Guerreros, SA
La guerra tambi¨¦n se privatiza, y la guerra global, a¨²n m¨¢s. Cada vez m¨¢s civiles participan en ella, a trav¨¦s de un proceso de creciente externalizaci¨®n de algunas funciones y misiones. En la guerra del Golfo de 1991, una de cada 50 personas que EE UU ten¨ªa en el campo de batalla era un civil contratado. En esta guerra de Irak hay unos 10.000 contratistas privados militares trabajando para los algo m¨¢s de 100.000 soldados de EE UU, seg¨²n Peter Singer, autor de un estudio para la Brookings Institution, titulado Guerreros corporativos. "Con el crecimiento de la industria militar privada, estos actores en el sistema global tienen acceso a capacidades que cubren todo el espectro de la actividad militar", se?al¨®, desde operaciones de combate a espionaje o planeamiento estrat¨¦gico. Y tienen un alcance global. EE UU los usa en ?frica para formar cuadros militares locales, o en Colombia para perseguir a narcotraficantes. No es un fen¨®meno totalmente nuevo. "Todo imperio, del antiguo Egipto a la Inglaterra victoriana", escribi¨® Singer, "ha utilizado fuerza contratada".
No son mercenarios, en un sentido tradicional, prohibidos por la Convenci¨®n de Ginebra de 1949. En su mayor parte no van armados, pues en tal caso no se podr¨ªan considerar "no combatientes". Dependen para su protecci¨®n de los soldados regulares, a los que ayudan a disparar armas de uso complejo y en otras muchas funciones de apoyo. Pertenecen a las llamadas empresas militares privadas, que se han convertido en un negocio lucrativo, con una cifra global que, seg¨²n calculaba The New York Times, puede rondar los 100.000 millones de d¨®lares.
?Sorprende que en Irak, como se?alaba un informe de Business Week sobre esta "externalizaci¨®n (outsourcing) de la guerra", el principal de estos contratistas sea KRB (Kellog Brown and Root), una subsidiaria de Halliburton, la empresa de la que era directivo el actual vicepresidente de EE UU, Dick Cheney? Todo queda en familia. El complejo industrial-militar, que denunciara el presidente Eisenhower cuando sali¨® de la Casa Blanca, se complica a¨²n m¨¢s: no ya s¨®lo se trata de armas, sino de servicios militares.
De la mano de la famosa RMA (Revoluci¨®n en los Asuntos Militares que han tra¨ªdo las nuevas tecnolog¨ªas), muchos pa¨ªses han seguido este camino en los noventa. Ya no se puede hacer la guerra moderna sin la participaci¨®n de este sector privado, lo que no significa que no traiga complicaciones o est¨¦ tambi¨¦n en parte detr¨¢s de algunos errores en Irak. Pero la creciente complejidad de la tecnolog¨ªa ha llevado a la necesidad de disponer de ingenieros privados y expertos muy cualificados que no se pueden formar en las filas de los militares y que se ponen a la vera de los soldados u oficiales para poder utilizar algunas de estas armas. Adem¨¢s, la ca¨ªda en el n¨²mero de soldados, y la resistencia pol¨ªtica a llamar a filas a un n¨²mero excesivo de reservistas profesionales, ante la necesidad de desplegar m¨¢s fuerzas, como en Irak o en los Balcanes, tambi¨¦n llevan en esta direcci¨®n. Estos guerreros corporativos pueden llegar a actuar m¨¢s r¨¢pidamente, y tienen una "responsabilidad difusa", pues no dependen del control pol¨ªtico, sino que responden ¨²nicamente ante sus empresas y por sus contratos.
Con estas tendencias, la l¨ªnea de separaci¨®n entre lo p¨²blico y lo privado tiende a difuminarse a¨²n m¨¢s. Para algunos analistas no significan que el Estado pierda fuerza. No. Gana otras posibilidades. Aunque pueden volverse contra el Estado, lo que se debilita es el control pol¨ªtico sobre un Estado crecientemente externalizado. En esta direcci¨®n de privatizaci¨®n de la seguridad se sit¨²a tambi¨¦n el intento desde el Pent¨¢gono unos meses atr¨¢s de crear un mercado de futuros sobre ataques terroristas, plan que se vio obligado a anular. Algunos ultraneoliberales en EE UU han llegado a proponer la total supresi¨®n de las fuerzas armadas: comandos privados con armamento muy perfeccionado podr¨ªan desempe?ar funciones similares a las de los soldados de hoy.
aortega@elpais.es
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