La carrera de los excesos
Nuevo triunfo de Petacchi la v¨ªspera de la contrarreloj que examinar¨¢ a los favoritos
Hay orgullos peregrinos que conducen al exhibicionismo, al exceso. Unipublic, por ejemplo, se enorgullece de los kil¨®metros y kil¨®metros de vallas que almacena en Valencia. Llegan los periodistas y les dicen: superamos al Tour, que nos pide ayuda, y vallas, para el pr¨®logo de Par¨ªs. Y tambi¨¦n, y tienen raz¨®n: estamos a la vanguardia, hemos inventado las valla sin patas, adi¨®s a los accidentes, ning¨²n ciclista tropezar¨¢ m¨¢s con ese enemigo insidioso y oculto. As¨ª que las llegadas de la Vuelta son el alarde de la valla. Las hay por todas partes, hagan o no hagan falta.
La figura de David Latasa, un ciclista ya alto de por s¨ª, se agiganta cuando cruza la meta andando, el maillot deshilachado por la espalda, el culotte destrozado, la bicicleta de la mano. Habla Latasa, o m¨¢s bien grita, y en sus palabras, su lamento, hay ecos de los pioneros, reflejos de aquel Octave Lapize que gritaba "?asesinos!" a los organizadores del Tour que les hab¨ªan obligado a ascender por primera vez el Tourmalet. "Nos quieren matar", proclamaba Latasa. "Tanto preocuparse de nuestra seguridad, tanto que dicen y van y ponen las vallas de repente en mitad de la calle. Es como si dijeran 'mataros, pero eso s¨ª, con el casco puesto'. Latasa lo pod¨ªa contar, y tambi¨¦n pod¨ªan hablar Unai Etxebarria, el ganador de la v¨ªspera, y Alberto Mart¨ªnez, pero el cuarto hombre que se trag¨® la valla, que se la encontr¨® de sopet¨®n cuando volaba con el pelot¨®n a m¨¢s de 80 en el ¨²ltimo kil¨®metro de una etapa lanzada por el Moncayo, el italiano Cortinovis, no ten¨ªa ese derecho. En su aterrizaje contra el metal cay¨® de morros, se parti¨® la boca -sufre fractura abierta del maxilar inferior, y de la clav¨ªcula- y tuvo que ser transportado al hospital para que el cirujano m¨¢xilofacial le reparara el desaguisado. No pudo ni o¨ªr la facilidad con la que Petacchi gan¨® su segundo sprint.
Tambi¨¦n termin¨® triste la excesiva aventura de Jos¨¦ Antonio Pecharrom¨¢n, el ciclista que renunci¨® a ilusionar a la afici¨®n tras su explosi¨®n en la Bicicleta Vasca y la Volta a Catalunya. Al parecer, el ciclista nacido extreme?o, en Coria (C¨¢ceres), y hecho manchego, en Daimiel (Ciudad Real), anda re?ido con su director, el interminable Miguel Moreno, porque ¨¦ste, que le paga 24.000 euros al a?o, y no le quiso ofrecer primas especiales por sus victorias, le busc¨® el contrato de su vida con el Rabobank. Pero, el extreme?o logr¨® por su parte un apa?o por 300.000 euros con el Quick Step, quien le ha recomendado que no se gaste mucho en los ¨²ltimos meses del a?o. As¨ª que, con una absoluta falta de compromiso -similar, por otra parte, a la displicencia con la que han renunciado a convertirse en figuras populares gente como Casero, Heras o Aitor Gonz¨¢lez-, Pecharrom¨¢n decidi¨® correr la vuelta al ralent¨ª. Lleg¨® rezagado todos los d¨ªas. Ayer se retir¨®.
No mostrar¨¢ sus habilidades contra el reloj el d¨ªa en que el ministerio de Fomento exhibir¨¢ -orgulloso, como Unipublic de sus vallas- todas las circunvalaciones, autov¨ªas y autopistas que rodean a Zaragoza, pues tal es el excesivo trazado -y aburrido- por el que se examinar¨¢n en 44 kil¨®metros los favoritos. ?Qui¨¦n podr¨¢ con Igor? ?Aguantar¨¢ Nozal? ?Qu¨¦ pasar¨¢ con Sevilla y su hinchada cadera? ?Resucitar¨¢n Aitor, Casero y compa?¨ªa?
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