Terminator electoral
El proceso electoral en California ha confirmado las inconsistencias de la democracia estadounidense reveladas en los comicios presidenciales de 2000. El republicano Arnold Schwarzenegger, conocido por su pasado culturista y sus papeles en filmes como Terminator y Conan el B¨¢rbaro, ha sido elegido gobernador del Estado m¨¢s poblado, rico y din¨¢mico de la potencia imperial, una California que si fuera independiente ser¨ªa la quinta econom¨ªa del planeta. Su victoria es perfectamente legal y as¨ª lo reconoci¨® el hasta ahora gobernador dem¨®crata, Gray Davis, depuesto en la misma cita electoral por los votos de m¨¢s de un 70% de quienes participaron, que castigaron as¨ª la crisis el¨¦ctrica, el ruinoso estado de las finanzas p¨²blicas de California y, en el fondo, la impotencia de los pol¨ªticos tradicionales para gestionar la complejidad de una sociedad como la californiana.
La celebraci¨®n de estos comicios ha suscitado perplejidad. Se ha abusado de un procedimiento de destituci¨®n utilizado en una sola ocasi¨®n y cuyo esp¨ªritu querr¨ªa que s¨®lo fuera empleado en casos de comportamiento delictivo, aunque ahora el ejemplo se puede extender a otros 18 Estados que tienen esta legislaci¨®n. La participaci¨®n ciudadana ha sido escasa en relaci¨®n a la poblaci¨®n: ni tan siquiera uno de cada siete de los treinta y cinco millones de habitantes de California le ha votado. Y la personalidad de algunos candidatos, como los profesionales de la pornograf¨ªa Larry Flint y Mary Carey, ha provocado jolgorio. Todo ello evidencia el descr¨¦dito de la clase pol¨ªtica estadounidense, del que ya fue una muestra la elecci¨®n en 1998 del luchador Jesse Ventura como gobernador de Minnesota.
Schwarzenegger se enfrenta al papel m¨¢s dif¨ªcil de su vida. Excepto para emitir una imagen de poderoso l¨ªder masculino, su bagaje profesional no parece la mejor credencial para ejercer el principal puesto ejecutivo en una California en crisis. Schwarzenegger se ha comprometido a equilibrar las cuentas p¨²blicas sin reducir el gasto social, m¨¢s generoso que lo habitual en Estados Unidos, y sin aumentar la presi¨®n fiscal, y la C¨¢mara californiana, donde los dem¨®cratas siguen siendo mayor¨ªa, le va a obligar a mantener esa promesa.
La Casa Blanca de Bush y el aparato nacional del Partido Republicano no han apoyado con entusiasmo a Schwarzenegger, tanto porque se ha saltado las primarias con el procedimiento revocatorio como porque los conservadores tampoco son entusiastas de los mecanismos de destituci¨®n. Algunas de las ideas del flamante gobernador, como su apoyo a la libertad de aborto y los derechos de los gays, est¨¢n en contradicci¨®n con el fundamentalismo de Bush. Pero es verdad que con Shwarzenegger en Sacramento los republicanos van a tener una base mejor para apoyar a su candidato presidencial en 2004. La batalla de California para la Casa Blanca ser¨¢ re?ida, pero decisiva.
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