Teatro, m¨¢s que rejoneo
Los que esperaban degustar el arte del rejoneo poco o nada paladearon. En cambio, los que fueron a ver caballos -los m¨¢s- se pusieron las botas. Veintisiete bellos ejemplares lucieron doma y gracia. Por caballos no qued¨®. Lo que realmente falt¨® fue arte. Los caballeros artistas se preocuparon en exceso de lo superfluo que este arte tiene. Lo fundamental, lo importante, lo trascendente no existi¨® porque ninguno lo intent¨®. Se escudan en el sentimiento que el p¨²blico tiene hacia los caballos. Con lo cual es m¨¢s aplaudido cualquier efecto teatral realizado por un caballo que el rejoneo en s¨ª.
De un tiempo a esta parte parece ser menester indispensable en este arte que sus int¨¦rpretes sean jaleadores natos de tendidos. Todos sin excepci¨®n fueron tendido por tendido brindando banderillas, claveles, rejones de castigo y banderillas cortas. Jalearon por orden de antig¨¹edad.
Huebra / Hern¨¢ndez, Domecq, Fernandes, Vegas, Montes y Ventura
Toros de Castillejo de Huebra, exageradamente despuntados para rejones. Hern¨¢ndez: vuelta. Domecq: silencio. Fernandes: oreja. Vegas: oreja. Montes: vuelta. Ventura: ovaci¨®n. Plaza de toros de Valladolid, 14 de septiembre, 9? de feria. Media entrada.
Leandro Hern¨¢ndez, decepcion¨® a sus seguidores. Tuvo una tarde pesada, reiterativa, sin brillo.
Luis Domecq comenz¨® clavando poco m¨¢s arriba de la pezu?a. Termin¨® asesinando al novillete. Entre el principio y el final estuvo bullidor, sin ajustarse y desacertado tanto con los rejones como con las banderillas.
Rui Fernandes quiso. No era su tarde. Voluntad y deseos de agradar no le faltaron. Dej¨® desparramado todo lo que coloc¨®. Los coleos y cabriolas los hizo con exposici¨®n, dej¨¢ndose tocar alg¨²n caballo. Y pare usted de contar.
Sergio Vegas maltrat¨® a sus caballos. El querer estar por encima de su t¨¦cnica le pudo costar un serio disgusto. Mal rato pasaron los amantes de tan bellos animales, ya que todos los que utiliz¨® para su actuaci¨®n sufrieron topetazos, incluso estuvieron a punto de ser derribados.
?lvaro Montes forj¨® su actuaci¨®n preocupado m¨¢s de lo superfluo que de lo realmente importante. Deseoso de agradar se dej¨® tropezar los caballos. Su punto de inspiraci¨®n con el que recogi¨® las mayores ovaciones fue con la interpretaci¨®n del viol¨ªn en banderillas.
Diego Ventura dej¨® constancia de su inmadurez. Ilusi¨®n por abrirse camino en la profesi¨®n no le falt¨®. Banderillas a dos manos fue lo de mayor importancia dentro de su actuaci¨®n.
Punto y aparte merece la actuaci¨®n de todos con el rej¨®n de muerte. Ni uno intent¨® dejarse ver a la hora de matar. Una sangr¨ªa fue este mencionado cap¨ªtulo dentro del festejo. Un final gris para una feria donde falt¨® la importancia del toro y sobr¨® el triunfalismo de los tendidos.
Babelia
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