Impuesto de sucesiones: reforma o muerte
LOS PA?SES OCCIDENTALES viven una competencia fiscal a la baja. Los pol¨ªticos han llegado a la conclusi¨®n de que bajar impuestos ayuda a ganar elecciones, sin tener tan en cuenta la segunda parte de la ecuaci¨®n: la financiaci¨®n del gasto p¨²blico. Buena parte de los problemas que ahora existen con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento tienen que ver con esta carrera cuesta abajo. La rebaja de impuestos supone la reducci¨®n de algunos y la desaparici¨®n de otros. Entre los segundos, figuran con todas las papeletas el impuesto de sucesiones y -cuando se acabe con ¨¦ste- el del patrimonio.
La campa?a para eliminar el impuesto de la muerte est¨¢ en marcha desde hace mucho. Berlusconi ya lo hizo, Bush ha prometido terminar con ¨¦l antes de que acabe el actual mandato (?lo podr¨¢ hacer en esta coyuntura b¨¦lica?), y las comunidades aut¨®nomas en las que gobierna el PP (en Espa?a es un gravamen transferido) ya lo han anunciado (lo hizo, por ejemplo, Esperanza Aguirre, candidata a la Comunidad de Madrid, ejerciendo de portavoz de sus compa?eros de partido). He tomado algunos titulares, reiterativos, de la prensa econ¨®mica y general de este ¨²ltimo verano, cuyos protagonistas son, en general, pol¨ªticos (no s¨®lo del PP; tambi¨¦n de Convergencia) y dirigentes de organizaciones empresariales: "Llega la hora de acabar con el impuesto de sucesiones", "La tendencia es ir hacia la supresi¨®n de sucesiones", etc¨¦tera.
Este impuesto naci¨® para garantizar una cierta igualdad de oportunidades. La reforma que propone Andaluc¨ªa sirve para debatir su solvencia y no para eliminarlo por principio, como quiere el PP (y Bush y Berlusconi)
En t¨¦rminos te¨®ricos es dif¨ªcil entender (excepto entre quienes representan los intereses de los ciudadanos m¨¢s afortunados) c¨®mo retirar un impuesto que tendr¨ªa que recaer en pocas personas y que puede producir importantes ingresos a las comunidades aut¨®nomas es pol¨ªticamente popular. Misterios de la propaganda... y de su aplicaci¨®n pr¨¢ctica. El impuesto de sucesiones naci¨® como una conquista que promueve valores democr¨¢ticos como la igualdad de oportunidades, y que limita la capacidad de los poderosos para formar dinast¨ªas de ricos que se perpet¨²an sin limitaciones y con menos esfuerzo que los dem¨¢s ciudadanos.
El problema es su aplicaci¨®n pr¨¢ctica. Los partidarios de su desaparici¨®n arguyen algunos argumentos que son verdad: grava doblemente bienes que ya fueron objeto de tributaci¨®n; no afecta a todos los ciudadanos espa?oles, pues los navarros y los vascos ya est¨¢n exentos y hay otras comunidades que lo han retirado o lo van a retirar (por ejemplo, Cantabria, La Rioja), y, sobre todo, no lo pagan las grandes fortunas, recayendo sobre las clases bajas y medias, como efecto de la ingenier¨ªa fiscal y contable.
Pero ¨¦stos son argumentos instrumentales, que no anulan los fines para los que el impuesto de sucesiones fue instituido. Lo que la l¨®gica indica es que deber¨ªa ser reformado para devolverle sus razones. No eliminarlo. La Junta de Andaluc¨ªa acaba de anunciar el otro camino, el de la reforma. Seg¨²n los t¨¦rminos conocidos hasta ahora, no pagar¨¢n el impuesto de sociedades en esa comunidad quienes cumplan las siguientes condiciones: el patrimonio total de la herencia debe ser inferior a 500.000 euros; el heredero ha de ser pariente directo (c¨®nyuge, hijos, adoptados y ascendientes); el beneficiario tiene que residir en Andaluc¨ªa; el valor de lo heredado por persona ha de ser igual o inferior a 125.000 euros, y el patrimonio preexistente del heredero no debe superar un valor algo superior a los 400.000 euros. La consejera andaluza de Econom¨ªa, Magdalena ?lvarez, ha subrayado que esta iniciativa persigue favorecer las rentas medias: "Es una medida progresista que apoya el ahorro y la inversi¨®n de la clase media y mantiene la tributaci¨®n de los que tienen patrimonios m¨¢s altos".
El debate entre especialistas, a partir de ahora, deber¨ªa situarse en la solvencia t¨¦cnica de la reforma andaluza, no en si este impuesto ha de desaparecer por principio. Porque los argumentos de los que defienden esto ¨²ltimo tienen m¨¢s que ver con la regresividad impositiva que con los problemas reales sobre su aplicaci¨®n. Despu¨¦s ir¨¢n a por el del patrimonio.
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