Perico Navarro
Sali¨® el 12 (de Navarro) y Espa?a cant¨® l¨ªnea, bingo, bote y rebote. Medalla de plata y Juegos Ol¨ªmpicos de Atenas 2004 asegurados, Campeonato de Europa de 2005 sin fase previa y Campeonato del Mundo de 2006 a un paso.
Con tanto en juego, a cualquiera le habr¨ªa entrado el nervio. A cualquiera que no sea Juan Carlos Navarro, el artista, un ejemplar ¨²nico de jugador al que no debes dejar de echarle un ojo, pues corres el peligro de perderte algo grande. A la atenci¨®n propia y ajena, responde con jugadas maravillosas; con canastas incre¨ªbles, adornadas con una habilidad no exenta de pl¨¢stica que hace que te enganches a su juego sin reservas. Y todo esto lo desarrolla a las mil maravillas cuando la situaci¨®n se vuelve extrema, cuando la responsabilidad se torna asfixiante. Entramos entonces en su h¨¢bitat favorito, lo ¨²nico que a Italia se le escap¨® de su impecable estrategia. Porque hay que reconocer que los italianos se portaron con una entereza sobresaliente y superaron las expectativas que hab¨ªa sobre sus capacidades.
Cuando todos aventur¨¢bamos un juego trabado, los de Recalcati salieron con el turbo puesto de la mano de Bulleri, un base que no cuadra para nada con el estereotipo transalpino. Esperando la velocidad espa?ola para romper la defensa italiana, resulta que fueron ellos lo que metieron revoluciones al partido y desorientaron al equipo espa?ol, que fue con la lengua fuera durante gran parte del encuentro.
Con los papeles cambiados y Gasol sepultado despu¨¦s de un buen arranque, a los espa?oles no les qued¨® otro remedio que cerrar filas y ponerse a defender como posesos, lo que termin¨® por igualar el debate.
Volaba el tiempo e Italia no ced¨ªa, por lo que la llegada a la final se iba a dilucidar al sprint. Italia ten¨ªa a su gente perfectamente colocada y Espa?a buscaba a Gasol y no lo encontraba. Fue entonces cuando el encuentro entr¨® en el territorio Navarro y, como ocurre en las pel¨ªculas con el s¨¦ptimo de caballer¨ªa, el azulgrana lleg¨® en el momento justo.
Gasol es nuestro Indur¨¢in, un modelo estratosf¨¦rico, un f¨ªsico portentoso, un deportista tocado por los dioses y llamado a alcanzar cotas hasta ahora desconocidas. Navarro, en cambio, es Perico Delgado. Sorprende, se echa hacia atr¨¢s fallando unos cuantos tiros al principio y, cuando parece que no est¨¢, lanza su ataque, se pone en cabeza, dispara la emoci¨®n y se va como una flecha hacia su objetivo.
Con Gasol alucinas sobre sus infinitas posibilidades, te gana racionalmente. Navarro te llega directamente al centro de las sensaciones y consigue con actuaciones como la de ayer que acabes pegando gritos, saltando del sof¨¢ y abraz¨¢ndote al primero que tienes a mano.
Seguro que unos cuantos millones terminamos as¨ª esta hist¨®rica jornada. Vamos por los lituanos.
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