El arco iris y un 'victorino' de respeto

Fue bonito y extra?o de contemplar. Ocurr¨ª¨® tras doblar el quinto toro de la tarde. El sol estaba dorando los altos del tendido seis, las nubes decoraban los alrededores del cielo sobre Las Ventas, y empezaron a caer gotas de agua con mansedumbre y timidez. Sali¨® entonces por chiqueros el sexto toro de la tarde, un victorino descarado de pitones, ese perchero de ensue?o y respeto, algo veleto y cornipaso. Y se produjo un ?oh! de admiraci¨®n ante el bello ejemplar de toro bravo, que a la postre dar¨ªa un juego irregular, pero siempre interesante, pues si humillaba unas veces, otras tardeaba en las arrancadas, y despu¨¦s a lo mejor se quedaba fijo en el peto del caballo, la cara por debajo del estribo.

Le toc¨® en suerte ese toro a Antonio Ferrera, que lleg¨® a arrancarle una oreja pedida por el p¨²blico, gracias a una labor intensa, prolija y valentona. Puso banderillas muy heterodaxamente, con mucho aparato, para prender un tercer par de afuera a dentro, paso a paso le lleg¨® en corto al toro, en una especie de de suerte personal, aunque algo encorsetada, parec¨ªa un corredor de fondo hac¨ªa el funo descomunal que le aguardaba impert¨¦rrito. La faena de muleta fue de cercan¨ªas, metido entre los prodigiosos pitones, series breves, en las que soport¨® parones y miradas. Se tir¨® a matar muy recto, dando salida al morlaco hacia las tablas, sali¨® por los aires, y el gent¨ªo, impresionado y siempre agradecido, pidi¨® el trofeo. En su primero, tambi¨¦n se entreg¨®, pero sin terminar de dome?ar la punta de genio del encastado toro de victorino.

Manuel Caballero desperdici¨® el buen pit¨®n izquierdo de su primero. Fuera de cacho siempre, no aprovech¨® las bondades del toro, que le pedia sitio adecuado y muleta templada. A su segundo, manejable, tampoc¨® le sac¨® el jugo, un ejemplar de trap¨ªo irreprochable, de corte asaltillado, que produjo admiraci¨®n de salida y aplaudi¨® el respetable por la estumpeda fachada que luc¨ªa.

Uceda Leal se pele¨® con su primero, que no le gustaba humillar y ten¨ªa el viaje corto por ambos pitones. Le endilg¨® lances templados en el saludo, as¨ª como hab¨ªa dibujado medias ver¨®nicas de pincelada sutil en un par de quites. Y en su segundo, a la saz¨®n el quinto, al que le sali¨® el genio por todos los poros en el ¨²ltimo tercio, le consinti¨® lo m¨ªnimo, en cuanto comprob¨® el material tan dif¨ªcil de modelar, tan complicado para conformar, al que su blandura y mal estilo le hac¨ªan defenderse tirando tornillazos.

Esto fue lo que ocurri¨® en la ¨²ltima de feria, en la que los Victorinos guardaron su prestigio, pero no emocionaron ni arrebataron, en la que hubo un torero valiente. Y en donde el sol brill¨®, sali¨® el arco iris y el agua salud¨® con timidez y luego se esfum¨®. La vida. Los toros. El arte esta vez dormido. En fin.