Fisac, finalmente
Inventor infatigable, Miguel Fisac valora sus patentes tanto como sus edificios. Desde el ladrillo aligerado que registr¨® en 1952 hasta el sistema de prefabricaci¨®n inscrito el a?o pasado, pasando por los "huesos" de hormig¨®n, los encofrados flexibles o los soportes de l¨¢mparas y muebles, el arquitecto nonagenario tiene a sus espaldas medio siglo de patentes en una docena de pa¨ªses; por patentar, ha patentado incluso su propio apellido como nombre comercial. Y es que el planeta Fisac designa un territorio abigarrado de innovaciones t¨¦cnicas, experimentos de dise?o y aventuras pl¨¢sticas que resumen la historia contempor¨¢nea de los espa?oles a trav¨¦s del itinerario impaciente de un talento abrasivo y singular. De forma parad¨®jica para el que ha sido sobre todo un constructor, ese trayecto se inicia con una demolici¨®n, y se culmina con otra: en 1942, Fisac levanta su primera obra, la iglesia del Esp¨ªritu Santo, sobre los restos del auditorio de la Residencia de Estudiantes, materializando el nacional-catolicismo de los vencedores de la Guerra Civil en el solar emblem¨¢tico de la cultura laica republicana; y en 1999, el derribo de su edificio m¨¢s caprichoso, la popular "pagoda" de los laboratorios Jorba en la carretera de Barajas, consagra el prestigio medi¨¢tico del arquitecto en un pa¨ªs plenamente inscrito en las coordenadas narcisistas y pr¨®speras de la era democr¨¢tica del espect¨¢culo.
El planeta Fisac designa un territorio abigarrado de innovaciones t¨¦cnicas, experimentos de dise?o y aventuras pl¨¢sticas
Hijo de un farmac¨¦utico acomodado, Miguel Fisac nace en Daimiel en 1913, y tras cursar en Madrid una carrera interrumpida por la guerra -en la que participa del lado nacional-, inicia a los 29 a?os, inmediatamente despu¨¦s de titularse, una privilegiada relaci¨®n con el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (al frente del cual se halla Jos¨¦ Mar¨ªa Albareda, su correligionario en el Opus Dei) que le llevar¨¢ a remodelar durante los a?os cuarenta la m¨ªtica Colina de los Chopos, donde el nuevo r¨¦gimen franquista aspira a cristalizar su proyecto ideol¨®gico. La iglesia de ladrillo severo y geometr¨ªas rotundas es la primera obra que se realiza, y su ejecuci¨®n sobre los muros mutilados del demolido auditorio de Arniches y Dom¨ªnguez -un proceso que ha investigado con minucioso rigor el arquitecto Francisco Burgos- tiene una dimensi¨®n simb¨®lica dif¨ªcil de exagerar. En los restantes edificios, Fisac transita del clasicismo corintio del p¨®rtico de la Casa Central al laconismo metaf¨ªsico de los prop¨ªleos que dan acceso al recinto, para deslizarse hacia el empirismo de sabor n¨®rdico en los interiores del Instituto de ?ptica o en la biblioteca en el claustro del Esp¨ªritu Santo.
Al terminar la d¨¦cada, con el encargo del Instituto Cajal, Fisac abandona el academicismo beauxartiano para abrazar una versi¨®n templada y org¨¢nica de lo moderno que refuerza un viaje a Escandinavia, y ese funcionalismo inventivo ser¨¢ el que inspire sus otros proyectos de los cincuenta, desde el Instituto Laboral de su natal Daimiel o el de Formaci¨®n del Profesorado en la Ciudad Universitaria madrile?a hasta los colegios de los Dominicos en Valladolid o Alcobendas, con escenogr¨¢ficas iglesias que har¨¢n de su autor un reconocido especialista en arquitectura religiosa, y un campe¨®n del aggiornamento t¨¦cnico y est¨¦tico de la sociedad espa?ola. A la mudanza estil¨ªstica seguir¨ªa una catarsis espiritual, y tras un viaje alrededor del mundo en el verano de 1955, Fisac deja el Opus Dei al d¨ªa siguiente de cumplir 42 a?os, con el inevitable eco que acompa?a a quien es ya un personaje p¨²blico. Su matrimonio dos a?os m¨¢s tarde con Ana Mar¨ªa Badell -apadrinado por el doctor Mara?¨®n, al que se hab¨ªa aproximado durante la obra del Cajal- abre una nueva etapa en la biograf¨ªa del arquitecto, inserta en el marco m¨¢s amplio de un pa¨ªs en el que simult¨¢neamente despega el desarrollo econ¨®mico y despierta la disidencia pol¨ªtica.
