Somos los 'moletas'
Hay veces en que uno est¨¢ sin estar en los lugares que quisiera. El pasado lunes, por ejemplo, no pude presenciar el acto solemne de otorgaci¨®n de la Medalla d'Or de la Generalitat al cr¨ªtico literario Joaquim Molas. (Por cierto, ?por qu¨¦ siempre llegan tarde las invitaciones de la Generalitat?). No estuve, pero estaba. Los moletas -feliz expresi¨®n del escritor Jordi Coca- conformamos una extra?a y parad¨®jica familia cuyo ¨²nico nexo de uni¨®n es haber sido tocados por el aliento literario del profesor Molas. No es que seamos legi¨®n, pero los que somos nos reconocemos como tales, como si hubi¨¦ramos formado parte de un privilegio escaso, gentes con suerte en el mundanal ruido de aquella lejana universidad. La verdad es que servidora hace un caso bastante omiso a los premios oficiales. S¨®lo hay que repasar la lista de la Creu de Sant Jordi para darse cuenta de la contaminaci¨®n que padece la pobre cruz. Hay de todo, desde grandes ciudadanos hasta gente menos respetable, desde resistentes dem¨®cratas hasta franquistas con oportunas lagunas de memoria. ?Alguien se mira esas listas? Lo digo por solidarizarme un poquito con el pobre Sant Jordi, otrora bravo matador de dragones, y hoy en d¨ªa eficaz excusa para pasar la escoba de los compromisos. De todas formas, lo dejo dicho: hay gente extraordinaria que ha ganado la honorable cruz, pero est¨¢n con cada compa?ero de viaje... De ah¨ª que algunos, sueltos y resueltos, la hayan rechazado.
Me dir¨¢n que la Medalla d'Or es un poco m¨¢s escrupulosa en sus exigencias, y es cierto. Sin embargo, de natural descre¨ªda, contin¨²o pensando que los reconocimientos oficiales son tan vol¨¢tiles como los gobiernos que los dan, y que tienen m¨¢s que ver con el boato del poder que con el brillo del prestigio. Dec¨ªa, pues, que estaba sin estar en esa sala noble donde, el lunes pasado, volv¨ªan a premiar a un hombre extraordinario. No hace muchas semanas, una lectora de mis art¨ªculos me escrib¨ªa, con cari?o, una pertinente cr¨ªtica, que hac¨ªa extensiva a la mayor¨ªa de los plum¨ªferos que opinamos desde el papel. Seg¨²n ella, hablamos mayoritariamente de los grandes nombres del famoseo patrio, en una especie de permanente rueda endog¨¢mica que nos lleva de unos a otros, como si fuera un pimp¨®n. Encantados de habernos conocido, nos reconocemos tanto que acabamos practicando el loable arte de la pura vanidad. Probablemente... Me dec¨ªa que nunca tenemos tiempo para hablar de los ciudadanos del silencio, esas gentes que trabajan con tes¨®n y seriedad sin esperar otra cosa que no defraudar a su propia exigencia. Los grandes profesionales de la Catalu?a sin memoria. A pesar de que Joaquim Molas no es un desconocido -hay quien dice que ha llegado a ser un aut¨¦ntico mandar¨ªn literario-, tampoco es conocido si sometemos el t¨¦rmino al feroz taqu¨ªmetro de la pulsaci¨®n p¨²blica. Tampoco podemos decir que sus m¨¦ritos no hayan sido reconocidos, especialmente en los ¨²ltimos tiempos. Pero con reconocimientos oficiales en aluvi¨®n, y con los moletas del mundo militando en el moletismo, con todo ello y a pesar de ello, Joaquim Molas tambi¨¦n es un h¨¦roe del silencio. Como profesor universitario fue de los que nunca hicieron otro ruido que el sonoro crujir de la buena poes¨ªa, persistente en su lucha -quiz¨¢ fallida- por inocularnos el virus del sentido literario. Con ¨¦l aprendimos a amar a los poetas que no nos dec¨ªan nada, y a ser capaces de leerlos m¨¢s all¨¢ del escudo protector que todo poema lleva adscrito. Con ¨¦l aprendimos a saber que nos lo dec¨ªan todo. Como si fuera una especie de visionario, m¨¢s que un profesor, impart¨ªa sus l¨²cidas clases con una pasi¨®n desbordante, y s¨®lo su viva inteligencia nos recordaba que no est¨¢bamos ante un fan¨¢tico, sino ante un ser sensible. Ese h¨¦roe del silencio en la Universidad que trabaja, m¨¢s all¨¢ del ruido...
H¨¦roe del silencio en sus notables trabajos literarios. No podemos saber, a¨²n, hasta qu¨¦ punto Joaquim Molas ha sido el gran reconstructor de la memoria literaria de este pa¨ªs, despu¨¦s de la destrucci¨®n de la memoria.
Pero sabemos que, sin ¨¦l, no tendr¨ªamos un esqueleto literario totalmente reconstruido, con sus piezas perfectamente encajadas, recuperados los narradores, los ensayistas, los poetas, la conciencia de ser entes literarios, el enorme ¨ªmpetu del idioma. La revista Els Marges, sus tempranas investigaciones sobre Verdaguer y Apel.les Mestres, la coordinaci¨®n de las grandes obras de la literatura catalana y universal, los cinco vol¨²menes de la Hist¨°ria de la Literatura Catalana, su magn¨ªfico trabajo sobre los movimientos de vanguardia, sus espl¨¦ndidas memorias, todo un legado de estudio y cr¨ªtica literaria que consigui¨® mucho m¨¢s que completar una gran biograf¨ªa. Reconstruy¨® la biograf¨ªa literaria colectiva. Sin ambiciones conocidas y sin ning¨²n amor por la rutilancia de los focos, permanentemente enfundado en un puro imposible que nos ahuyentaba de ¨¦l a kil¨®metros de distancia, Joaquim Molas ha sido y es uno de los grandes h¨¦roes del silencio catal¨¢n. Se licenci¨® el a?o que yo nac¨ª; es decir, en un a?o imposible, y trabaj¨® siempre en la literatura catalana, mucho antes de que ello fuera una actividad permisible. Haciendo suya la m¨¢xima revolucionaria de Josep Benet -"?Quer¨¦is ayudar a Catalu?a?: ?Estudiad, estudiad, estudiad!"-, ha dedicado toda la vida a aprender y a ense?ar tanto de viva voz como de viva palabra, y lo ha hecho desde el rigor, la inteligencia y la humildad. La gran Catalu?a, si existe, existe s¨®lo porque existen escasas personas de esa gran categor¨ªa.
Puede que acumule muchos t¨ªtulos de por vida. Ex diputada, teniente de alcalde, periodista, fil¨®loga, no s¨¦ qu¨¦. Ninguno de ellos me parece nada relevante: conforman la pura coyuntura de cada cual. Pero ser una moleta, eso s¨ª es algo serio.
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