Una exc¨¦ntrica sale a escena
EN UN VISIBLE lugar de la escena literaria argentina existe hoy una figura hasta cierto punto inesperada, muchas veces calificada de "secreta" y "enigm¨¢tica": hermana menor de Victoria Ocampo -la fundadora, en 1931, de la revista Sur-, miembro de una aristocr¨¢tica y opulenta familia porte?a, y amiga y colaboradora de Jorge Luis Borges. Silvina Ocampo (Buenos Aires, 1903-1993) estudi¨® pintura con Giorgio de Chirico antes de decidirse por la literatura, y en 1940 se cas¨® con Adolfo Bioy Casares, 11 a?os menor que ella, casi al mismo tiempo que se publicaban La invenci¨®n de Morel y la enormemente influyente Antolog¨ªa de la literatura fant¨¢stica, fabricada entre Borges, Bioy y Silvina Ocampo.
ANTOLOG?A ESENCIAL
Silvina Ocampo
Emec¨¦. Barcelona, 2003
242 p¨¢ginas. 20 euros
Lo curioso es que su proximidad al n¨²cleo m¨¢s prestigioso del sistema intelectual argentino la confin¨® a un papel secundario, muy discreto, que ella sobrellev¨® con entereza si no con alivio. S¨®lo los escritores de una generaci¨®n m¨¢s joven, como Manuel Puig, Edgardo Cozarinsky (autor del pr¨®logo de esta edici¨®n), J. Rodolfo Wilcock (junto a quien compuso un interesante experimento: el drama en verso Los traidores, 1956) y Alejandra Pizarnik, reivindicaron la sarc¨¢stica sordidez de sus cuentos y la feliz, contenida, rareza de su registro de lengua. A diez a?os de su muerte, la posteridad le est¨¢ siendo favorable: hoy se recuerda poco a las novelistas que concentraban la atenci¨®n de su tiempo, como Silvina Bullrich, Marta Lynch o Beatriz Guido. En cambio, Silvina Ocampo es portada de suplementos literarios.
Al mismo tiempo pr¨®xima y exc¨¦ntrica, entonces, respecto de la centralidad representada por Bioy y Borges, por su hermana Victoria y los miembros del grupo Sur, existe la tentaci¨®n de descubrir ahora, en Silvina Ocampo, al genio escondido de las letras argentinas, impulsada adem¨¢s por la ansiedad period¨ªstica de las efem¨¦rides. Dejando de lado esta tendencia un poco fr¨ªvola, es justo se?alar que en sus cincuenta a?os de recorrido como cuentista -desde Viaje olvidado (1937) hasta Cornelia frente al espejo (1988)- Ocampo construy¨® un orbe en verdad muy peculiar, de par¨®dica crueldad, cargado de una mirada perversa sobre el mundo de la infancia, en el que minuciosamente sustituye toda candidez por sanguinaria malicia. Los usos de la buena sociedad burguesa, con sus vestidos de moda y sus tertulias de peluquer¨ªa, quedan retratados en una caricatura bestial, que se reserva para s¨ª el lado m¨¢s salvaje del antirrealismo y del cultivo de lo fant¨¢stico que fue la divisa fundamental de su entorno literario m¨¢s cercano. As¨ª, la se?ora Cornelia Catalpina le dice a su modista Casilda, cuando ¨¦sta le presenta a su hija de ocho a?os: "?Por qu¨¦ no le coloca una piedra sobre la cabeza para que no crezca?". Horacio Quiroga y Virgilio Pi?era son nombres cercanos al mundo de Ocampo, uno por lo s¨®rdido, el otro por la despiadada parodia. No es extra?o que Pizarnik o Italo Calvino se sintieran atra¨ªdos por estos cuentos, que se leen con un gesto de sorpresa y hasta de fascinada incredulidad.
Como poeta fue menos peculiar: cultiv¨® con precisi¨®n el endecas¨ªlabo, con una cierta inflexi¨®n modernista; salvo en los poemas de los a?os ochenta -publicados p¨®stumamente y que esta antolog¨ªa no recoge-, muy libres y autobiogr¨¢ficos, en los que su c¨¦lebre hermana no sale muy bien parada ( "
... desde ese d¨ªa / la palabra Victoria me pareci¨® nefasta"). Pero, incluso en el soneto, Silvina Ocampo no se priva de sus golpes de efecto: "En las paredes hay olor a orina, / letras de tiza y piedras en el suelo. / Soy apenas yo misma. Soy Silvina. / La vida me circunda como un velo". Es la mitolog¨ªa urbana del doble, que tanto trabaj¨® Borges, pero en una versi¨®n plebeya, que busca para su propio nombre la rima maloliente. C¨®mo no iban a decirle que era "muy original".
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