Fama planetaria
Que qu¨¦ me parece que le den a Rowling el Premio Pr¨ªncipe de Asturias. Pues estupendo, c¨®mo no me va a parecer bien que un mundo en el que se da tan poca importancia a la literatura juvenil se premie a alguien a quien tantos ni?os, j¨®venes, adultos de todo el mundo aman tan apasionadamente. Otra cosa es que no pueda evitar el pensar que en la concesi¨®n del premio han entrado en juego m¨¢s factores que el amor universal hacia la literatura de la se?ora Rowling, tal vez haya intervenido el poder medi¨¢tico de un personaje que se ha convertido en compa?ero de fantas¨ªas a nivel planetario, tal vez. Lo que est¨¢ claro es que el Premio a la Concordia a Edward Said y a Barenboim no precisaba de ninguna explicaci¨®n porque las razones eran di¨¢fanas; en cambio, este galard¨®n a la Concordia a la creadora de Harry Potter ha necesitado que alguien explicara los motivos por los que Rowling contribuye a la buena convivencia, y cuando un premio necesita explicaciones es que su sentido no est¨¢ del todo claro. Pero, dejando a un lado la evidencia de que cada vez m¨¢s los premios Pr¨ªncipe de Asturias se est¨¢n decantando por personajes que sean famosos en todo el planeta, no ser¨¦ yo quien le escatime ning¨²n m¨¦rito a la gran se?ora Rowling. Aunque no pertenezco a esa sociedad inmensa de lectores amantes de los mundos fant¨¢sticos puedo entender la fascinaci¨®n que provocan, porque recuerdo v¨ªvidamente la que yo sent¨ªa cuando era peque?a. Despu¨¦s, al tiempo que me alejaba de la infancia, dejaba atr¨¢s los territorios m¨¢gicos, as¨ª que hoy considero esa falta de inter¨¦s m¨ªa m¨¢s como un p¨¦rdida que como una ganancia.
No todo han sido elogios hacia la literatura de J. K. Rowling, tambi¨¦n hay algunas voces cr¨ªticas, entre ellas la voz sentenciosa de Harold Bloom, que valoran Harry Potter m¨¢s como fen¨®meno social que de calidad literaria. Francamente, considero que s¨®lo alguien talentoso puede conseguir que un ni?o se lea un libro de m¨¢s de quinientas p¨¢ginas, y a¨²n m¨¢s, que tambi¨¦n lo quieran leer sus padres. En realidad, yo no estar¨ªa tan preocupado como parece estarlo Harold Bloom porque los ni?os leyeran cosas de "alta" calidad. Al ni?o hay que ense?arle, sobre todo, el camino a la librer¨ªa m¨¢s pr¨®xima, y dejar que elija, que se equivoque y que se apasione hasta por aquello que nosotros detestamos, porque el peque?o lector ha de vivir la literatura como una diversi¨®n maravillosa, no como parte de su formaci¨®n pedag¨®gica. Por eso es por lo que no entiendo muy bien lo del Premio a la Concordia, que parece m¨¢s un reconocimiento de orden moral. En cuanto a Harry Potter, lo que le hace falta como a cualquier libro, tenga ¨¦xito o no, es tiempo. S¨®lo el tiempo dir¨¢ cu¨¢l es su valor, si entra en el mundo de los cl¨¢sicos juveniles o es desplazado por otros personajes. Ah¨ª tenemos a Roald Dahl, que tal vez muchos adultos no lo sepan, pero lleva a?os y a?os sembrando iron¨ªa e inteligencia en las mentes de ni?os de todo el mundo, aun cuando su autor lleva ya alg¨²n tiempo muerto. Roald Dahl, siendo tremendamente conocido en Inglaterra, se levantaba una ma?ana y dec¨ªa: hoy me presentar¨¦ por sorpresa en tal colegio, interrumpir¨¦ las clases y dejar¨¦ que los ni?os me pregunten sobre Matilda o Charlie o sobre los Cretinos. Y lo hac¨ªa. Eso es la pega que veo yo a la vida de Rowling, la falta de libertad de movimientos por la fama tan apabullante que comparten ella y su personaje. Es una peque?a pega, claro. Lo dem¨¢s es envidia.
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