La Barcelona mejorable
Al volver de las vacaciones y de los viajes, Barcelona se nos presenta tal como es, sin trampa ni cart¨®n, con sus cualidades, pero tambi¨¦n bastante lejana de ser la mejor ciudad del mundo que nos quieren vender.
Si de los cuatro problemas m¨¢s graves de la ciudad seg¨²n sus ciudadanos (seguridad, vivienda, suciedad y ruidos) dejamos de momento de lado la complejidad del problema de la vivienda, parece que los otros tres no ser¨ªan tan dif¨ªciles de resolver con medidas clarividentes y, sobre todo, con la colaboraci¨®n de los ciudadanos. Pero lejos de mejorar, las tres cuestiones empeoran.
La evaluaci¨®n de la limpieza de una ciudad siempre es relativa respecto a las ciudades que tomemos como referencia, pero en cualquier caso Barcelona contin¨²a siendo una ciudad sucia, a pesar del evidente esfuerzo del ¨²ltimo a?o y medio. Durante las vacaciones hab¨ªamos olvidado el sano deporte de sortear las mierdas de perro y los riachuelos de orines que reaparecen a las pocas horas de la limpieza municipal.
Barcelona tambi¨¦n sigue siendo ruidosa por encima de los l¨ªmites admitidos, y las denuncias a la Guardia Urbana -que casi siempre hace o¨ªdos sordos o tienen ya p¨¦rdida auditiva a causa del exceso de ruido- han aumentado el 28% en un a?o. Contin¨²a el reinado del veh¨ªculo privado y de las ruidosas motos, y cada vez hay m¨¢s bares, m¨¢s terrazas y m¨¢s after hours. Parece que, de momento, no podremos prescindir de los tapones en los o¨ªdos para dormir. En julio se presentaron diversas propuestas -por parte de Imma Mayol la campa?a de verano contra el ruido y por parte de Ricard Mart¨ªnez, concejal de Gr¨¤cia, el F¨°rum del silenci- para hacer frente a un problema que tiene desesperada a una parte importante de barceloneses, especialmente en los barrios de Ciutat Vella, Gr¨¤cia, Barceloneta, Eixample y Nou Barris. ?Se empezar¨¢ a notar alg¨²n d¨ªa alguna mejora?
Pero es que una ciudad que cada d¨ªa se vende m¨¢s barata al turismo de masas y que est¨¢ sacando rentabilidad a la gallina de los huevos de oro, paga el precio de que sus calles, plazas y playas deban estar permanentemente a disposici¨®n de que los turistas (y los no turistas) las usen, las ensucien y griten. Sin un proyecto urbano y c¨ªvico muy intencionado, Barcelona ser¨¢ buena para divertirse y consumir y mala para vivir y descansar. Este es el precio que estamos pagando para tener una ciudad cada d¨ªa m¨¢s tematizada y simple, consumista y vulgar.
El otro problema, el de la inseguridad, tiene muchos matices. En Barcelona proliferan los tirones y los robos a domicilio, pero en relaci¨®n con muchas otras ciudades no podemos considerarla insegura. Sus calles y plazas son seguras y pasear por ellas sigue siendo un placer. Pero parece que hay una inseguridad interesada que prefiere que los robos vayan en aumento para sacar rentabilidad pol¨ªtica (achacar a la inmigraci¨®n el problema y aumentar los votos para la derecha) y para sacar rentabilidad econ¨®mica; pensemos en la polic¨ªa privada y el negocio del miedo. Aqu¨ª no se entiende el papel de un ayuntamiento de izquierdas que no sabe tomar medidas ante lo que los barceloneses consideran el problema m¨¢s grave de la ciudad. ?Si todos conocen los escenarios predilectos para los robos y la picaresca, por qu¨¦ la Administraci¨®n pretende ignorarlos? Hace un par de a?os que los hoteles reparten a todos los turistas unas recomendaciones para su seguridad insistiendo en que desconf¨ªen de todo y no se dejen enga?ar. Auguro ¨¦xito a una camiseta de recuerdo que ponga me robaron en Barcelona y s¨®lo me qued¨® esta camiseta.
Parece que estos problemas que responden a la dejadez de la Administraci¨®n y al incivismo de algunos ciudadanos no deber¨ªan ser tan dif¨ªciles de afrontar. ?No ser¨ªa posible conciliar esta ciudad tan exitosa hacia fuera, tan vendida al turismo y a la diversi¨®n f¨¢cil con poder vivir en ella?
?Por qu¨¦ no se han pensado y puesto en pr¨¢ctica soluciones, ya sean espacios de debate en los barrios y formaci¨®n o bien guardias de barrio o urbanos? Podr¨ªa ser ¨¦ste un nuevo trabajo c¨ªvico, por calles y plazas, en torno a lo que los psicoge¨®grafos londinenses y los situacionistas denominaban "plataformas giratorias" (sistemas humanos y ecol¨®gicos delimitables, n¨²cleos de cohesi¨®n como peque?os barrios en torno a plazas o como las esquinas del Ensanche), realizado por unos nuevos empleados, urbanos y urbanas en el sentido de que el objetivo de su trabajo ser¨ªa la mejora del espacio urbano, que cuidasen un bien tan valioso para la colectividad como es el espacio p¨²blico, evitando su dejadez y su abuso, y favoreciendo la convivencia. Se trata de inventar una especie de mediadores en el escenario, siempre conflictivo, del espacio p¨²blico, donde confluyen culturas, costumbres y generaciones distintas: cuidando de su limpieza, educando a los ciudadanos en la recogida selectiva de basuras, colaborando en que los ni?os puedan hacer solos el recorrido al colegio y a casa, ayudando a las personas mayores, informando a los turistas, atendiendo a los sin techo, socorriendo a los que tienen problemas con el alcohol o las drogas, avisando de excesos de suciedad y ruido, vertidos o escapes de agua, reparando los desperfectos en el espacio p¨²blico, su mobiliario, jardiner¨ªa e iluminaci¨®n. En definitiva, coordinando y resolviendo en la calle las diversas competencias de unos servicios administrativos tan descoordinados, burocratizados y poco eficaces.
Una ciudad con un espacio p¨²blico m¨¢s cuidado, m¨¢s limpia y menos ruidosa, ?no ser¨ªa tambi¨¦n una ciudad m¨¢s segura, habitable y sostenible, tal como la ciudadan¨ªa reclama?
Josep Maria Montaner, arquitecto y catedr¨¢tico de la Escuela de Arquitectura de Barcelona.
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