De c¨®mo don Mariano Rajoy se convirti¨® en un ovni
He escrito que tiene algo Mariano Rajoy de enorme beb¨¦ sonriente y barbado, como nacido de las placentas aznarianas, g¨¦nesis determinante para que la plana mayor del PP lo ratificara como sucesor mediante una votaci¨®n anta?o calificable de a la b¨²lgara. Eran famosas las decisiones del Comit¨¦ Central de la Bulgaria comunista porque all¨ª se aprobaba todo por unanimidad. Pocos d¨ªas antes de la elecci¨®n de don Mariano, a manera de globo sonda, se anticiparon dos rumores: el de la posible victoria de Rajoy, anticipaci¨®n sorprendente, porque era el aspirante Rato el mejor situado a la derecha del se?or presidente, y el otro rumor parec¨ªa algo surrealista: se?alaba a Acebes como el heredero. A priori quedaba descartado Mayor Oreja, porque en el Pa¨ªs Vasco lo ha hecho casi todo o mal o excesivo, y tambi¨¦n ca¨ªa de las quinielas Ruiz-Gallard¨®n, el mejor paracaidista con que cuenta el PP.
Ya elegido don Mariano, circula incluso por las Cortes la sorprendente noticia de que Rato perdi¨® a causa de Acebes, no de Rajoy. De pronto, Aznar habr¨ªa reunido a sus delfines y les habr¨ªa dicho que ni Rajoy, ni Rato, ni Mayor Oreja. Los ¨®rganos decisorios de Aznar, cada vez m¨¢s expl¨ªcitamente dem¨®crata org¨¢nico, se pusieron en movimiento y, a trav¨¦s del dedo con el que se?ala a Fidel Castro e Ibarretxe para que cambien de corbata unas veces y otras de pi?¨®n, se?al¨® a Acebes. Tal vez porque al ministro del Interior no se le conoce ni una, ni una sola palabra que no la haya dicho antes Aznar, o quiz¨¢ porque era el menos carism¨¢tico de los posibles herederos, y ya sabemos cu¨¢nto detesta Aznar los carismas, Acebes ha conseguido tener cara de ministro del Interior posmoderno que, como todo el mundo sabe, es una cara de dise?o que no se parece en nada a los ministros del Interior de anta?o. Recuerden la de Camilo Alonso Vega, por ejemplo, o, ya en la democracia, las de Ros¨®n y Mart¨ªn Villa, ce?udas, algo reconsagradas. Agraciado, aunque con mesura, Acebes utiliza con respecto al asunto vasco el mismo pi?¨®n que su jefe, hombre de escas¨ªsimas ideas y, por tanto, muy fijas, que valora a las personas y las cosas por la posici¨®n que tienen con respecto a sus dos obsesiones: el terrorismo vasco y el iraqu¨ª.
No esperaba el jefe de Gobierno saliente una reacci¨®n excesivamente contrariada de los delfines despechados, pero, seg¨²n los expertos en la cr¨®nica del coraz¨®n y de las ingles del aznarismo, Rato dijo no estar de acuerdo con perder su opci¨®n por un reci¨¦n llegado. Cierto o no, es hermoso creer que Aznar casi llor¨® a causa de la reacci¨®n del ministro de Econom¨ªa y, al mirar a su alrededor, vio que Rajoy estaba all¨ª, silencioso, inmutable, como casi siempre, le venga encima un chapapote o un descarrilado tren de escasa velocidad o una guerra en pro de la justicia infinita. Fue entonces cuando Aznar comprendi¨® que Rajoy era el mal menor.
As¨ª contada la historia, merecer¨ªa un lugar en Cr¨®nicas marcianas, relatada con el talento ¨¦pico de Boris Izaguirre o en una posible resurrecci¨®n del inolvidable Hotel glamour, balbuceada por Pocholo Mart¨ªnez Bordi¨². Las maneras org¨¢nicas de don Jos¨¦ Mar¨ªa se prestan a la especulaci¨®n sobre las secretas l¨®gicas que utiliza para llegar a sus conclusiones y a sus decisiones. Cierta o supuesta, la secuencia resulta inc¨®moda para Rajoy porque le a¨ªsla en ese viaje de seis meses hacia el cielo o hacia el infierno, seguido posiblemente por el disimulado rencor no s¨®lo de los despechados veteranos, sino tambi¨¦n del neonato Acebes. Si Rajoy gana las elecciones generales de 2004, tiene una propicia carrera pol¨ªtica por delante, pero si no las gana, muy probablemente tendr¨¢ que retirarse a Galicia cuando se produzca el hecho biol¨®gico sucesorio de la extinci¨®n de don Manuel Fraga Iribarne. De momento, el aspirante no podr¨¢ decir nada que marque diferencias con su creador y tendr¨¢ que llegar a la convocatoria electoral con todas las virtudes y todos los defectos de Aznar como propios, y sin poder arriesgarse demasiado a orientarnos sobre su mismidad pol¨ªtica, si es que la tiene. Cuando se convoquen las elecciones podr¨¢ pasar a primer plano y ponerle voz a un programa en el que sin duda habr¨¢n intervenido los aznaristas, en coincidencia o no con los marianistas, nuevo cerebro colectivo entrevisto en el PP como intelectual org¨¢nico coral al servicio de don Mariano Rajoy.
