La dignidad se llam¨® Johnny Cash
En sus ¨²ltimos tiempos, todo lo que cant¨® Johnny Cash (1932-2003) adquiri¨® car¨¢cter de reliquia. Aunque ahora parezcan lanzamientos oportunistas, llega la primera tanda de una avalancha de discos relacionados con el Hombre de Negro, algunos de los cuales enriquecen su imagen y complementan su legado. Ya disponible en Espa?a en compacto y en soporte audiovisual, Johnny Cash, a concert: behind prison walls (Eagle Rock/PIAS) ofrece otro de sus rotundos espect¨¢culos carcelarios. Aqu¨ª, su presencia solemne se alivia con el humorista Roy Clark y la efervescente Linda Ronstadt, un poco asombrada ante las bromas del destino: ella, una estrella pop californiana, aguantando el tipo ante los endurecidos habitantes de la penitenciaria estatal de Tennessee en 1976. A pesar de que las estancias entre rejas de Cash fueran breves, reiter¨® su simpat¨ªa por los desdichados que deben purgar condenas: "Nunca olvido que, por algunas de las cosas que yo hice en los cincuenta y los sesenta, hoy me hubieran lanzado directamente a una celda. Algo anda mal en nuestro pa¨ªs cuando tenemos mill¨®n y medio de personas bajo llave".
El humanitarismo de Cash tambi¨¦n ten¨ªa ra¨ªces cristianas. ?sa era la faceta suya que peor diger¨ªan muchos de sus admiradores m¨¢s irreverentes. Para Johnny se trataba de una reacci¨®n instintiva: fue su ¨²ltima mujer, June Carter, la que le salv¨® de sus adicciones y la columna vertebral de ella era el cristianismo fundamentalista. Por ello, un disco como Christmas with Johnny Cash, que Sony reedita en su serie Legacy, tiene m¨¢s intensidad de lo habitual en los artefactos navide?os.
Un disco m¨¢s dif¨ªcil de conseguir en Espa?a es la aportaci¨®n de Cash a la serie Artist's choice, iniciativa de la cadena de cafeter¨ªas Starbucks que adapta el modelo radiof¨®nico de Los discos de la isla desierta: un artista re¨²ne grabaciones que le marcaron, con comentarios. La selecci¨®n recuerda que hab¨ªa m¨¢s que country dentro de la marmita en que se cay¨® Johnny Cash; entre las 14 canciones se encuentran interpretaciones de Mahalia Jackson, Bob Dylan o Bruce Springsteen. Lo que Cash llamaba american music abarcaba voces negras, autores urbanos e incluso los sonidos de la frontera con M¨¦xico.
Contradiciendo aquel aviso de F. Scott Fitzgerald que ven¨ªa a decir que en la vida de los estadounidenses nunca hab¨ªa segundo acto, Johnny Cash demostr¨® capacidad para reciclarse. O dejar que le reciclaran: en 1993, el productor Rick Rubin supo que Cash no ten¨ªa discogr¨¢fica e hizo una oferta. Motivos para asustarse: Rubin se dio a conocer como art¨ªfice del salvaje sonido de los Beastie Boys y se ha especializado en rock duro, impulsando a grupos como Red Hot Chili Peppers. Sin embargo, Rubin no quer¨ªa elaborar discos de crossover con Cash. Ni se le pas¨® por la cabeza modernizarle al estilo Tom Jones ni abusar del truco de los duetos. Lo que pretend¨ªa Rubin era recuperar al "bueno y viejo Johnny Cash". Inimaginable audacia: tener el valor de decirle a un icono americano qu¨¦ era lo mejor para ¨¦l. Formaban una pareja imposible: el hirsuto productor, con aspecto de acudir al casting de malos para una pel¨ªcula sobre hippies de la serie B, y el gigante cansado cuya cara parec¨ªa esculpida en el monte Rushmore. Pero Johnny estaba acostumbrado a talentos exc¨¦ntricos: hab¨ªa trabajado con Bob Dylan y Bono; sus hijas estuvieron casadas con Nick Lowe o Rodney Crowell. Entr¨® en el juego.
Rubin recopil¨® centenares de canciones por los caminos de ese territorio del rock que cuenta con flores m¨¢s agrestes; pasaron el filtro de Cash obras de Beck, Nick Cave, Will Oldham, Depeche Mode, Soundgarden, Danzig o Nine Inch Nails. Un repertorio crudo que se grab¨® con una producci¨®n asc¨¦tica, buscando el coraz¨®n-en-las-tinieblas de unos temas atormentados que, como a Cash le encantaba demostrar ante los boquiabiertos autores, sol¨ªan contar con precedentes en el folclore sure?o.
Comenzando con American recordings (1994), el t¨¢ndem formado por Cash y Rubin public¨® cuatro discos ¨¢speros que ganaron abundantes parabienes. Era un Cash a tumba abierta: el v¨ªdeo correspondiente a Hurt le mostraba como un hombre devastado por el s¨ªndrome de Shy-Drager, dolencia que inicialmente se confundi¨® con el Parkinson. Im¨¢genes fuertes que algunos consideraron una perversa jugada de mercadotecnia. La rama purista de Nashville, la que se atrinchera en instituciones como la Country Music Foundation, mir¨® con reservas aquel sorprendente repunte de su popularidad entre la imp¨ªa tropa de los tatuajes y los piercings.
Rubin aclara que Cash acept¨® rodar el v¨ªdeo como un acto de honestidad radical. Seg¨²n el productor, prefiri¨® consagrar los ¨²ltimos a?os de su vida a dejar su marca en un nuevo cancionero: "No lo necesitaba, ya hab¨ªa hecho historia. Pero me llam¨® en mayo, un par de d¨ªas despu¨¦s de la muerte de su mujer, y me explic¨® que hab¨ªa dedicado su vida a trabajar y que quer¨ªa ocupar los d¨ªas que le quedaban en grabar". Ahora Rubin est¨¢ concentrado en construir una poderosa antolog¨ªa. Unearthed ser¨¢ posiblemente una caja con cinco compactos, cuatro de ellos consistentes en grabaciones in¨¦ditas; el ¨²ltimo ofrecer¨¢ un resumen de los anteriores discos producidos por Rubin. El testamento final de un artista indomable.
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