La aventura teatral de Rafael Alberti
1. Seix Barral ha emprendido una labor admirable: la edici¨®n de la obra completa de Rafael Alberti, cuyo primer volumen, Teatro I, ha corrido a cargo de Eladio Mateos, con aportaciones cr¨ªticas de Gonzalo Santonja. Contiene 13 piezas propias y dos adaptaciones (El enamorado y la muerte, sobre el romance de Juan del Encina, y la versi¨®n modernizada de la Numancia de Cervantes) que cubren el periodo que va desde 1925 hasta 1938, complementadas por un pr¨®logo y, sobre todo, un documentad¨ªsimo y fundamental estudio epilogal (Noticias, notas y variantes) que sit¨²a e informa sin incurrir jam¨¢s en la pesadez o la pedanter¨ªa acad¨¦mica.
Este extenso volumen es la cr¨®nica de una aventura apasionante, que bien podr¨ªa haberse subtitulado "retrato del joven artista a la caza de formas". El Alberti que aqu¨ª se nos muestra, un hombre de un carisma, una vitalidad y una ambici¨®n sin l¨ªmites, anhela unir poes¨ªa y pl¨¢stica en la forma dram¨¢tica. Conocemos, paso a paso, a trav¨¦s de sus intentos, la efervescencia cultural de preguerra (?Qu¨¦ envidia de ¨¦poca, qu¨¦ envidia de b¨²squeda!) y no nos cuesta imaginar al joven artista como un Daimler refulgente, reci¨¦n salido de la f¨¢brica, corriendo a doscientos por hora, o un p¨¢jaro que vuela de rama en rama, extasi¨¢ndose con los colores y detectando gusanos y cucarachas.
OBRAS COMPLETAS. TEATRO I
Rafael Alberti
Edici¨®n de Eladio Mateos
Seix Barral/Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales
Barcelona, 2003
710 p¨¢ginas. 27 euros
Si el teatro de este primer volumen viene marcado por su dificultad de estreno, le sigue la imposibilidad total y absoluta del exilio
Alberti quema etapas en un fuego continuo. Ve los t¨ªteres de Vittorio Podrecca y escribe la inacabada P¨¢jara Pinta (1925); se deslumbra con los ballets de Diaghilev y lucha para que, al a?o siguiente, Darius Milhaud ponga m¨²sica a El color¨ªn colorado. Sobrevuela todas las fuentes y bebe de todas las aguas: los bulul¨²s de Valle, el teatro de Lope, los romances populares, las leyendas castellanas, y viaja por Europa para conocer, de primera mano, el nuevo teatro de Italia, Alemania y Francia.
2. En 1930 busca acceder a un
teatro comercial y popular con Santa Casilda, un misterio medievalista, escrito completamente en verso, sobre la leyenda de la infanta mora que secretamente profesa el cristianismo. La intentona no encuentra eco y, tras una poderosa crisis espiritual y est¨¦tica, surge, ese mismo a?o, un "doble Alberti". En El hombre deshabitado, "auto sacramental sin sacramento", brota su lado m¨¢s oscuro, el que estall¨® en Sobre los ¨¢ngeles y Sermones y moradas. La forma calderoniana confluye con el "catolicismo agonista" y pre-existencialista de Bergam¨ªn: el Hombre, v¨ªctima de un "Dios criminal", acusa a su creador de "haberlo creado para hacerle perecer". La pieza se convierte en un esc¨¢ndalo teatral similar al de Los medios seres, de Ram¨®n, estrenada un a?o antes, pero, como la mayor parte del "teatro metaf¨ªsico" de su tiempo (de Azor¨ªn a Grau pasando por el Unamuno m¨¢s abstracto y antirrealista de El otro) a El Hombre deshabitado le sobra densidad ideol¨®gica y le falta gancho dram¨¢tico. El "segundo Alberti" que emerge de esa crisis es feroz, bu?ueliano y esperpentizado: asoma en Auto de Fe, un panfleto en el que se burla salvajemente de Ortega, de Jarn¨¦s y de Revista de Occidente; es un Alberti que busca su lugar a codazos y marca distancias generacionales a dentelladas. En 1931 emerger¨¢ su faceta plenamente comprometida con Ferm¨ªn Gal¨¢n, un romance de ciego con trilita incorporada y una opci¨®n de tragedia pol¨ªtica muy cercana a la de Lorca y su Mariana Pineda, pero lastrada por una radicalidad inasumible y un tanto roma, con idealizaci¨®n excesiva del h¨¦roe, atomizaci¨®n narrativa y s¨¢tira de trazo grueso de quienes van a convertirse en sus mortales enemigos: la sociedad mon¨¢rquica, los militares y la Iglesia.
3. Estalla la guerra incivil y Al-
berti se entrega a un teatro de urgencia (o "de arte y propaganda") bajo la impronta secreta de Valle, el Valle m¨¢s grotesco e inclemente (Bazar de la Providencia, Farsa de los Reyes Magos, Los salvadores de Espa?a, Radio Sevilla) reconvertido, en la pluma del poeta, en partidista hasta la m¨¦dula. Es un teatro de carne para la fiera, de garrotazo y tentetieso, pero con fuerza vitri¨®lica y descendencia en la escena espa?ola: pienso, para citar s¨®lo dos t¨ªtulos, en Els Joglars de La Torna o el Gerardo Malla de La Murga. Sobreviene luego un nuevo cambio, que culminar¨¢ en Cantata de los h¨¦roes y fraternidad de los pueblos, casi una premonici¨®n del Neruda m¨¢s comprometido (y peor poeta), y, en 1938-1939, el mejor trabajo de Alberti en esta ¨¦poca: su segundo drama pol¨ªtico, De un momento a otro, intento de teatro ¨¦pico y a la vez realista, sobre la disgregaci¨®n de una familia andaluza en v¨ªsperas de la contienda y la toma de conciencia del "se?orito" protagonista, que abraza la causa de los desheredados. Si el teatro de este primer volumen viene marcado por su dificultad de estreno (por vanguardista, por combativo o por ambas cosas), resulta obvio decir que le sigue la imposibilidad total y absoluta del exilio. En el tomo II, que prepara Ricard Salvat, aparecer¨¢n sus labores esc¨¦nicas m¨¢s maduras, desde El tr¨¦bol florido (1940) hasta su prohibid¨ªsima adaptaci¨®n, en 1963, de La lozana andaluza, pasando, claro est¨¢, por El adefesio y Noche de guerra en el Museo del Prado, para mi gusto la cumbre de su teatro pol¨ªtico. Al Alberti dramaturgo le falt¨® encontrar una voz personal, la que hab¨ªa hallado en su pintura y su poes¨ªa. "Nuestra escena", dijo en sus memorias, "invadida por Benavente, los Quintero, Arniches y Mu?oz Seca, nada pod¨ªa darme". No s¨¦ si ah¨ª hab¨ªa malicia o simple falta de memoria, porque Valle y Lorca s¨ª le dieron, y mucho: sus sombras siguen siendo excesivamente alargadas. La obra de ambos perdur¨® porque fueron mucho m¨¢s lejos: el primero, extendi¨¦ndose a lo ancho como un mar de lava, alzando un mapa que duplic¨® po¨¦ticamente su territorio; el segundo, creciendo hacia lo hondo, bajo la arena. El teatro de Alberti, siempre m¨¢s po¨¦tico que dram¨¢tico, sigue siendo el de ese p¨¢jaro maravilloso que se pos¨® en demasiados ¨¢rboles y encontr¨® demasiadas fuentes en su camino.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.