El resquicio
Pasado ma?ana el Parlamento de Vitoria debatir¨¢ sobre la plasmaci¨®n t¨¦cnico-jur¨ªdica y la hoja de ruta del plan anunciado hace un a?o por el lehendakari Ibarretxe para avanzar hacia un nuevo status de libre asociaci¨®n del Pa¨ªs Vasco con el Estado espa?ol. La opacidad que ha blindado la larga etapa de incubaci¨®n del proyecto ha multiplicado las incertidumbres sobre sus prop¨®sitos e incrementado los temores a una eventual ruptura dram¨¢tica -e incluso violenta- de la estabilidad institucional por su causa. Si las l¨ªneas maestras del plan expuesto en septiembre de 2002 por Ibarretxe eran ya dif¨ªcilmente compatibles con la Constituci¨®n de 1978, la filtraci¨®n el pasado mes de julio de un texto articulado de Estatuto Pol¨ªtico de la Comunidad Libre Asociada de Euskadi hizo sonar todas las alarmas: tanto el contenido sustantivo como el mecanismo procesal (incluidos los plazos conminatorios de negociaci¨®n y el refer¨¦ndum vasco a espaldas de la legalidad vigente) traspasaban inequ¨ªvocamente las fronteras del marco constitucional. Aunque Ibarretxe rest¨® importancia a la filtraci¨®n con el argumento de que ese texto articulado no era sino uno de los ocho borradores de la versi¨®n definitiva, la lectura del documento dej¨® la impresi¨®n de que el Gobierno de Vitoria -sin mayor¨ªa absoluta en el Parlamento a menos que sea apoyado por Batasuna- se estaba metiendo en un callej¨®n sin salida.
Tanto la Constituci¨®n espa?ola como la Constituci¨®n de la Uni¨®n Europea en curso de elaboraci¨®n cierran el camino a los proyectos geopol¨ªticos del nacionalismo vasco moderado, cuyos desacuerdos con el nacionalismo radical acerca de los medios (el uso de la violencia y la justificaci¨®n del terrorismo) y los ritmos (el gradualismo de las etapas) no se hace extensivo a los fines ¨²ltimos. Si bien las exigencias del plan Ibarretxe se limitan por el momento a conseguir la soberan¨ªa compartida -de corte confederal- del Pa¨ªs Vasco con Espa?a, la eventual conquista de ese objetivo ser¨ªa el primer paso para la reivindicaci¨®n irredentista de Navarra y los territorios franceses como partes de una Euskal Herria unificada e independiente.
La raz¨®n de que el incoado proyecto Ibarretxe sea democr¨¢ticamente inviable no es s¨®lo su pretensi¨®n de modificar unilateralmente el mapa de la Uni¨®n Europea para construir un nuevo Estado sobre territorios que se hallan actualmente bajo la soberan¨ªa de Espa?a y de Francia; m¨¢s grave resulta a¨²n la falta de consenso existente dentro de la sociedad vasca, rota en dos mitades en lo que se refiere a su prop¨®sito. En 1979, sin embargo, los ciudadanos vascos -nacionalistas o no- lograron un amplio entendimiento en torno a las instituciones de autogobierno: el Estatuto de Gernika fue aprobado por el 90% de los votantes en un refer¨¦ndum con el 60% de participaci¨®n. ?Por qu¨¦ romper ese consenso, que expulsa a los vascos no nacionalistas de su patria compartida? No se trata de un conflicto entre los derechos colectivos de Espa?a, Francia y Euskal Herria sino de los derechos individuales de los ciudadanos vascos amenazados no s¨®lo por el terrorismo de ETA sino tambi¨¦n por la perspectiva de que sus libertades pol¨ªticas y civiles fuesen negadas o recortadas en ese Estado independiente.
La asistencia del lehendakari la pasada semana a la recepci¨®n dada en el palacio Real por el Rey a los miembros del Comit¨¦ de Honor para la conmemoraci¨®n del 25? aniversario de la Constituci¨®n de 1978 ha abierto, sin embargo, un m¨ªnimo resquicio a la esperanza de una estrategia combinada de rectificaci¨®n y de negociaci¨®n capaz de evitar el irremediable choque frontal al que conducir¨ªa la estrategia del Gobierno vasco, encaminada a una ruptura unilateral del marco constitucional a trav¨¦s de los hechos consumados. Aunque el gesto simb¨®lico de Ibarrete suaviz¨® un tanto las pesimistas impresiones existentes sobre el debate de pasado ma?ana, las malas experiencias del inmediato pasado respecto al viraje soberanista dado por el nacionalismo vasco moderado en los ¨²ltimos a?os (desde las negociaciones secretas del PNV con ETA que alumbraron el Pacto de Estella en 1998 hasta los enfrentamientos fronterizos a la desobediencia del Gobierno de Vitoria con el Poder Judicial en torno a la ilegalizaci¨®n de Batasuna) no mueven desgraciadamente al optimismo.
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