Digan simplemente que no a Bush
Durante tres a?os, el presidente de Estados Unidos ha puesto en pr¨¢ctica un programa unilateralista, pasando por alto todas las pruebas que contradicen sus posiciones y dejando de lado principios estadounidenses b¨¢sicos y de gran arraigo. Tomemos como ejemplo el calentamiento del planeta. En este aspecto, Bush est¨¢ curiosamente "ausente sin permiso" (expresi¨®n de la jerga militar). Una y otra vez, pone en tela de juicio las pruebas cient¨ªficas. (Naturalmente, las credenciales acad¨¦micas de Bush nunca fueron muy impresionantes). La postura de Bush es m¨¢s que err¨®nea: es una verg¨¹enza. De hecho, cuando Bush pidi¨® a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos que estudiara el asunto, ¨¦sta emiti¨® un dictamen rotundo (el ¨²nico al que pod¨ªa llegar honradamente) afirmando que los gases de invernadero constituyen una amenaza. Pero los fabricantes de autom¨®viles de Estados Unidos adoran sus traga-gasolinas y los amiguetes de Bush en la industria petrolera no quieren que nadie interfiera en su destrucci¨®n de la atm¨®sfera del planeta. As¨ª que no hubo cambio de pol¨ªtica. Tambi¨¦n en Irak, Bush ha perseguido un programa unilateralista, afirmando que hab¨ªa pruebas innegables de una vinculaci¨®n con Al Qaeda y de que Sadam ten¨ªa armas de destrucci¨®n masiva. Incluso antes de la invasi¨®n, hab¨ªa pruebas abrumadoras de que Bush ment¨ªa. La tecnolog¨ªa de detecci¨®n dej¨® claro que Irak no ten¨ªa armas nucleares, como hab¨ªa se?alado el jefe de inspectores de Naciones Unidas, Hans Blix. Es posible que Bush leyera esos informes y que le resultaran incomprensibles. Tambi¨¦n es posible que no creyese lo que le¨ªa. En cualquiera de los casos, la pol¨ªtica estadounidense no estaba basada en pruebas.
Desde el final de la guerra fr¨ªa, Estados Unidos es la ¨²nica superpotencia del mundo. Sin embargo, no ha ejercido la clase de liderazgo necesario para crear un nuevo orden mundial basado en principios como la justicia. Europa y el resto del mundo son conscientes de ello, pero no votan en las elecciones estadounidenses. Aun as¨ª, el resto del mundo no es impotente. El resto del mundo debe simplemente decir que no. Estados Unidos no se ha ganado el coraz¨®n y la mente de los iraqu¨ªes; de hecho, los ha perdido, como ha perdido tambi¨¦n el coraz¨®n y la mente de gran parte del mundo. Estados Unidos quiere conservar el control de la ocupaci¨®n, pero que otros encajen las balas que ahora acribillan a los soldados estadounidenses. Los soldados de Naciones Unidas no deber¨ªan cargar con las consecuencias del fracaso de Estados Unidos a la hora de gestionar la ocupaci¨®n, de modo que se debe hacer o¨ªdos sordos a las peticiones de ayuda econ¨®mica por parte de Estados Unidos.
?Qu¨¦ comprensi¨®n merece el programa de Estados Unidos cuando el presidente Bush ha prodigado recortes fiscales de centenares de miles de millones de d¨®lares a las personas m¨¢s ricas del mundo? No hace mucho que un Congreso republicano retuvo el pago de su deuda de mil millones de d¨®lares con Naciones Unidas y amenaz¨® con no pagar lo que deb¨ªa si la organizaci¨®n no satisfac¨ªa un mont¨®n de condiciones. La renuencia de Estados Unidos a aportar peque?as sumas para hacer la paz contrasta agudamente con las enormes sumas que el Congreso se apresur¨® a conceder para hacer la guerra. Los partidarios de un planteamiento m¨¢s blando afirman que si Naciones Unidas se queda al margen, se volver¨¢ irrelevante; con su participaci¨®n en Irak se ganar¨¢ la confianza de Estados Unidos, y as¨ª, la pr¨®xima vez que surja una disputa como la actual, ¨¦ste recurrir¨¢ antes a la ONU. Tonter¨ªas. Los que ocupan la Casa Blanca actualmente creen en la realpolitik. No creen en la lealtad o la confianza. Si la Historia sirve de algo, sirve sobre todo para entender que los que se dejan vapulear ser¨¢n vapuleados otra vez. Si se presenta una nueva ocasi¨®n, Estados Unidos juzgar¨¢ la situaci¨®n en funci¨®n de sus intereses, independientemente de lo que haga Naciones Unidas.
Yo normalmente escribo sobre econom¨ªa, no sobre pol¨ªtica. Pero en el nuevo mundo de la globalizaci¨®n hay una mayor interdependencia econ¨®mica que requiere m¨¢s medidas, normas e instituciones colectivas y un sistema de derecho internacional. Sin embargo, la globalizaci¨®n econ¨®mica ha dejado atr¨¢s a la globalizaci¨®n pol¨ªtica; los procesos para tomar decisiones distan mucho de ser democr¨¢ticos, o siquiera transparentes. Los fracasos de la globalizaci¨®n se pueden atribuir en buena parte a la misma mentalidad que llev¨® a los fracasos en Irak: las instituciones multilaterales no deben estar al servicio de los intereses de un solo pa¨ªs, sino de todos los pa¨ªses. En la reciente reuni¨®n de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC), en Canc¨²n, los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo hicieron saber a Estados Unidos -y a Europa- que este sistema no puede continuar por m¨¢s tiempo. En ese caso, Europa era tan culpable como Estados Unidos. Europa no tiene dificultad para ver los peligros del unilateralismo en las acciones de Estados Unidos, desde el abandono del Protocolo de Kioto hasta su negativa a unirse a la Corte Penal Internacional. Pero Europa deber¨ªa reflexionar tambi¨¦n sobre sus propias pr¨¢cticas, incluida la pol¨ªtica comercial, en la que la UE contribuye sistem¨¢ticamente a desequilibrar el r¨¦gimen de comercio mundial en perjuicio de los pa¨ªses en desarrollo, pese a haber prometido que en la actual ronda de negociaciones comerciales se corregir¨ªan esos desequilibrios.
En este sentido, Europa se comporta como Estados Unidos, que lleva mucho tiempo empleando la ret¨®rica del libre comercio, mientras que sus acciones llevan mucho tiempo pasando por alto sus principios. Olv¨ªdense de la ret¨®rica de Estados Unidos sobre el respeto a la equidad y la justicia; en las negociaciones comerciales, Estados Unidos no tiene en cuenta los ruegos de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo de que elimine las subvenciones al algod¨®n, cuyos efectos han sido tan devastadores para ellos. Para lograr que el mundo sea pol¨ªticamente m¨¢s seguro y econ¨®micamente m¨¢s estable y pr¨®spero, la globalizaci¨®n pol¨ªtica deber¨¢ coger el ritmo de la globalizaci¨®n econ¨®mica. Hay que extender m¨¢s all¨¢ de las fronteras nacionales los principios de la democracia, la justicia social, la solidaridad social y el Estado de derecho. Europa y el resto del mundo tendr¨¢n que hacer su parte: atenerse a su vez a esos principios, y empujarse unos a otros y a Estados Unidos por el buen camino. En estos momentos, eso supone simplemente decir que no al presidente Bush.
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