En la lealtad mayor
En persona estuvimos juntos s¨®lo una vez, hace ya muchos a?os. El mismo ch¨®fer nos recog¨ªa en el aeropuerto de Asturias (¨¦l llegaba de Barcelona; yo, de Madrid) para trasladarnos a Verines a una reuni¨®n de escritores. Nada m¨¢s subir al coche sac¨® un auricular y se lo coloc¨® en un o¨ªdo. "Es para seguir el f¨²tbol", fue toda su explicaci¨®n. Deb¨ªa de ser un mi¨¦rcoles y se disputaban partidos de Copa, poco importantes a¨²n. "Ah, ?y c¨®mo va el Madrid?", aprovech¨¦ para averiguar. "Pierde 1-0 con el Sporting". Me fue imposible no preguntarme si le ca¨ªa mal. No ten¨ªa motivos para pensarlo, aunque tampoco -desde luego- que le cayera bien, y de hecho no puedo evitar preguntarme ahora si le habr¨ªa hecho la menor gracia que yo escribiera nada sobre ¨¦l en un d¨ªa como hoy, en contra de lo que ha cre¨ªdo EL PA?S. Futbolero como soy, respet¨¦ su casi total mudez de hora y pico de viaje, no me empe?¨¦ en darle conversaci¨®n. Al fin y al cabo, pens¨¦, yo har¨ªa lo mismo, seguir los partidos si tuviera valor. As¨ª que aquel trayecto transcurri¨® en un silencio que, sin embargo, no me fue embarazoso. Y quise creer que quiz¨¢ mal no le ca¨ªa, a la postre, cuando al cabo de un buen rato me dirigi¨® la palabra de nuevo para comunicarme algo que a ¨¦l no le alegrar¨ªa, pero a m¨ª s¨ª. "Ha empatado el Madrid", me dijo.
Muchas veces coincidimos, en cambio, en las p¨¢ginas deportivas de este peri¨®dico, y adem¨¢s, formando pareja de contrarios. ?l, como representante literario o incluso "ideol¨®gico" del Bar?a; yo, del Madrid, cada vez que nuestros respectivos equipos se enfrentaban a muerte. Creo que en la ¨²ltima ocasi¨®n falt¨¦ yo a la cita, y ahora s¨¦ que en las pr¨®ximas quien faltar¨¢ seguro ser¨¢ ¨¦l. Hoy somos muchos los escritores que nos atrevemos a hablar de f¨²tbol sin temer nuestro desprestigio por ello, pero no cabe duda de que V¨¢zquez Montalb¨¢n fue el gran pionero y el m¨¢s audaz, as¨ª como el primero en se?alar lo que luego tantos hemos repetido: que as¨ª como uno cambia de gustos, de pareja, de convicciones, de ideas y aun de ideolog¨ªas, de lo que nunca cambia es de equipo favorito de f¨²tbol. Curioso que las lealtades mayores sean las que parecen menores. O no tanto: supongo que ¨¦l sab¨ªa, desde su fuerte conciencia pol¨ªtica, la importancia que algo tan desde?ado como el f¨²tbol puede tener en la cotidianidad de las personas que poco tienen. Sab¨ªa que si tu equipo gana, los problemas reales no desaparecen ni se padecen menos las injusticias. Pero tambi¨¦n que si tu equipo pierde, los problemas se aparecen m¨¢s graves e irresolubles al d¨ªa siguiente y uno se resiente m¨¢s de las injusticias. Conoc¨ªa y aceptaba la dimensi¨®n simb¨®lica, y aun supersticiosa, porque ayuda a ir de d¨ªa en d¨ªa.
Fue a menudo un cul¨¦ desesperado, ante la ineptitud de los dirigentes o el mal juego del Bar?a. Pero, pese a sus ocasionales amenazas de dejar de seguir al equipo, o hacerlo s¨®lo de lejos, imagino que sab¨ªa que eso no es nunca posible del todo. Como tambi¨¦n sab¨ªa que el rival m¨¢s ac¨¦rrimo, en su caso el Real Madrid, es tan necesario como el aire, en el juego como en la vida, para temerlo, envidiarlo, odiarlo, admirarlo y derrotarlo. Hoy yo s¨¦ que perder a un antagonista entristece tanto como perder a un aliado. Quiz¨¢ m¨¢s. Me alegro de que Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n viera al menos una vez a su equipo campe¨®n de Europa. Y la pr¨®xima vez que eso suceda, estoy seguro de que me acordar¨¦ de ¨¦l y pensar¨¦ lo que tambi¨¦n pienso y digo ahora en su honor: Visca el Bar?a.
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