Ir a la Universidad, ?para qu¨¦?
Estos d¨ªas llegan a las aulas universitarias los nuevos estudiantes. Llegar¨¢n cargados de ilusiones y expectativas, esperando que la Universidad les abra nuevos horizontes profesionales y culturales y les capacite para encontrar un buen empleo.
Deber¨ªan saber, sin embargo, que la Universidad no es el mejor camino para hacerse rico. Se cuenta de un conocido banquero y comerciante gallego de principios del siglo XX que cuando nac¨ªa un nuevo v¨¢stago en la familia, lo cog¨ªa en sus manos y lo lanzaba contra la pared; si el menudo se agarraba a ella y, aun con dificultades, consegu¨ªa mantenerse y no caer al suelo, se le orientaba a la actividad bancaria; si consegu¨ªa agarrarse pero no era capaz de sostenerse y resbalaba hasta llegar al suelo, se le dedicaba a los negocios comerciales; pero si el pobre infante, una vez estrellado contra la pared, sencillamente rebotaba y se desplomaba, a ¨¦ste se le enviaba a la Universidad. No es una mala visi¨®n de los caminos m¨¢s adecuados para hacer dinero en la vida.
Hay que reducir los contenidos que se imparten en las licenciaturas y ense?ar a aplicarlos en casos reales
Sin embargo, las familias espa?olas tienen una elevada inclinaci¨®n por que sus hijos vayan a la Universidad. No es tanto la preferencia por unos estudios determinados como por la Universidad en s¨ª misma. He escuchado a muchas personas comentar de forma despectiva este deseo generalizado de los padres por la Universidad, y el rechazo a que sus hijos realicen una formaci¨®n profesional. (Normalmente, quien as¨ª opina supone que sus hijos s¨ª deben ir a la Universidad). Pero esa preferencia est¨¢ justificada. Muchos padres de familia de clase media y baja creen que el mejor esfuerzo que pueden hacer por sus hijos es "darles una carrera", y los datos estad¨ªsticos les dan la raz¨®n. Los titulados universitarios tienen una tasa de desempleo menor que la de los no universitarios, y sus ingresos son mayores. Es, por tanto, una buena inversi¨®n.
Sin embargo, muchas de esas ilusiones y expectativas se ver¨¢n frustradas. El fracaso universitario es muy elevado, medido tanto en t¨¦rminos de porcentaje de estudiantes que no acaban sus estudios como en n¨²mero de a?os necesarios para finalizarlos.
?Cu¨¢les son las causas de ese elevado fracaso? Nuestras autoridades y muchos profesores universitarios creen que se debe al bajo nivel de conocimientos y cultural general con que ahora llegan a la Universidad los alumnos de bachillerato, carencias atribuidas al mal funcionamiento de los niveles educativos inferiores. Pero pienso que este es, cuando menos, un diagn¨®stico parcial. Por dos motivos.
En primer lugar, porque esas carencias son en parte la consecuencia, inevitable a corto plazo, de la democratizaci¨®n de la ense?anza. El retraso secular en la escolarizaci¨®n en Espa?a se ha recuperado en muy pocos a?os. Pero ese retraso pasa ahora factura. Casi el 50% de los padres de los actuales estudiantes universitarios no tienen estudios o s¨®lo han cursado primaria. Sin embargo, hace 30 o 40 a?os los pocos estudiantes que iban a la Universidad -elitista pero de mala calidad- de aquellos a?os eran hijos de un padre que a su vez hab¨ªa ido a la Universidad, con el consiguiente entorno familiar de apoyo al estudiante. Las carencias profesionales y culturales del entorno familiar de muchos de los actuales universitarios influyen en su nivel cultural y son un obst¨¢culo familiar para su ¨¦xito en la Universidad. Sin embargo, las pr¨®ximas generaciones no sufrir¨¢n ya esa carencia.
Pero la causa fundamental del fracaso est¨¢ en la propia Universidad. Si uno analiza los planes de estudios de las universidades y escuelas t¨¦cnicas espa?olas y se pregunta qu¨¦ tipo de producto est¨¢n vendiendo, acaba concluyendo que lo que pretenden los profesores universitarios es formar titulados a su imagen y semejanza. Clonarse a s¨ª mismos. En esto reside la causa fundamental del fracaso universitario. No caen en la cuenta de que el 95% de los estudiantes que tienen en las aulas ni quieren ni van a ser profesores o investigadores como ellos, sino que pretenden ser buenos profesionales y expertos en materias concretas que demandan empresas y administraciones p¨²blicas, para encontrar un buen empleo.
Hay que reducir fuertemente los contenidos exigidos en las licenciaturas, dar m¨¢s tiempo para asimilarlos y ense?ar a aplicarlos en casos reales. Combinar m¨¢s la teor¨ªa con la pr¨¢ctica. Para eso es necesario tambi¨¦n cambiar radicalmente la forma de ense?ar. El objetivo debe ser ense?ar a pensar y no obligar a memorizar muchos conocimientos abstractos que despu¨¦s no se saben utilizar.
Para lograr que las universidades se vean presionadas a buscar esos objetivos se necesitan s¨®lo tres cosas. En primer lugar, una informaci¨®n exacta que permita conocer a qu¨¦ se dedican los actuales titulados; sin saber qu¨¦ empleos ocupan no podremos saber qu¨¦ tipo de profesionales debemos formar. Aunque pueda sorprender, hoy no existe esa informaci¨®n porque ning¨²n organismo p¨²blico o privado la suministra. En segundo lugar, hay que reducir la masificaci¨®n de la Universidad p¨²blica. En tercer lugar, hay que introducir instrumentos que permitan a la sociedad conocer los resultados de cada universidad, en t¨¦rminos de calidad de la ense?anza ofrecida y capacidad de sus titulados para encontrar empleo en el mercado. Con esa informaci¨®n los estudiantes y sus familias podr¨¢n elegir la universidad que m¨¢s les satisfaga, y las universidades tendr¨¢n incentivos para mejorar.
En vez de eso, el presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y la ministra Pilar del Castillo siguen empujados por esa arcaica y funesta man¨ªa de querer cambiar las cosas s¨®lo mediante leyes dirigidas a regular todos los aspectos organizativos de la vida interna de las universidades. ?Como si las leyes hubiesen conseguido alguna vez cambiar los usos y costumbres de las gentes y las instituciones!
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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