El Greco: el independiente por excelencia
El martes pr¨®ximo, 7 de octubre, se inaugura en el Metropolitan Museum de Nueva York una gran exposici¨®n sobre El Greco. La autora hace un recorrido por la muestra y analiza la figura de este gran creador independiente y soberbio pintor de retratos.
El Metropolitan Museum mantiene desde hace tiempo una relaci¨®n entusiasta con el arte espa?ol. La exposici¨®n sobre El Greco, que se inaugurar¨¢ el 7 de octubre y permanecer¨¢ abierta hasta el 11 de enero, es la cuarta muestra fundamental sobre el arte espa?ol. La pasada primavera tuvimos Manet/Vel¨¢zquez: el gusto franc¨¦s por la pintura
espa?ola; la exposici¨®n sobre Zurbar¨¢n presentada en 1987 fue una joya organizativa; seguida de la exposici¨®n sobre Ribera de 1992. Tras la II Guerra Mundial, Goya tuvo una enorme influencia sobre los artistas estadounidenses; m¨¢s soterrada, pero igualmente profunda, fue la influencia de Vel¨¢zquez y El Greco. Los pintores preferidos de Jackson Pollock eran El Greco, Goya y Rembrandt. En 1966, Picasso coment¨® en una entrevista: "?Vel¨¢zquez! ?Qu¨¦ ve todo el mundo en Vel¨¢zquez estos d¨ªas? Prefiero a El Greco mil veces. ?l s¨ª que era un verdadero pintor". Matisse (yo opino que Matisse experimentaba el arte espa?ol filtrado a trav¨¦s de su no siempre reconocido malestar con Picasso) se dice que rezong¨® en una entrevista concedida en 1931: "Cuando vi la obra de Vel¨¢zquez en Madrid, para mis ojos fue como el hielo. Vel¨¢zquez no es mi pintor; Goya, m¨¢s bien, o El Greco". Por otra parte, cuando acompa?¨¦ hace unos a?os a Larry Rivers a Madrid, ¨¦ste se dirigi¨® inmediatamente al Prado a empaparse indefinidamente de Vel¨¢zquez.
Uno se ve abrumado por el incre¨ªble humanismo de los retratos
La muestra se inclina hacia una percepci¨®n de El Greco como m¨ªstico religioso
El pintor se apart¨® de las imitaciones a la naturaleza y de la narraci¨®n literal
El Greco ha supuesto un gran atractivo para los modernos por m¨²ltiples razones. Es al mismo tiempo el independiente por excelencia y, como los modernos, se apart¨® de las imitaciones a la naturaleza y de la narraci¨®n literal. De una manera extra?amente similar a Gaud¨ª, enlaza cierto misticismo con un uso fuertemente individualista de los objetos. Ahora que algunos de sus cuadros han sido restaurados, revelando el deslumbrante brillo de la pintura, una se siente tentada a calificar de psicod¨¦licos los asombrosos colores c¨¢lidos. De hecho, La adoraci¨®n de los pastores del Prado (prestada para la exposici¨®n), contemplada bajo un cierto estado de ¨¢nimo, puede evocar en el espectador que acuda al museo contempor¨¢neo, en especial debido a los tr¨¦mulos amarillos, una especie de misticismo psicod¨¦lico mezclado con hip-hop.
En 1982, la innovadora exposici¨®n organizada por el Prado sobre El Greco, la National Gallery de Washington y el Museo de Arte de Toledo y el Museo de Arte de Dallas se centr¨® en la influencia que sobre el pintor hab¨ªan ejercido la cambiante geograf¨ªa y los complejos tiempos en los que vivi¨®, bas¨¢ndose en buena parte en el punto de vista de los historiadores Jonathan Brown y Richard Kagan. La actual exposici¨®n, organizada por los comisarios David Davies y Keith Cristiansen (Davies ha editado tambi¨¦n el amplio cat¨¢logo, que incluye art¨ªculos de John H. Elliott y Gabriele Finaldi), se inclina m¨¢s hacia una percepci¨®n de El Greco como m¨ªstico religioso. En este sentido, el pr¨¦stamo (s¨®lo durante las seis primeras semanas de exposici¨®n) de La dormici¨®n de la
Virgen, una obra muy temprana que se encuentra en la iglesia de la Dormici¨®n de Erm¨®polis, Siros, es un golpe maestro. El descubrimiento que Mastoropoulos hizo en 1983 de la firma de El Greco en el icono fortalece, de hecho, ambas teor¨ªas. Obviamente, indica la intensa formaci¨®n religiosa recibida por El Greco; pero, desde el momento en que el pintor dio el paso inusual de firmar el icono, indica tambi¨¦n que sus objetivos eran m¨¢s ambiciosos: ser conocido principalmente por sus talentos individuales como artista en lugar de ser un mero int¨¦rprete religioso.
