El Ayuntamiento desaloja a las 40 personas que viv¨ªan acampadas en la Casa de Campo
Las 40 personas que habitaban de manera regular en la Casa de Campo han sido desalojadas por la Polic¨ªa Municipal. La operaci¨®n se realiz¨® el lunes por la ma?ana. Muchos se negaron a obedecer la orden -"no tenemos d¨®nde ir"-, pero los agentes les advirtieron de que o se iban o les echar¨ªan por la fuerza.
Un portavoz de la Polic¨ªa Municipal inform¨® que el parque es un bien p¨²blico de todos los madrile?os y que ¨¦stos tienen derecho a disfrutar de ¨¦l, pero no para vivir all¨ª. La polic¨ªa afirma que les desaloj¨® tras avisarles previamente. Adem¨¢s se les ofreci¨® ir a un albergue de forma temporal, pero que ellos rechazaron la propuesta. Durante el desalojo, los agentes pidieron los papeles a todos. Tres de ellos no los ten¨ªan y estaban de manera irregular en Espa?a. Entonces, se les traslad¨® a dependencias de la Polic¨ªa Nacional.
Dos parejas y un chico se negaron a marcharse del parque pese a las amenazas de desalojo forzoso y optaron por cambiar de sitio. Ahora esperan que pase alg¨²n tiempo para volver a su antiguo lugar de acampada.
La mayor¨ªa de los desalojados habitaban en el sureste del parque, entre el lago y la avenida de Portugal, muy cerca de la zona donde la Cruz Roja regenta tres albergues y un centro de atenci¨®n a toxic¨®manos. "No tenemos casa, ni d¨®nde ir. La Casa de Campo ha sido nuestro hogar desde hace m¨¢s de un a?o", dice Isabel, una de las afectadas. Isabel est¨¢ enferma y la tienen que operar de un ovario. Vive junto a su pareja, Carlos, y sus dos perros. Ahora est¨¢n a la intemperie, en un espacio justo al lado del centro de la Cruz Roja, y conf¨ªan que no llueva durante los pr¨®ximos d¨ªas. Conviven en una situaci¨®n precaria: entre tres colchones tirados en el suelo, cajas de comida y ropa.
"Estamos pasando un poco de fr¨ªo por las noches, porque est¨¢ refrescando y esperamos que el invierno no nos pille en la calle", dice Carlos. Todos ellos se muestran muy molestos con la situaci¨®n, dicen que reciben una pensi¨®n no contributiva de 300 euros al mes como ayuda para rehabilitarse de la droga y que no les alcanza para comprarse una casa. "A los gitanos les dan inmediatamente una casa; en cambio, a nosotros nos ponen todo tipo de pegas", subraya Isabel.
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