En los a?os sesenta, Fisac vive su momento m¨¢s f¨¦rtil, con la invenci¨®n de los "huesos" de hormig¨®n, unas vigas livianas y escult¨®ricas de secci¨®n hueca y apariencia org¨¢nica con las que ejecuta la mayor parte de las obras de la d¨¦cada, grandes naves industriales para laboratorios, bodegas o f¨¢bricas que manifiestan la pujanza del crecimiento impulsado por el abandono del aislacionismo y la liberalizaci¨®n de la econom¨ªa. Empleados por primera vez en los laboratorios farmac¨¦uticos Made, los "huesos" alcanzan su expresi¨®n m¨¢s elocuente y exacta en el Centro de Estudios Hidrogr¨¢ficos, un brutal caj¨®n de hormig¨®n junto al Manzanares que alberga un conjunto rumoroso de maquetas de puertos y embalses bajo el dosel luminoso y vertebrado de unas vigas construidas con dovelas postesadas -tan caracter¨ªsticas en sus uniones que cuando fueron reemplazadas en 1994 por vigas pretensadas de una sola pieza, ¨¦stas se encofraron con un molde que finge las ranuras de las originales, como ha documentado el arquitecto Francisco Arqu¨¦s-. "Huesos" similares se usaron tambi¨¦n en las bodegas Garvey de Jerez de la Frontera o en varias f¨¢bricas de Barcelona, llegando a emplearse verticalmente como brise-soleil en la sede madrile?a de la compa?¨ªa IBM, y combinados con encofrados flexibles en el propio estudio del arquitecto en Alcobendas.
Estos encofrados realizados
con pl¨¢sticos y cuerdas, que dan al hormig¨®n un aspecto mullido de colch¨®n p¨¦treo o embalaje obeso, aparecen en el umbral de los setenta con el Centro de Rehabilitaci¨®n de Mupag en Madrid, y ornamentan la obra de Fisac -progresivamente m¨¢s espaciada, y muy espor¨¢dica desde el cierre del estudio en 1977- durante las tres ¨²ltimas d¨¦cadas, emple¨¢ndose en peque?os edificios p¨²blicos y en viviendas como la almohadillada de La Moraleja o la que para s¨ª mismo remodel¨® en Almagro con un surrealismo de secano, extendi¨¦ndose tambi¨¦n hasta sus dos proyectos m¨¢s recientes, el teatro de Castilblanco de los Arroyos y el polideportivo de Getafe, terminados ambos a tiempo para el 90 aniversario del arquitecto. En ellos, Fisac insiste testarudamente con estas superficies fl¨¢ccidas o rugosas que tan mala fortuna cr¨ªtica parecen haber tenido, pero que tan obligado deber¨ªa ser hoy rescatar desde las experiencias decorativas y t¨¢ctiles que en los ¨²ltimos tiempos han metamorfoseado la piel de la arquitectura. Alejado de la atenci¨®n p¨²blica, el Fisac de la transici¨®n y la democracia ha seguido explorando la pl¨¢stica del hormig¨®n en su farmacia secreta, alegre y airado como el anciano l¨²cido que es, y con la tenacidad obstinada del que sigue fiel a la modernidad como invenci¨®n.
Acaso por este motivo se antoja ir¨®nico que sea su obra m¨¢s publicitaria, descrita por el arquitecto como "una frivolidad totalmente intrascendente" -la torre estrellada de los laboratorios Jorba, que con sus plantas giradas 45¡ã y sus paraboloides hiperb¨®licos de hormig¨®n procuraba atender al deseo de notoriedad del cliente, y cuyo perfil de pagoda se convirti¨® en icono de la prosperidad atolondrada y amable de los sesenta-, la que al ser demolida hace cuatro a?os puso de nuevo a Fisac bajo los focos, vinculando indeleblemente su figura, en el imaginario popular, con una torre saltimbanqui. Pero el coraz¨®n tiene razones que la raz¨®n no entiende, el esp¨ªritu sopla donde quiere, y el derribo codicioso de 1999 cierra el bucle abierto por la demolici¨®n ideol¨®gica de 1942 para completar con justicia po¨¦tica un c¨ªrculo virtuoso de amnesia o amnist¨ªa en un pa¨ªs aquejado por un acceso febril de memoria violenta y fosas removidas.
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