La ciudad desvestida
"Madrid es una ciudad de m¨¢s de un mill¨®n de cad¨¢veres (seg¨²n las ¨²ltimas estad¨ªsticas)", escribi¨® D¨¢maso Alonso en su diario ¨ªntimo, Hijos de la ira. De 1944 a 2003, ?cu¨¢ntos cad¨¢veres ha acumulado la capital de Espa?a? La poeta Guadalupe Grande (Madrid, 1965), que con Libro de Lilit obtuvo el Premio Rafael Alberti, nos induce a mirar de nuevo esa urbe en los versos de su actual entrega. Ocho a?os separan aquel y este libro. Sin prisas, madur¨® su escritura. Y se nota. En La llave de niebla hay una granaz¨®n de la palabra que la lleva a no nombrar en vano, a desechar lo superfluo decorativo e ir en busca de un lenguaje sin subterfugios, sin veleidades: signa con exactitud nominal, con propiedad adquirida a costa de mondar el poema como si fuese la manzana descubridora de la ley de la gravedad l¨ªrica.
LA LLAVE DE NIEBLA
Guadalupe Grande
Calambur. Madrid, 2003
80 p¨¢ginas. 9,61 euros
La llave de niebla es libro urbanita, de poes¨ªa en la calle y de las calles. Pero desde dentro y desde alto. Aqu¨ª los versos se encaminan al alma (o su vac¨ªo) de la ciudad. El lenguaje se acopla al asfalto, pero no renuncia a la sugerencia, al s¨ªmil sorpresivo, a una delicadeza de infancia absorta. La poeta asume la confusi¨®n como elemento de fusi¨®n en la vida de la ciudad y en su propia vida en ella: urdimbre de materiales urbanos con s¨ªmbolos po¨¦ticos. Cables, antenas, bares, ratas, palomas enfermas... comparten h¨¢bitat con la materia del ensue?o. La autora viste a la ciudad de hoy con el recuerdo del ayer, la desviste con la mirada del futuro y en medio, desolada, queda la herida de un cuerpo que s¨®lo se protege con palabras, con poemas que construyen y levantan sus barricadas de versos como resistencia. Ilimitada resistencia contra la progresiva destrucci¨®n de los espacios amados.
Libro hondamente nost¨¢lgico, esta llave nos abre puertas tan conmovedoras como las que conducen a Centro comercial o Farmacia de guardia, poemas en los que los latidos del coraz¨®n y los del tiempo -propio, ajeno- cruzan de la mano y logran que, al paso de su sinceridad, los sem¨¢foros de nuestra lectura se tornen verdes.
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