confianza en la pol¨ªtica
Tengo mis dudas de que el Partido Popular quiera la normalizaci¨®n del clima pol¨ªtico
Pero hay algo m¨¢s: los pol¨ªticos deberemos hacer un gran esfuerzo en conseguir que los ciudadanos recuperen la confianza en la pol¨ªtica, que nos vean a los pol¨ªticos como verdaderos representantes de la voluntad expresada en las urnas y que nos sientan cercanos a sus preocupaciones y dedicados a la soluci¨®n de sus problemas. Algunos podr¨ªan pensar que recojo el sentimiento de la gente tras lo ocurrido en la Asamblea de Madrid; en parte, s¨ª. Lo cierto es que todav¨ªa nos cuesta trabajo creer que dos personas -sin ning¨²n tipo de conciencia y escr¨²pulo- hayan sido capaces de alterar la expresi¨®n de la mayor¨ªa y nos veamos obligados a repetir unas elecciones. Pero tambi¨¦n nos cuesta creer que haya primado el inter¨¦s de un partido frente al inter¨¦s general. En una sociedad con una democracia consolidada, la comprensible tentaci¨®n de obtener beneficios electorales ante una crisis institucional ha de ser frenada por el sentido de la responsabilidad de quienes tienen la obligaci¨®n de preservar la normalidad democr¨¢tica. No ha actuado as¨ª el Partido Popular, que ha preferido dar cobertura a la execrable actuaci¨®n de dos tr¨¢nsfugas y crear una comisi¨®n de investigaci¨®n sin capacidad para investigar, antes que reconocer que una mayor¨ªa progresista hab¨ªa ganado las elecciones en la Comunidad de Madrid.
?stos han sido acontecimientos que han mermado nuestra credibilidad pol¨ªtica ante los ciudadanos y que, al mismo tiempo, han puesto al descubierto deficiencias en el funcionamiento de los partidos pol¨ªticos. Todos los dirigentes del Partido Socialista hemos reconocido nuestra responsabilidad por haber incluido en las listas electorales a personas -como despu¨¦s se demostr¨®- indignas para el desempe?o de esta funci¨®n. Y hemos pedido perd¨®n en reiteradas ocasiones por el error cometido en el proceso de selecci¨®n de candidatos. Hemos hecho propuestas de regeneraci¨®n de la vida p¨²blica y estamos dispuestos a consensuar todas aquellas medidas encaminadas a recuperar el necesario clima pol¨ªtico y favorecer una participaci¨®n m¨¢s activa de la ciudadan¨ªa en los asuntos p¨²blicos. Pero en este empe?o tenemos que creer y participar todos los partidos. Y tengo mis dudas de que el Partido Popular quiera la normalizaci¨®n del clima pol¨ªtico, sobre todo cuando vemos c¨®mo act¨²a su l¨ªder, el se?or Aznar.
El nivel de crispaci¨®n y de confrontaci¨®n pol¨ªtica que hemos alcanzado en Espa?a en los ¨²ltimos a?os es algo que no podemos permitirnos como pa¨ªs, sobre todo si lo que deseamos es la consolidaci¨®n definitiva de nuestra democracia. Y tenemos que poner freno a ese progresivo deterioro de la vida p¨²blica antes que los ciudadanos nos vuelvan la espalda y lleguen a la conclusi¨®n de que las disputas entre los partidos no tienen nada que ver con la leg¨ªtima defensa de las alternativas pol¨ªticas. Si hubo algo que nos hizo avanzar en el proceso de transici¨®n democr¨¢tica fue el consenso b¨¢sico sobre cuestiones de Estado que quedaron fuera del enfrentamiento entre las distintas opciones ideol¨®gicas. Es cierto que las circunstancias pol¨ªticas ahora son bien diferentes, pero tambi¨¦n es cierto que corremos el riesgo de dar marcha atr¨¢s en la conquista de determinados derechos y valores que cre¨ªamos adquiridos s¨®lidamente. Cuando oigo hablar al presidente del Gobierno sobre Espa?a, sobre nuestro modelo territorial, tengo siempre la impresi¨®n de que pretende hacernos creer que el modelo lo ha inventado ¨¦l y que es el ¨²nico con capacidad para interpretar su desarrollo. Con una desfachatez inusitada manipula nuestra historia reciente e intenta arrogarse el ¨¦xito de lo que fue un empe?o colectivo.
