La transici¨®n chilena
Los procesos de transici¨®n de reg¨ªmenes autoritarios a democr¨¢ticos en general carecen de fecha de nacimiento concreta. Simplemente responden a acontecimientos sucesivos y superpuestos, a menudo carentes de hilos conductores, realizados en la b¨²squeda del objetivo rectificador que a las respectivas comunidades interesa. Por causas cuya importancia relativa a¨²n se discute, Chile hab¨ªa sido afectado por un brutal colapso institucional que quebrant¨® la tradici¨®n hist¨®rica del pa¨ªs, apegado desde los or¨ªgenes republicanos al respeto de la ley, con uno de los Parlamentos en funciones m¨¢s antiguo del mundo, con una organizaci¨®n pol¨ªtica s¨®lida y respetable. Nunca la sociedad chilena se allan¨® a lo ocurrido, pero s¨®lo ahora, en la perspectiva del tiempo, es posible encontrar un d¨ªa preciso que establece la data definitiva de retorno a la democracia. Concretamente, el d¨ªa en que Chile inici¨® el complejo recorrido hacia la recuperaci¨®n de la perdida democracia ocurri¨® el 5 de octubre de 1988, hace 15 a?os. Ese d¨ªa la mayor¨ªa de la sociedad chilena, no obstante los miedos y la ausencia de aut¨¦nticas garant¨ªas de participaci¨®n, derrot¨® en las urnas la propuesta que pretend¨ªa, luego de una quincena de a?os de mandato autoconferido, que se ratificara mediante pronunciamiento electoral uninominal a Augusto Pinochet como presidente de la Rep¨²blica por un periodo adicional de ocho a?os. Para cualquier dem¨®crata del mundo eso era demasiado.
Chile no vivi¨® el doloroso trance de ahogar su sangre con m¨¢s sangre
En la comunidad internacional no exist¨ªan expectativas optimistas hacia el resultado de la consulta plebiscitaria. No se sab¨ªa de referendos en que el gobernante autoritario fuese derrotado. A mayor abundamiento, la consulta electoral deb¨ªa efectuarse con arreglo a las normas transitorias de la Constituci¨®n impuesta por el r¨¦gimen militar, cuyo contenido, adem¨¢s, configuraba una especie de "tenida a la medida" para Pinochet. ?ste, en definitiva, fue propuesto "a la ratificaci¨®n de la ciudadan¨ªa" por los comandantes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y el director.
La propuesta oficialista fue enfrentada por una coalici¨®n integrada por m¨¢s de quince partidos pol¨ªticos que, luego de enormes esfuerzos, superaron las diferencias del pasado y se estructuraron en febrero de 1988 como Concertaci¨®n de Partidos por el No. All¨ª conflu¨ªan sectores inspirados en el humanismo cristiano y en el laico o en las vertientes del socialismo hist¨®rico o del renovado. Era, en buena medida, una muestra del rostro pol¨ªtico de Chile, del que quedaban marginados quienes se identificaban con el r¨¦gimen dictatorial vigente, muchos de los cuales hab¨ªan sido sus directos colaboradores, as¨ª como quienes sosten¨ªan posiciones ultraliberales, en particular en el plano econ¨®mico.
Tampoco ten¨ªan espacio, por supuesto, aquellos que propiciaban la violencia como m¨¦todo de enfrentamiento al r¨¦gimen dictatorial vigente. En verdad, en este aspecto radica lo m¨¢s peculiar de la transici¨®n chilena, pues ella, al rev¨¦s de lo que suele suceder en otros casos semejantes, no recurri¨® al enfrentamiento violento con el sistema. Hasta entonces las acciones de protesta libradas en contra del r¨¦gimen, aparte de no lograr ning¨²n resultado, generaban p¨¦rdida de vidas humanas, encarcelamientos y da?os en los precarios bienes de los pobres. Por ello, con audacia, se opt¨® por incorporarse en las propias reglas que la dictadura hab¨ªa impuesto en la Constituci¨®n dictada en 1980, cuyas normas la oposici¨®n hab¨ªa rechazado en el fondo y en la forma. Con todo, el ¨¢nimo de encontrar una salida pac¨ªfica a la situaci¨®n, tan contraria a la tradici¨®n e historia y al propio talante de los chilenos, llev¨® a aceptar transitoriamente esas reglas repudiadas para que, recurriendo a ellas, la democracia pudiere de nuevo aplicarse en Chile.
As¨ª fue como las agrupaciones pol¨ªticas se organizaron como partidos y participaron primero en el plebiscito y luego en elecciones presidenciales, parlamentarias y municipales, y han instado a expurgar las disposiciones de perfil totalitario existentes en el texto original de la carta fundamental. Es cierto que algunas de ellas a¨²n persisten, pero no es menos cierto que, gracias a la t¨¢ctica adoptada, ha sido posible recuperar el pleno funcionamiento de las instituciones democr¨¢ticas, mantener en operaci¨®n el Estado de derecho, inclusive en lo que respecta a la sanci¨®n de atropellos a los derechos humanos fundamentales, y lograr adecuados niveles de desarrollo econ¨®mico y equidad social. Chile no vivi¨®, como ha ocurrido en otros pa¨ªses, el doloroso trance de ahogar su sangre con m¨¢s sangre, destruyendo m¨¢s profundamente el tejido social y los sustentos econ¨®micos. Con ese impulso, la Concertaci¨®n ha dado tres Gobiernos sucesivos, encabezados por los presidentes Aylwin, Frei y Lagos, cuyas gestiones han sido enjuiciadas positivamente por la comunidad internacional.
Todo el interesante proceso de reintegraci¨®n de la democracia en Chile se ha logrado a contar desde el 5 de octubre de 1988. Ese d¨ªa, sin m¨¢s arma que un l¨¢piz con el cual expresar el sufragio, m¨¢s de siete millones de sus hombres y mujeres eligieron su camino. De ellos, casi un 55% hizo opci¨®n por la democracia, con todas sus limitaciones, si bien con todas sus hermosas posibilidades.
Ortega y Gasset consideraba que la historia es la ciencia de la transici¨®n. La de Chile ha tenido los caracteres descritos, producto de sus propias circunstancias, con ¨¦xitos y limitaciones, con temas resueltos y pendientes. En todo caso, dejando las sombras atr¨¢s, hemos procurado no detener el camino hace 15 a?os iniciado.
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