Zapatero a la deriva
Nunca estuvo Zapatero tan a la deriva, sin rumbo, como en estos ¨²ltimos d¨ªas. Despu¨¦s de afirmar que no piensa subir los impuestos, como si fuera un gesto original de la izquierda, ahora propone castigos m¨¢s duros para los conductores. S¨®lo le queda, para sorprendernos a¨²n m¨¢s, defender la pena de muerte como emblema de un progresismo irreverente.
Es imposible encontrar un ejemplo mejor del poder econ¨®mico, del capitalismo salvaje, si es que todav¨ªa se puede emplear esa frase, que el s¨ªmbolo de la carretera. En ella se concentran el negocio de su propia construcci¨®n, con dinero que va desde el blanco hasta el m¨¢s negro, las multinacionales del petr¨®leo, incluidos los impuestos m¨¢s fuertes del Estado sobre la gasolina, toda la industria del autom¨®vil, el turismo nacional, extranjero y de fin de semana, las compa?¨ªas aseguradoras, buena parte de la sanidad y de los seguros sociales, entre otras muchas cosas. Con un negocio de tal magnitud, descubrieron que no era rentable mantenerlo inactivo durante las ocho horas nocturnas y se inventaron los viajes de noche, las caravanas de madrugada y dos o tres d¨ªas de juerga noct¨¢mbula hacia las discotecas, sin contar las ciudades dormitorio y la segunda vivienda en el campo que se traduce en m¨¢s carretera. Las consecuencias, adem¨¢s de una cantidad ingente de dinero, son muchos accidentes y demasiadas muertes. Pero nosotros, los que trabajamos para ese negocio, somos los culpables en vez de engrosar las cifras de la siniestralidad laboral, que ser¨ªa lo m¨¢s l¨®gico.
En lugar de culpabilizar especialmente al conductor, que es un simple y honroso trabajador de la carretera, Zapatero har¨ªa mejor en proponer carteles obligatorios en los coches que advirtieran que conducir perjudica gravemente su salud y la de los que est¨¢n a su alrededor, que su m¨¦dico y farmac¨¦utico pueden ayudarle a dejar de conducir, que conducir durante el embarazo perjudica la salud de su hijo, sin mencionar siquiera lo que le puede pasar a los espermatozoides, y alg¨²n que otro eslogan m¨¢s de los que est¨¢n muy de moda estos d¨ªas.
Ya s¨¦ que es bastante arriesgado decir estas cosas, porque el mundo del dinero, si se fija en ti, puede desintegrarte en un santiam¨¦n. Pero este ambiente de cinismo autoritario que volvemos a respirar y que regresa insidioso como en los a?os cuarenta, exige ciertos riesgos personales. Ya saben, primero llaman a la puerta de los fumadores, despu¨¦s a la de los conductores y, por una cosa o por otra, siempre acaban llamando a la tuya. La diferencia es que antes iban a buscarte de madrugada para dar el pase¨ªllo mortal, mientras que ahora nos han convencido de que lo demos en coche, a cualquier hora y por nuestra cuenta, pero terminamos igualmente reventados en la cuneta. Lo que faltaba es que, como siempre, nos se?alen como culpables, nos insulten por alcoh¨®licos y drogotas, y encima paguemos las multas y los gastos de hospital.
Zapatero, junto con otros muchos, anda un poco perdido en los tiempos actuales. Har¨ªa bien en volver a leer a sus cl¨¢sicos y as¨ª llegar¨ªa a la conclusi¨®n de que, aunque la letra ya no sirve, la m¨²sica no est¨¢ tan mal todav¨ªa. Eso evitar¨ªa que tocara de o¨ªdo, desafinando y redimi¨¦ndonos de pecados que no son nuestros.
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