Ausencia de toreo
Lo que se dice torear, poco, muy poco. Pero Caro Gil, deslavazado y destemplado en su primero, se aprendi¨® la lecci¨®n para el ¨²ltimo. Y a las buenas gentes de Algemes¨ª les vendi¨® gato por liebre. A ese novillo que cerr¨® plaza, un colorao de buena estampa, le dieron en varas como si del toro de San Marcos se tratara. Y as¨ª lleg¨® el pobre animal a la muleta: moribundo. Serv¨ªa para torear poco, gesticular mucho y dar m¨¢s pases al tendido que al castigado novillo. Faena, de nuevo sin temple, populista y dedicada a la galer¨ªa.
Tampoco Palaz¨®n justific¨® su posici¨®n de privilegio. Con el noble primero no hubo coordinaci¨®n. Poco acople, en fin. Acad¨¦mico, tambi¨¦n fr¨ªo, y sin ligar dos muletazos seguidos. Sin clase su segundo y con poca fuerza y raza, notas comunes de la novillada, Palaz¨®n se perdi¨® en una labor sin limpieza. Adem¨¢s, muy relamido el torero con la muleta, fall¨® con el descabello m¨¢s de la cuenta.
Gim¨¦nez / Ventura, Palaz¨®n, Caro
Cinco novillos de Gim¨¦nez Indarte, correctos de presentaci¨®n, sin raza y justos de fuerzas. El rejoneador Diego Ventura: silencio. Francisco Jos¨¦ Palaz¨®n: vuelta; dos avisos y silencio. Caro Gil: aviso y saludos; oreja. Plaza de Algemes¨ª, 21 de septiembre. 2? de feria. Lleno.
Correcto y sobrado con los rejoncillos, y tan vibrante como desigual en banderillas, Diego Ventura le puso a la tarde los momentos m¨¢s emotivos. Arriesg¨® y model¨® una buena actuaci¨®n. Pero la ech¨® por la borda a la hora de utilizar los rejones de muerte.
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