La tela y la tela
No es preciso militar en ninguna de las dos visiones de la realidad que afirman la determinaci¨®n de lo econ¨®mico sobre lo social -el marxismo estructuralista y el pensamiento ¨²nico neoliberal- para reconocer que Don Dinero es, ciertamente, un poderoso caballero. La tela es la tela, de acuerdo. Pero de ah¨ª a convertir la cuesti¨®n econ¨®mica en el quid del debate abierto sobre el futuro pol¨ªtico de los vascos media un buen trecho. El nuevo or¨¢culo parece llevar marcado el signo del euro. ?Qu¨¦ dicen que dicen los empresarios sobre el plan Ibarretxe? Dicen que no son partidarios, escuchamos proclamar tras la entrevista mantenida entre el lehendakari y los dirigentes de Confebask. Que no, que lo que dicen es que hay que hablar, que hay que sentarse para normalizar la situaci¨®n vasca, y hasta se ofrecen a mediar entre los gobiernos vasco y espa?ol. Ya, pero lo importante es lo que diga Cuevas, y lo que acaba de decir es que la unidad de Espa?a debe ser garantizada incluso recurriendo a medidas excepcionales. Por m¨¢s presidente de la CEOE que sea, en Madrid dir¨¢n lo que quieran; lo importante es que la patronal vasca ha vuelto a hacer profesi¨®n de fe en el autogobierno vasco y se ha distanciado de las efusiones pol¨ªticas de Cuevas.
A pesar de que las ciencias sociales han incorporado a su cuerpo de saberes la tesis del posmaterialismo desarrollada hace una docena de a?os por Inglehart (seg¨²n la cual las cohortes de nacimiento m¨¢s j¨®venes ponen menos ¨¦nfasis en la seguridad f¨ªsica y econ¨®mica de lo que lo hacen los grupos m¨¢s viejos, dando prioridad a las necesidades no materiales, como el sentido de comunidad y la calidad de vida) el hecho es que el debate sobre el autogobierno vasco est¨¢ derivando de manera imparable hacia un debate estrictamente materialista. Llevamos un par de a?os -?qu¨¦ tediosamente largos se me hacen!- discutiendo sobre las consecuencias econ¨®micas de las diversas propuestas de naci¨®n que est¨¢n sobre la mesa. El coste de la no-Espa?a se contrapone (tanto monta) al coste de la no-Euskadi. Estar¨ªamos mejor, mucho mejor, si vamos por libre, dicen unos. Solos no seremos nada, dicen otros. Materialistas hasta la nausea, todos nos prometen lo mismo y nos amenazan con lo mismo: seguridad y bienestar, ganados o perdidos seg¨²n qui¨¦n lo diga. Autonomismo constitucional y soberanismo nacionalista dan con una mano lo que quitan con la otra. El debate, por llamarlo de alguna manera, ha vuelto a plantearse a partir de la encuesta del catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Complutense Mikel Buesa, seg¨²n la cual la implantaci¨®n del plan Ibarretxe podr¨ªa suponer el ¨¦xodo de alrededor de un 25% de las empresas con sede en Euskadi. Los fundamentos metodol¨®gicos del estudio han sido puestos, con raz¨®n, en entredicho. Por lo que sabemos, a partir de una poblaci¨®n de algo m¨¢s de 13.000 empresas se seleccion¨® una muestra de 1.109, de las que s¨®lo han respondido al cuestionario 78; pero para poder hacer inferencias estad¨ªsticas, al contrario de lo que el conocimiento ordinario nos indica, un bot¨®n no vale para muestra.
En cualquier caso, ?y si resultara que, econ¨®micamente, las cosas fueran a ir mejor con el plan de Ibarretxe? Los caminos del capital son inescrutables y hay quienes hacen caja incluso en los r¨ªos m¨¢s revueltos. Por otro lado, tambi¨¦n nos ir¨ªa mejor si reducimos a¨²n m¨¢s la cooperaci¨®n al desarrollo... Quiero decir que, con ser importante, el argumento econ¨®mico no es el m¨¢s relevante cuando de lo que estamos discutiendo es de la construcci¨®n de una sociedad integrada. Adem¨¢s, la mezcla de argumentos normativos y de consideraciones meramente materiales acaba despe?ando el debate por el terreno m¨¢s groseramente instrumental. Teniendo su importancia, la tela que de verdad debe preocuparnos no es el dinero. Es otro tipo de tela, el tejido social vasco, desgarrado hasta extremos inconcebibles hace tan s¨®lo unos pocos a?os, el que debe ocupar el centro de nuestros desvelos. Cuando s¨®lo ¨¦ramos un pa¨ªs pod¨ªamos, al menos, presumir de sociedad. Ahora que pretendemos ser una naci¨®n nos encontramos con la preocupante realidad de que estamos empezando a ser dos pueblos. Y esto es algo que el dinero no puede resolver.
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