El Madrid es un hurac¨¢n
El Marsella se adelanta en el marcador, pero acaba aplastado por el f¨²tbol sublime de los blancos
Cuando el Madrid ruge, se acaba la discusi¨®n. Cuando su f¨²tbol se enciende, se juntan sus futbolistas de colecci¨®n y se ponen de acuerdo para, cada uno con sus cosas, irrumpir a la vez sobre el partido, ya no hay nada m¨¢s que hablar. El Madrid se merienda entonces todo lo que se le pone por delante. No pregunta, simplemente aplasta. Tiene tal cantidad de recursos, y tan variados, que no hay respuesta. Si se agrupan todos de golpe, no existe la manera ni de pedir socorro. Eso le ocurri¨® ayer al Marsella, que durante un buen rato se sinti¨® dentro del partido, con el rival sujeto. Que incluso se puso por delante. Pero que no supo qu¨¦ hacer cuando se despert¨® la bestia, cuando, precisamente al sentir la herida del marcador en contra, el Madrid se enfureci¨®.
REAL MADRID 4 - MARSELLA 2
Real Madrid: Casillas; Salgado, Pav¨®n, Ra¨²l Bravo, Roberto Carlos; Cambiasso (Guti, m. 75), Beckham; Figo, Ra¨²l, Zidane (Solari, m. 85); y Ronaldo (Portillo, m. 85).
Ol¨ªmpico de Marsella: Runje; Beye, Van Buyten, Meite, Ecker; Celestini, Hemdani (Vachousek, m. 65), Meriem, Marlet (Jonhansen, m. 35), Mido; y Drogba (N'Diaye, m. 75).
Goles: 0-1. M. 25. Drogba, tras un rechace.
1-1. M. 28. Roberto Carlos, de volea, a pase de Beckham.
2-1. M. 32. Ronaldo, de tiro cruzado.
3-1. M. 57. Ronaldo, tras una buena jugada de Zidane.
4-1. M. 60. Figo, de penalti.
4-2. M. 83. Van Buyten, de cabeza tras un saque de c¨®rner.
?rbitro: Wolfang Stark (Alemania). Amonest¨® a Runje y Ra¨²l Bravo.
Unos 50.000 espectadores en el Bernab¨¦u.
El hurac¨¢n dur¨® un cuarto de hora. Pero fue una pasada. De pronto, todos los buenos se juntaron. Zidane comenz¨® a recitar poes¨ªa con el bal¨®n y Beckham se puso a pintar curvas con sus centros; Ronaldo se retras¨® unos metros para entrar por el ¨¢rea como un b¨²falo y Ra¨²l encontr¨® agujeros por donde asomar la inmensidad de su astucia; Figo empez¨® a bailar regates por su callej¨®n y Roberto Carlos a regalar la descomunal fuerza bruta de su pierna izquierda. Y hasta Salgado, que sigue ah¨ª empe?ado en subirse al escal¨®n de arriba, volvi¨® a disfrazarse del mejor de los extremos. Todos juntos, todos a la vez. Cuando el Marsella acert¨® a levantar la vista, cuando encontr¨® un segundo de paz tras el vendaval de f¨²tbol, no s¨®lo ya perd¨ªa, sino que ya no ten¨ªa nada que hacer.
Y eso que el estreno europeo del nuevo Madrid arranc¨® con dudas. Porque el equipo, aunque luminoso, no se parec¨ªa a un equipo. El Marsella, con una presi¨®n pegajosa y bastante adelantada, hab¨ªa conseguido incomodar su posesi¨®n de pelota. El Madrid jugaba, dejaba algunos detalles de los que est¨¢ sobrado, pero sin mucha trascendencia y siempre de forma individual. Pero apenas llegaba. Lejos de eso, amagaba con sufrir, con pasar miedo ante las subidas, aunque no demasiado decididas, de sus rivales.
De hecho, m¨¢s bien por pura casualidad, el Marsella se encontr¨® de pronto por delante. Fue un error de Cambiasso, que dud¨® entre controlar de espaldas o despejar y acab¨® por regalarle la pelota a Mido en el balc¨®n del ¨¢rea. El egipcio se fue a trompicones de Salgado, del propio Cambiasso y de Beckham y lanz¨® un tiro pifiado que se encontr¨® Drogba en el coraz¨®n del ¨¢rea para fusilar. No estuvo muy despierta la zaga madridista, pero tampoco muy afortunada. El Marsella se encontr¨® sin querer con el 0-1 y, misteriosamente, con su sentencia de muerte.
Porque fue precisamente entonces cuando el Madrid se enchuf¨® al partido, cuando se volvi¨® imparable. Cuando se dej¨® llevar por el lujo y el f¨²tbol excesivo y puso a hervir de excitaci¨®n el Bernab¨¦u. Por calidad y por cantidad arrincon¨® al Marsella junto a su porter¨ªa y lo tritur¨® a ocasiones. Daba y daba el Madrid, casi sin pesta?ear, y de la tunda sali¨® con el marcador dado la vuelta. S¨®lo fueron dos goles, dos golazos, pero la sensaci¨®n de superioridad fue tal que cuando alcanz¨® el 2-1 ya se supo que el partido hab¨ªa concluido.
La alegr¨ªa del Marsella s¨®lo dur¨® dos minutos. Dos jugadas despu¨¦s, Roberto Carlos mand¨® de volea picada a la escuadra un centro delicioso de Beckham, y cinco minutos m¨¢s tarde Ronaldo empuj¨® a la red una jugada maravillosa de Salgado, cada vez m¨¢s por encima del techo que se le supon¨ªa: tuvo coraje para irse de Mido, habilidad para deshacerse de Meite y delicadeza para regalarle el gol a Ronaldo. Salgado se siente el m¨¢s fuerte, con ox¨ªgeno para estar en todos lados. Y tambi¨¦n se ve con car¨¢cter, hermano mayor de los pavones y el que tira del carro de todo el equipo cuando vienen mal dadas.
El Madrid baj¨® el pist¨®n tras el descanso, pero no su estado de excitaci¨®n y sus ganas de f¨²tbol y de fiesta. En otra ¨¦poca, es posible que el equipo blanco se hubiera frenado en seco, a especular con el resultado, a manejarlo con supuesta inteligencia para ahorrar esfuerzos. Pero ayer no. Ayer pudo m¨¢s que la econom¨ªa, la sonrisa de oreja a oreja con la que jugaron las estrellas. El Madrid no s¨®lo jugaba, disfrutaba. No quer¨ªa que el partido se acabase nunca. Por eso, y aun sin alcanzar el tramo de f¨²tbol total que sucedi¨® al 0-1, sigui¨® deleitando y deleit¨¢ndose.
Con un sobresaliente general, con Zidane un punto por encima, haciendo las cosas m¨¢s bonitas que nadie es capaz de hacer con un bal¨®n, el Madrid fue engordando la goleada. Y hasta se permiti¨® el gustazo de a?adir m¨¢s talento a su cuota (Guti entr¨® por Cambiasso), a desafiar un poco m¨¢s las leyes del equilibrio. Concedi¨® un gol en contra al final, en un salto que perdi¨® Pav¨®n, pero le dio lo mismo. Debut¨® en Europa con un atrac¨®n de f¨²tbol y goles. Y durante un cuarto de hora, cuando encendi¨® a la vez todas sus luces, se sinti¨® de verdad el equipazo.


Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.