En jerga actual, El Greco, nacido Domenikos Theotok¨®pu-los en 1541 en Creta, que entonces formaba parte de la Rep¨²blica de Venecia, en el seno de una familia ortodoxa relativamente pudiente, era un multiculturalista. Empez¨® como dotado pintor de iconos en Creta, y pronto se traslad¨® a Venecia para absorber las lecciones de Tiziano y Tintoretto, pero fue un fracaso. Posteriormente se traslad¨® a Roma, donde, a pesar del mecenazgo de la poderosa familia Farnesio, la malhumorada y arrogante cr¨ªtica que hizo de Miguel ?ngel dif¨ªcilmente le ayud¨® a ganarse el apoyo de los romanos, y de nuevo fue un fracaso. Vuelve a trasladarse, esta vez a Madrid. Con los excesivamente confiados y fr¨¢giles sue?os de un extranjero, intenta altivamente ganarse el favor del mecenas real de Tiziano, Felipe II, esperando que ¨¦ste lo contrate para trabajar en la decoraci¨®n de El Escorial. De nuevo fracasa. Finalmente, en Toledo, consigue el respaldo de una peque?a camarilla y empieza a recibir encargos continuados. En 1920, aproximadamente en la ¨¦poca en que empez¨® a tomar forma la idea de que El Greco era un "protomoderno", el cr¨ªtico brit¨¢nico Roger Fry se?al¨®: "Su peculiar capacidad para crear un nuevo tipo de espacio, un espacio del que no poseemos experiencia real, pero que aceptamos por ser algo que realza peculiarmente el tono emocional de la escena, las figuras parecen moverse libremente en un espacio m¨¢s amplio de lo que permitir¨ªa cualquier escena real de esas dimensiones".
El verdadero triunfo de esta exposici¨®n, lo que hace que valga la pena viajar a Nueva York, es el homenaje presentado en la ¨²ltima sala a El Greco como soberbio pintor de retratos. Cuando se enfrentan con esta colecci¨®n de arte inauditamente rica, las teor¨ªas -si El Greco se acomod¨® a los tiempos en los que vivi¨®, si era manierista, o un m¨ªstico religioso- pierden importancia; y uno se ve abrumado por el incre¨ªble humanismo de los retratos. El tiempo pasado por El Greco en Venecia absorbiendo las lecciones de Tiziano claramente estuvo bien empleado. Entre los tesoros se encuentran el cuadro que El Greco hizo de su amigo y protector en Roma, Giulio Clovio (del Museo Nazionale di Capodimonte, N¨¢poles); tambi¨¦n del periodo romano se presenta el m¨¢s mundano Retrato de hombre (en el Statens Museum for Kunst de Copenhague). Tambi¨¦n se incluye el Caballero anciano (en pr¨¦stamo junto con otras obras de El Prado), Diego de Covarrubias (Museo de El Greco, Toledo) y el raramente visto Retrato de escultor (colecci¨®n privada). El Metropolitan, por supuesto, ha incluido lo mejor de su colecci¨®n permanente: el magn¨ªfico Cardenal don Fernando Ni?o de Guevara, con su exuberante vestimenta roja. Mi favorito es el tard¨ªo Fray Hortensio F¨¦lix Paravicino (Museo de Bellas Artes de Boston). En la sobria e intensa mirada del poeta, El Greco parece haber captado su propio dualismo interior -lo intelectual-terrenal y lo espiritual se funden- atrayendo nuestra atenci¨®n de manera desconcertante. En ese sentido tan personal, quiz¨¢ sea ¨¦ste el autorretrato m¨¢s fidedigno de El Greco.
Babelia
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