La historia de la democracia espa?ola no ha comenzado con la victoria electoral del Partido Popular. Ya es hora de que se les diga, antes de que empiecen a creerse sus propias mentiras. El Estado de las Autonom¨ªas qued¨® definido en la Constituci¨®n, redactada por todos los partidos y aprobada por todos los espa?oles. La Constituci¨®n, pues, es de todos. El desarrollo del T¨ªtulo VIII de la CE se ha llevado a cabo en estos ¨²ltimos a?os (la mayor parte de ellos, bajo gobiernos socialistas) en un clima de di¨¢logo permanente en el que los inevitables conflictos no impidieron respetar la pluralidad manteniendo la unidad. Nunca, durante todos esos a?os de construcci¨®n del modelo territorial, quien tuvo responsabilidad de gobernar culp¨® a la oposici¨®n de poner en peligro la cohesi¨®n de Espa?a. Resulta evidente que si Aznar ahora lo hace es para obtener una ventaja electoral, aun sabiendo que es una acusaci¨®n que no tiene fundamento alguno y que causa un da?o terrible a nuestra convivencia. Es muy doloroso comprobar que para conquistar y mantener el poder, Aznar haya sido capaz de poner en riesgo el equilibrio institucional. En nuestro pa¨ªs existen -como en muchos otros- partidos nacionalistas que defienden determinadas ideas. No comparto esas ideas, pero reconozco y respeto el derecho a que las defiendan dentro de nuestro marco legal. Intentar rebatir estos planteamientos mediante la descalificaci¨®n permanente denota pobreza intelectual y escasa talla pol¨ªtica, pero recurrir al miedo y fomentar la divisi¨®n entre los espa?oles, no s¨®lo debilita nuestra democracia, sino que supone una grave irresponsabilidad.
Una de las claves del liderazgo y del ejercicio de un buen gobierno es tener capacidad para armonizar las posiciones contrapuestas e, incluso, contradictorias que existen en toda sociedad madura y compleja. Demostrar miedo a la discrepancia significa poner freno al desarrollo y consolidaci¨®n de las libertades. Tratar de eliminar al adversario pol¨ªtico cuando no se produce un acuerdo y se defienden otros planteamientos es, sencillamente, no aceptar las reglas de juego expresadas en nuestra Constituci¨®n.
Ganar unas elecciones no significa que el Gobierno que resulta elegido puede hacer lo que quiera, ni supone un cheque en blanco de la ciudadan¨ªa; existen instrumentos de control de la acci¨®n del Ejecutivo que le obligan ante el resto de las fuerzas pol¨ªticas y, sobre todo, ante los ciudadanos. La mayor¨ªa absoluta no autoriza a tomar decisiones que comprometen el futuro de nuestro pa¨ªs, sin que se haya producido un aut¨¦ntico debate para modificar las pol¨ªticas de Estado. Hurtar a la sociedad este debate, ignorar los procedimientos de control, despreciar, en suma, la labor del Parlamento, supone despreciar la voluntad popular que ¨¦ste representa. Y ¨¦sta es exactamente la forma en que el Partido Popular entiende la pol¨ªtica. Justo lo contrario a los h¨¢bitos que imperan en los pa¨ªses de nuestro entorno, donde se puede opinar de manera diferente y puede ser duro someterse a un determinado debate parlamentario, pero donde se ha demostrado que no se tiene miedo al control y, por tanto, no se tiene miedo a gobernar.
Un ejemplo claro de lo que digo lo podemos encontrar en el contraste entre la forma de actuar de dos de los aliados en la guerra de Irak: mientras Aznar se esconde y lanza grav¨ªsimas acusaciones contra quienes se atreven a disentir, Blair cumple con su obligaci¨®n, acude al Parlamento y da la cara.
Revitalizaci¨®n del papel de Parlamento, transparencia, control, respeto al adversario y una decidida actitud de estar al servicio de los intereses generales constituyen elementos indispensables para mantener el necesario clima de confianza de la ciudadan¨ªa en la pol¨ªtica. Ante las pr¨®ximas citas electorales, todos los partidos deber¨ªamos tener muy claro que estos objetivos deber¨¢n primar, incluso, sobre la obligada aspiraci¨®n al triunfo. Lo contrario significa seguir degradando la vida p¨²blica y provocar la desafecci¨®n progresiva hacia la pol¨ªtica. Algo que, a largo plazo, puede resultar muy perjudicial para nuestra democracia.
Trinidad Jim¨¦nez es portavoz del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Madrid.
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