Recordando la 'fumata bianca'
Aquel 16 de octubre en que, despu¨¦s de 450 a?os, un cardenal no italiano llegaba al trono de Pedro, era lunes. La fumata bianca, salida de la chimenea de la Capilla Sixtina, tras dos d¨ªas de humo negro, anunciaba que la Iglesia ten¨ªa un nuevo Papa para suceder a Juan Pablo I, muerto misteriosamente 33 d¨ªas despu¨¦s de su elecci¨®n. El humo blanco lleg¨® a las seis y 17 minutos de la tarde. Estaba atardeciendo en una Roma dorada por el sol de oto?o. El tan esperado humo blanco, procedente de las papeletas de las votaciones, lleg¨® exactamente una hora despu¨¦s de que el joven cardenal de Cracovia, el polaco Karol Wojtyla, de 58 a?os, hubiera salido elegido como nuevo sucesor de Pedro en la c¨¢tedra de Roma, al parecer con 99 votos de los 111 cardenales reunidos en el c¨®nclave en el que casi no particip¨® al haber llegado en el ¨²ltimo segundo, cuando ya se estaban cerrando sus puertas.
Siempre se hab¨ªa dicho que los secretos de un c¨®nclave cat¨®lico eran los mejor guardados. Los cardenales que participan est¨¢n obligados, bajo juramento ante Dios, a guardar secreto para siempre no s¨®lo de las votaciones, sino de todo lo que all¨ª se hace y se habla. Pero eso era antes. Ahora los cardenales son m¨¢s flexibles y al final acaban confiando a un amigo sus secretos. Al mismo Juan Pablo II, cuando era a¨²n cardenal, tras el c¨®nclave que eligi¨® a Juan Pablo I sucesor de Pablo VI, se le escap¨® la confidencia de que en aquel c¨®nclave de agosto ¨¦l hab¨ªa tenido la sorpresa de haber recibido cinco votos. Y se ha sabido que el Papa Wojtyla sali¨® elegido al octavo escrutinio despu¨¦s de que los italianos se hubieran dividido entre los seguidores del ultraconservador Giuseppe Siri, arzobispo de G¨¦nova, y el moderado Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia, y que hab¨ªa sido el brazo derecho del Papa Montini.
Aquella tarde, los periodistas que, mezclados con los fieles y curiosos, est¨¢bamos desde la ma?ana del domingo casi permanentemente en la plaza de San Pedro esperando el resultado de la votaci¨®n con los ojos puestos en la chimenea papal, nos quedamos sorprendidos cuando el ya fallecido cardenal Pericle Felice, al pronunciar la famosa frase "Habemus Papam", dijo el nombre de Karol Wojtyla. Todos esper¨¢bamos el nombre de un italiano. La posibilidad de que fuera elegido un papa "extranjero", era algo impensable para los romanos. Cuando pronunci¨® el nombre de Wojtyla, todos cre¨ªmos que hab¨ªa sido elegido un papa africano. Y desde aquel momento fue todo una carrera para saber de qui¨¦n se trataba. Recuerdo que ten¨ªa a mi lado al vaticanista Luigi Accatoli, uno de los expertos en papas. Me dijo enseguida que el nuevo pont¨ªfice era polaco y me record¨® algo significativo: que se trataba de un cardenal joven, que cuando ven¨ªa a asistir a los s¨ªnodos en Roma, el Opus Dei le organizaba siempre conferencias a las que invitaba a otros obispos y cardenales. Y que le hab¨ªan invitado y pagado los gastos de viaje para muchos lugares del mundo. Quer¨ªan promocionarle en la Iglesia.
Aquella misma tarde, cuando el nuevo Papa sali¨® al balc¨®n central, para dar la bendici¨®n Urbi et orbi, ya rompi¨® todos los protocolos y dirigi¨® las primeras palabras a los presentes, como un actor consumado. En italiano. Con errores, pero al subrayar que deb¨ªan corregirle cuando se equivocara, recibi¨® un estruendoso aplauso.
Cay¨® la noche. El Papa Wojtyla pidi¨® a los cardenales que lo hab¨ªan elegido que se quedaran a cenar y ¨¦l mismo fue sirviendo champ¨¢n y hasta les cant¨® en polaco. Fuera, desde Polonia a Mosc¨², pasando por Washington y por todas las canciller¨ªas del mundo, la pregunta era si el nuevo Papa, salido de un pa¨ªs comunista del tel¨®n de acero iba a ser un papa progresista, continuador de las aperturas del Concilio, un papa que promoviera en la Iglesia el llamado "socialismo cristiano del rostro humano", o si iba a ser un conservador y anticomunista.
De ah¨ª que toda la atenci¨®n estuviera puesta en los primeros discursos oficiales del nuevo Papa tanto a los cardenales como al mundo entero con motivo de la misa celebrada, el 22 de octubre, para su coronaci¨®n en la plaza de San Pedro ante 200.000 mil personas y representantes de los gobiernos de todo el mundo. Estaba tambi¨¦n el Rey de Espa?a.
En sus dos primeros discursos, Juan Pablo II, que hab¨ªa escogido su nombre por fidelidad a sus dos antecesores, Pablo VI y Juan Pablo I, dej¨® claras dos cosas: que quer¨ªa ser fiel al Concilio y a la colegialidad de los obispos, algo que su contrincante en el c¨®nclave, el cardenal Siri, combat¨ªa con todas sus fuerzas. Pero anunciado su deseo de seguir la l¨ªnea del Concilio, a?adi¨® enseguida que todo eso hab¨ªa que hacerlo "obedeciendo las ense?anzas del Papa" y "respetando la liturgia y la disciplina". Se colocaba, pues, en el centro de las disputas.
Y en los primeros 100 d¨ªas de su papado traz¨® claramente cu¨¢l iba a ser la l¨ªnea de su pontificado. A los sacerdotes les pidi¨® que evitaran un excesivo inter¨¦s por los asuntos puramente sociales; invit¨® a los obispos americanos, considerados entonces como revoltosos, a mantener la disciplina y a defender la doctrina tradicional de la Iglesia; ratific¨® el celibato obligatorio para el clero secular, e insisti¨® para que sacerdotes y monjas usaran el h¨¢bito religioso. Insisti¨® en la confesi¨®n individual que muchos te¨®logos contestaban. Alab¨® a las mujeres que se negaban a abortar incluso con peligro de la propia vida, conden¨® el divorcio y critic¨® duramente al Gobierno italiano por haber admitido la legalidad del aborto. Y viaj¨® por el mundo entero para defender sus ideas. Y seguir¨¢ haci¨¦ndolo mientras le queden voz y fuerzas. Es un Papa tenaz, que fue en estos 25 a?os siempre fiel a sus principios.
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