De no poner en marcha el marianismo, el aspirante corre el riesgo de no ser ¨¦l mismo hasta el desaf¨ªo electoral del pr¨®ximo marzo y quedar como un objeto volante no identificado de local en local del partido, de congreso en congreso de Nuevas Generaciones y sin poder asomarse al exterior, donde Aznar se reserva a sus Bush, sus Gaddafi, sus Blair y sus Berlusconi. El jefe de Gobierno realmente existente sigue poniendo la letra y la m¨²sica a esa zarzuela en la que vive desempe?ando todos los papeles, desde el tenor c¨®mico a la tiple desgarrada, y en la que se ha reservado tambi¨¦n la misi¨®n de la vicetiple veterana, la se?¨¢ Rita, por ejemplo, para orientar al neonato y que su sistema de se?ales no introduzca ruidos en el canal del correcto mensaje liberal conservador. El anuncio de que Aznar va a presidir la FAES como centro de pensamiento del PP nos previene sobre la posibilidad de que esta asociaci¨®n sea como una inquisici¨®n interna vigilante de la ortodoxia aznariana. Rajoy ya ha asegurado que va a seguir en todo la pol¨ªtica de su antecesor, y esta afirmaci¨®n puede ser inquietante o simplemente ret¨®rica. Si se trata s¨®lo de quedar bien con su padrino, bienvenida sea la declaraci¨®n agradecida que transmite la latencia de un buen coraz¨®n. Ahora bien, si realmente Rajoy quiere continuar enmara?ando todav¨ªa m¨¢s la cuesti¨®n vasca y enviando m¨¢s soldados espa?oles a Irak como ratificaci¨®n de la pol¨ªtica internacional de Eje Atl¨¢ntico, entonces habr¨ªa que pensar que el nuevo candidato del PP a la jefatura del Gobierno en 2004 nace atado y bien atado.
Rajoy tiene como primer objetivo ganar las elecciones de 2004 y, a pesar de su reconocida habilidad y capacidad todoterreno, el periodo de seis meses preelectorales es excesivamente largo y dif¨ªcil. Ante todo, va a compartir liderazgo con Aznar y hacer suyos todos los dislates del aznarismo en el bienio negro de la mayor¨ªa absoluta. Los problemas los ha creado Aznar y los hereda Rajoy como si no fueran problemas, sino inevitables decisiones pol¨ªticas reveladas por alg¨²n dios padre; no vale la pena concretar m¨¢s. En el caso de ganar las elecciones en 2004, espl¨¦ndido, pero, de no ganarlas, don Mariano es pol¨ªtico muerto dentro y fuera del PP. No ha sido designado para cambiar pol¨ªtica alguna, aunque puede tomar la iniciativa de aliviar las tensiones creadas por el entrecejo f¨ªsico y espiritual de su padrino, convertido en una pesadilla ling¨¹¨ªstica. Todo el sistema de se?ales de Aznar se ha desmadrado y no hay nadie a su alrededor en condiciones de arreglarle el pi?¨®n; no digo ya de cambi¨¢rselo.
La demostrada endeblez de la direcci¨®n coral del PP, sometida al caudillaje absoluto de Aznar el absolutista, es otro factor que limita el ejercicio de la singularidad de Mariano Rajoy. De momento, Aznar es la ¨²nica luz y la ¨²nica sombra del aspirante. Durante meses, los dos parecer¨¢n el D¨²o Din¨¢mico, o Pili y Mili, o los Pecos, intentando cantar sincronizadamente y llegar ilesos a la convocatoria electoral a trav¨¦s de un desfiladero lleno de chapapotes, trenes de velocidad fallida, iraqu¨ªes y vascos independentistas, Ibarretxe de ciclista a pi?¨®n fijo y, adem¨¢s, la se?ora Palacio en pleno fren¨¦tico desconcierto que se le nota hasta en la sintaxis, es decir, en la relaci¨®n entre pensamiento, respiraci¨®n y sintaxis, seg¨²n establec¨ªa muy sabiamente mi profesor, el poeta Jos¨¦ M. Valverde.
Hemos de ver qu¨¦ imagen escoge Rajoy para compensar la de gato panza arriba adoptada por Aznar durante su bienio negro. Gatuno es el se?or Rajoy, pero evoca sobre todo al felino astuto, grandote, pero de movimientos silenciosos, que aparentemente no tiene un miau malo para nadie. Incluso cuando Rajoy se pone agresivo trata de no perder el sentido del humor y, por tanto, prepar¨¦monos a que el show de este nuevo D¨²o Din¨¢mico, Aznar y Rajoy, asuma la dial¨¦ctica entre el bueno y el malo, el guapo y el feo, el listo y el tonto, clave en la historia de los mejores duetos, tanto en el formado por Abbot y Costelo como en el integrado por Ortega y Gasset, que, como todo el mundo sabe, era dos fil¨®sofos en uno. Y as¨ª, hasta marzo.
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